Valeria e Ismail, atrapados en el limbo del arraigo formativo

Valeria e Ismail, atrapados en el limbo del arraigo formativo

Miércoles, 25 de diciembre 2024, 09:32

Valeria tiene 25 años y mucho miedo. Tanto como para no atreverse a dar su nombre real en este reportaje. Aunque no teme por ella, sino por los familiares que dejó en Nicaragua cuando hace dos años tuvo que salir del país acorralada por la represión del gobierno del presidente Daniel Ortega, que desde 2018 ha obligado a más de un millón de personas a exiliarse.

Cuando los padres de Valeria decidieron que lo mejor para ella era que lo dejara todo y se trasladara a Murcia con su madre, estaba ya a punto de terminar sus estudios universitarios de Ingeniería Civil. «Solo me faltaba el diploma, pero estaban secuestrando a estudiantes en los autobuses que iban a la universidad y la situación era demasiado peligrosa», cuenta con pesar. «Mi idea sigue siendo volver algún día y terminar».

Dos años después de asentarse en la Región, la joven sigue intentando encontrar un trabajo con el que poder contribuir económicamente a los gastos familiares y regularizar su situación. Su último intento no le ha traído más que frustración. Realizó un curso para intentar acogerse al llamado arraigo por formación, una figura que desde agosto de 2022 permite a los extranjeros que han completado estudios en España quedarse de forma legal para trabajar aplicando aquí los conocimientos adquiridos. Sin embargo, esa aparente salida ha acabado por convertirse en una trampa que empieza a asfixiarla.

Se ven abocados a perder su tarjeta de residencia ante el requisito de presentar un precontrato con una empresa antes de poder acceder al empleo

Para poder acceder a esta opción, Valeria ha tenido que esperar dos años viviendo de forma irregular en Murcia y, después, invertir 1.200 euros en un curso de cocina que, una vez concluido el pasado mes de julio, debe complementar ahora, para poder optar al permiso de trabajo, con la presentación de un precontrato en la hostelería.

El gran escollo

Hace unas semanas obtuvo la resolución positiva de residencia, pero le dijeron que tendría que aguardar 40 días más para recibir la tarjeta. Y esta no le permite trabajar. Para eso tendrá que presentar ese compromiso contractual con alguna empresa del sector y esperar a que Extranjería le dé el visto bueno para incorporarse. «El problema es que ese paso se está demorando cerca de cuatro meses. ¿Y qué empresario va a esperarte cuatro meses? Si necesitas un trabajador, lo necesitas ahora. Nadie te firma un contrato si le dices que hasta dentro de cuatro meses no puedes trabajar», critica Adriana Trafonsky, presidenta de la ONG Parem, que intenta ayudar a Valeria y a otras personas en su situación con los trámites.

El arraigo por formación se concibió con la idea de ayudar a cubrir algunos puestos de trabajo en sectores necesitados de mano de obra cualificada. «Cuando apareció, pensamos que era una buena opción, pero la realidad ha sido otra», señala Trafonsky, que en su intento de dar apoyo a los migrantes se ha encontrado un intrincado laberinto burocrático, donde los exigentes requisitos y la saturación de Extranjería empujan a los interesados a un limbo laboral, donde se da la paradoja de que no pueden trabajar porque no tienen contrato y no tienen contrato porque no pueden trabajar.

En mayo esta figura será sustituida por una nueva modalidad que permite la ocupación a tiempo parcial mientras se estudia

Otro de los extranjeros atrapados en este trámite es Ismail, un marroquí de 24 años que llegó a la Región en 2021 escondido en el cargamento de un camión. Él realizó un curso de limpieza que, en este caso, está subvencionado por el Servicio de Empleo y Formación (SEF). Él también terminó en julio y, desde entonces, se ha recorrido a pie todas las empresas del sector para ofrecerse a trabajar, sin éxito. «Quiero cambiar mi vida, pero no he encontrado el precontrato y no sé qué voy a hacer, porque mi residencia caduca en un mes», dice Ismail angustiado.

«Los afectados, al no contar con permiso de trabajo, ni siquiera pueden inscribirse en las ofertas del SEF», añade la presidenta de Parem. «Son todo dificultades. Tienen que encontrar un curso de 220 horas homologado por el SEF e impartido por uno de los centros autorizados; tienen que realizar la inscripción con dos meses de antelación; luego, antes de comenzar, tienen que ir a Extranjería y obtener la autorización para realizar la formación y, al terminar, presentar el certificado de finalización. Después, iniciar el proceso para obtener la residencia con el arraigo por formación y, tras conseguirla, todavía necesitan presentar el precontrato con una empresa, que además tiene que estar directamente relacionado con lo que han estudiado. Por último, deben esperar a que les den la autorización para trabajar, y decirle al empresario que les espere cuatro meses hasta la tengan… Es casi imposible, salvo que algún empresario lo haga por caridad o porque ya conoce a quien va a contratar. Es una situación de vulnerabilidad y de precariedad impresionante», sentencia.

Incertidumbre

«La solución sería que si te has formado y te han dado el permiso de residencia, estuvieras ya habilitado a trabajar», defiende Valeria. En parte, eso es lo que traerá el nuevo reglamento de Extranjería, que entra en vigor en mayo de 2025. Este sustituirá el arraigo por formación por el nuevo arraigo socioformativo, que permitirá trabajar por cuenta ajena un máximo de 30 horas semanales mientras se estudia. «Pero aún hay muchas dudas –advierte la ONG–. ¿Qué va a pasar con esta gente? ¿Y qué van a hacer hasta que se sepa? Eso no lo aclara el reglamento».

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