Videorrelatos, mejor no

Videorrelatos, mejor no

Al ver el vídeo de la felicitación navideña del presidente López Miras me vino a la memoria la afortunada frase de un escritor argentino: «Si no eres Proust, no me cuentes tu desayuno». Lo que venía a expresar es que si se carece del talento literario del escritor francés mejor no hacer literatura con detalles triviales de nuestra vida cotidiana. Marcel Proust pasó a la historia por ser uno de los padres de la novela moderna, pero también por dar pie, en su obra ‘En busca del tiempo perdido’, a lo que luego se llamó el ‘efecto Proust’, recurrente para describir situaciones donde un estímulo sensorial nos hace rememorar un episodio casi olvidado porque están asociados a un sabor, olor o sonido. El escritor francés lo recreó de modo magistral en esa novela cuando el protagonista evoca un recuerdo al comer una magdalena, recién hecha y mojada en té.

En el vídeo navideño de López Miras, el presidente observa algunos de los momentos más felices del año en la Región (los triunfos de Alcaraz y Arde Bogotá, Caravaca Jubilar y hasta un caballito sumergido en el Mar Menor) mientras se desayuna un café. Aquí no hay ‘efecto Proust’. Las imágenes no vienen a su mente por el aroma que se desprende de la taza sino que aparecen directamente en una pantalla de tv. El videomensaje teatralizado no está mal y el presidente murciano desempeña su papel con cierta naturalidad, aunque luego ves el ‘corto’ del presidente gallego Alfonso Rueda, con cameo de Rajoy, y el de aquí parece de andar por casa. Mi humilde consejo es que si uno no es Ginés García Millán, tiene un presupuesto ajustado y carece de un excepcional guionista, mejor cuidarse de contar su desayuno, y sobre todo de practicar lo que hacía con maestría Marcel Proust, el relato que combina lo autobiográfico y lo ficcionado.

Es solo una felicitación navideña, me dirán algunos, no sin cierta razón, pero siento que la política debería distanciarse ahora de estos territorios imaginarios. El realismo mágico o la autoficción, mejor para las novelas. Ya tenemos demasiada impostura en la actividad política diaria, tanto a derecha como a izquierda. Sobre todo ahora que lo que importa es el relato, la realidad percibida, no la que dictaminan los hechos. Tanto teatrillo político entretiene en las redes sociales, sin duda, pero esconde la semilla de la desafección.

Los vídeos de autoficción pueden ser una herramienta poderosa y creativa en la comunicación política. Llevan años utilizándose, sobre todo en Estados Unidos e Hispanoamérica. Su éxito radica en la capacidad de equilibrar autenticidad y emoción con un mensaje político sólido. No digo que no tengan utilidad para construir una imagen más empática y humana de un político, pero el resultado puede ser contraproducente si se abusa de lo emocional, la autenticidad queda en entredicho porque lo ficticio domina sobre lo real o simplemente porque el vídeo es flojo en su técnica o en su guion. Lo que me sorprende es que Fernando López Miras, cuya gran baza precisamente es la cercanía y suele caer bien en la distancia corta, asuma este tipo de riesgos sin necesidad. A Pepe Vélez ya le hicieron uno como candidato del PSOE murciano que fue de nota.

Espero que estos videos políticos de autoficción sean en España una moda estacional, como los anuncios navideños de la Lotería, porque lo que nos faltaba es que le pillaran el gusto gobiernos y partidos. Ya tenemos bastante con la fiebre de selfis y fotos de ‘políticos haciendo cosas’. Causa pavor pensar que podría llegarnos una ola de videos de narrativa híbrida que mezclen hechos reales con elementos ficticios para fabricar liderazgos y ganar adeptos.

Debo admitir que la autoficción en la política y en la literatura, donde ya es un territorio excesivamente transitado, me produce no pocas reservas. Hay un personaje de la escritoria y periodista Rebeca Argudo, en su novela ‘Todos los hombres tristes llevan abrigos largos’, que lo explica muy bien: «La autoficción es aquello que escriben los que no tienen una vida interesante que contar, una biografía a sus espaldas de hitos y méritos que merezca ser narrada (y tampoco leída), pero tampoco la suficiente maestría o el talento como para inventarse unas vidas creíbles y plasmarlas en trescientas páginas, una detrás de otra». En política, si uno se pasa con el relato ficcionado, puede acabar, como dice ese personaje de Argudo, haciéndose trampas en el solitario, «fingiendo que puedes crear universos cuando lo único que estás haciendo es sublimar tu propio mundo y a tí mismo». Pues eso.

Antes del martes, Fernando López Miras emitirá su mensaje de fin de año en el formato clásico. Esta vez tengo especial curiosidad porque en este tipo de alocuciones directas cabe poca trampa o cartón y durante este 2024 se han producido, ciertamente, acontecimientos positivos y otros negativos de los que, por su alta responsabilidad, no puede sentirse por completo ajeno. Quien nunca defrauda, el Rey Felipe VI, siempre pone el listón muy alto a los presidentes autonómicos. Este año aún lo subió un poco más.

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