A la mañana siguiente de este viernes en que murió Ryoichi Onaga, un hombre de mediana edad depositó un ramo de flores en la puerta metálica exterior del ‘dojo’ que dirigió hasta el último de sus días. Era este un sábado invernal, frío, gris y nublado, que amenazaba con una tímida llovizna. El hombre de las flores, posiblemente un alumno del maestro, colocó el ramo y guardó emocionado un respetuoso silencio mientras lo miraba fijamente. No hacían falta palabras para describir lo que sentía en ese momento.
El japonés Ryoichi Onaga llegó a Murcia en 1972, procedente de Estados Unidos. Había nacido en Naha, Okinawa, en 1948. Allí dio sus primeros pasos en el mundo del kárate y abrazó las enseñanzas del maestro Eiichi Miyazato, de quien recibió el mandato de introducir el estilo Goju Ryu en España. En una ocasión, durante una entrevista, definió esta disciplina de las artes marciales como una forma de vida. Se quedó en esta tierra, se casó y tuvo hijos. Había comenzado a impartir su saber en 1973, en diferentes instalaciones y gimnasios, hasta que en 1986 decidió tener uno que contara con las expectativas y dimensiones necesarias. Lo construyó en lo que aún era la huerta de Murcia, en plena naturaleza, alejado del ruido y la polución, donde aprender, ejercitar y entrenar fueran objetivos placenteros. Pero el urbanismo voraz de la zona rodeó pronto su perímetro. Por ese ‘dojo’ han pasado miles de discípulos que lloran su marcha estos días. Basta con repasar los mensajes que en las redes sociales han dejado muchos de los que fueron sus alumnos. En ellos destacan su maestría, así como su sabiduría, su humanidad, su ejemplo y, sobre todo, su humildad.
Hace unos meses, en verano, Ryoichi Onaga, quizá consciente de lo irreversible de su dolencia, quiso volver a Japón. Lo hizo con su familia y un grupo de amigos, a modo de despedida, posiblemente para conciliar con la diosa Izanami, ya que intuía que el final del combate podría estar cerca.
Hemos sido vecinos durante años y apenas hemos intercambiado los saludos de rigor cuando nos cruzábamos en la entrada de nuestro edificio o en el garaje. En realidad, hubiése querido conocer mejor a este hombre, educado y siempre correcto, que ha muerto a los 76 años, en su casa, en Navidad, rodeado del amor de los suyos y de la admiración más profunda de cuantos sí tuvieron el privilegio de conocerlo. Los mismos que aprendieron de él no solo las técnicas del kárate sino las de la convivencia y la tolerancia.
Mis condolencias para su mujer y sus hijos. Descansa en paz, Sensei Onaga.
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Enlace de origen : Muere a los 76 años Ryoichi Onaga, gran maestro del tatami