Domingo, 5 de enero 2025, 07:59
La vida de Jesús Montoya Juárez (Murcia, 1979) y su familia dio un vuelco inesperado el domingo 25 de abril de 2021. Ese día habían planificado ir al monte. Pero se levantaron tarde y al final descartaron la idea. Su hijo pequeño, de 8 años, estaba jugando en su cuarto. Empezó a sentir un fuerte dolor de cabeza. No sabían entonces que estaba sufriendo un ictus. La rotura de un vaso sanguíneo cerebral y posterior hemorragia dejó parte de su cerebro sin oxígeno durante un tiempo. En ciertos casos esto puede dejar secuelas cognitivas. «La operación es a vida o muerte, hay que ir lo más rápidamente al hospital porque cada segundo cuenta». Lo vivido durante las siete semanas en la UCI y los años posteriores hasta su recuperación forma parte de ‘Los sueños aéreos’ (La Fea Burguesía, 2024), su primer poemario, tras dos libros de relatos. «Hoy el niño tiene 11 años y está muy bien, hemos luchado mucho y hemos hecho todo lo que hemos podido. Pero he conocido a mucha gente que no puede decir lo mismo». Estuvo 30 días en coma, un tiempo en que sus padres intentaban verificar si estaba despierto, si volvía o no la consciencia. A la quinta semana empezaron a percibir que empezaba a despertar, pese a la incredulidad de los neurólogos.
Poemas duros, aparentemente muy personales, pero impregnados de historias de mucha gente, no solo padres y madres que pasan por situaciones similares. Gente que cada año se ve obligada a atravesar procesos de enfermedad, rehabilitación y discapacidad. Dicen los editores que es «una denuncia de las limitaciones y costuras del sistema, y una caja de Pandora que guarda celosamente a Elpis, la esperanza».
En tragos cortos
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¿A quién dedicar un poema?
A todos los trabajadores de la sanidad pública, con nuestra mayor gratitud; a todos los amigos que vieron volar a mi hijo; a Óscar y Sara; a todas las profesionales de la rehabilitación; a todas las maestras que trabajan en los hospitales; a Natalia y a mis hijos, con todo el amor; a Paloma; a Khalid, un chico marroquí al que no he vuelto a ver… y a los padres que no lo lograron. -
¿Qué es muy feo?
La palabra «vegetal» no puede salir, no se aplica a un ser humano porque pertenece a otro reino viviente. Yo tuve la suerte de que mi hijo despertó y volvió y lo tengo conmigo, y es plenamente él. -
¿Qué interés tiene como poeta?
Este poemario es una forma de cerrar una etapa. No tengo el ego ni la necesidad de formar parte de ningún parnaso, es la verdad.
Doctor por la Universidad de Granada [con la tesis ‘Realismos del simulacro imagen, medios y tecnología en la narrativa del Río de la Plata 2008’], Montoya es profesor titular de Literatura Española e Hispanoamericana en la Universidad de Murcia, escritor y crítico literario en revistas especializadas y en ‘Ababol’, el semanario de artes, letras y ciencias de LA VERDAD. Forma parte del proyecto de investigación ‘Literatura y Antropoceno: Imaginarios ecosociales y conciencia ambiental en la literatura hispánica del siglo XXI’, que ha recibido una ayuda de 56.000 euros de la Agencia Estatal de Investigación. En dicho grupo aparecen investigadores como Yannelis Aparicio, Luis Bagué, Ana Baquero, Francisco Florit, Miguel Ángel Hernández, Isabel Durante y, entre otros, dos jóvenes doctorandos, los filólogos Jesús Pacheco, que está realizado una tesis doctoral sobre écfrasis, y Alberto Rodríguez Miralles, sobre poesía y globalización. Montoya Juárez se ha dedicado a la ciencia ficción y por ahí ha llegado a este nicho. Quieren organizar en Murcia para enero de 2026 un congreso sobre esta temática tan actual.
-El título de este libro se le ocurrió a su hijo, ¿verdad?
-Le dije a mi hijo que había escrito unos poemas sobre lo que habíamos vivido juntos, y a él, que tiene también algo de poético, se le ocurrió el título de ‘Los sueños aéreos’. Reescribiendo luego los poemas, ahí está también la idea de Dédalo e Ícaro, que atraviesa todo el poemario. [Ícaro era hijo de Dédalo, el constructor del laberinto de Creta que albergaba al Minotauro. Para escapar, Dédalo construye unas alas con plumas de pájaros unidas con hilo y cera, pero en pleno vuelo, Ícaro se acerca al sol y las alas se derriten cayendo al mar]. En el poema ‘Dédalo’, yo digo: «¿Qué has de hacer si este sol / no os devuelve el futuro / que tanto has deseado? / ¿Inventar una isla donde enterrar las lágrimas / que llevarán su nombre?…». El padre o la madre es un poco eso en estos casos, tiene que decidir dónde va su hijo con daño cerebral, a cual hospital va o a cual no va, dónde seguir terapia… en eso no te ayuda nadie, tienes tú que investigar, aquí no se la juega nadie.
-¿En qué puede ayudar la literatura?
-El impacto que tiene un libro de poesía quizás sea minúsculo, pero la literatura tiene esa cosa misteriosa que uno lee un libro y lo recomienda, y otro lo lee y lo recomienda también. Yo he escrito este libro como una reivindicación del cuidador y de los cuidados. Hay muchos terapeutas que han pasado por la vida de mi hijo y hay nombres de los que lógicamente no me voy a olvidar. Hemos visto muchas cosas, por ejemplo, que en Murcia solo tienes un hospital con UCI pediátrica. Me alegra que haya podido ir a La Arrixaca.
-¿Cuál es el único paraíso al que podemos aspirar tras un golpe duro como es la enfermedad?
-El único paraíso al que podemos aspirar es volver a la rutina. Abrazarnos, querernos, darnos la mano para seguir caminando. [En el poema ‘Secuela’ aparece esta palabra personificada en los sueños del padre preocupado: «Si el dolor es un río que circula por túneles / y aún así tú te niegas a entregar tu esperanza, / borra todas las veces que alguien dijo imposible / y acaba este poema para seguir corriendo». Él no abandonó nunca].
-Este libro es un testimonio lírico de una experiencia vital que necesitaba ser contada, pero no cae en la tentación de parecer un volumen de autoayuda.
-Yo quería hacer poesía. Hay un elemento culturalista en mi poesía y en mis libros de relatos, que emplean las fuentes y los personajes de los mitos. Voy mucho cuando escribo a las lecturas, no sé si de infancia o juventud, pero sí a las formativas. Me gusta que hablen por mí y darle la mano a esos dioses titulares para que me ayuden a expresar. Hay más de eso que metáfora en el poemario. Y también hay más mitos.
-¿Qué representa Marte, ese planeta que aparece como símbolo?
-Yo he escrito poemas desde siempre, algunos han aparecido en ‘Manifiesto Azul’, revista que nos ha reunido a casi todos los escritores que estábamos por Murcia. El primer poema, ‘Viaje a Marte’, surge en 2008, en el momento de agonía de mi padre, y ese poema lo retomo, y lo reescribo, y le añado unos últimos versos finales, «son los últimos días del mes de mayo y el mundo ya no existe». Esa es para mí la experiencia de orfandad, mi padre muere de cáncer, y se cierra el mundo en el que yo había vivido. Fue como dispararnos una especie de misil. Se corta el cordón umbilical que nos une a la Tierra y uno sale disparado al más allá, y, de alguna forma, esa experiencia se ha repetido hacia abajo con mi hijo, pero hacia muy abajo, y al ser consciente de eso la única reacción posible es salir en su busca. El eco de Marte es algo antiguo en mi poesía, tengo varios poemas sobre la orfandad, sobre lo que significa adaptarse a vivir de acuerdo con otros afectos.
-¿Por qué dejó Granada?
-Yo nací en Murcia, pero mi vida la hice en Granada hasta los 30, allí hice la carrera y el doctorado. Volví a Murcia siguiendo a mi pareja. Ella vino a Granada siguiéndome a mí para hacer su doctorado, y al final yo volví a Murcia siguiéndola a ella. ¡Estamos empatados!
-¿Por qué se especializó en literatura hispanoamericana?
-De adolescente estuve unos meses en Buenos Aires, y volví a ir durante la carrera, también en Bolivia. No sé si estos viajes me hicieron mella. Me gustaban mucho Borges y Cortázar, y cuando hice mi tesis doctoral me decidí a trabajar sobre el Río de la Plata, sobre el argentino César Aira (Prix Formentor 2021) y el uruguayo Mario Levrero, dos autores ahora muy canonizados. Aira es un tipo que le gusta el arte por el arte, el ‘avant-garde’, se ríe completamente de todo, a mí me parece el escritor más influyente de la literatura hispanoamericana de los últimos 30 años.
«En la Región de Murcia, si tú tienes un hijo o un familiar con daño cerebral, una vez estabilizado lo mandan a su casa. Y yo creo que hay todavía un par de meses que esos pacientes podrían estar atendidos y vigilados en el hospital porque al principio hay secuelas muy severas y las familias no pueden lidiar con ellas»
Jesús Montoya Juárez
Autor de ‘Los sueños aéreos’
-¿Qué lugares han sido importantes estos años desde aquel domingo en que todo cambió en la vida de su hijo y su familia?
-Yecla, por ejemplo, un sitio donde hicimos rehabilitación. Alicante y Barcelona. Madrid también lo es, porque allí está la Fundación Sin Daño, de familias con niños con daño cerebral adquirido. La fundadora, Paloma Pastor, está también en el libro, le dedico un poema, es uno de los cantos de la UCI. En ese momento estábamos buscando soluciones para llevarnos al crío, porque hubo gente que nos dijo en Murcia que nos olvidáramos directamente. «Tenéis que olvidaros de vuestro hijo, tenéis que llevároslo de aquí porque nosotros ya no vamos a poder hacer nada por él», llegó a decirnos una persona. El crío estaba en coma, y nos dijeron que nos lo llevásemos a casa, que pidiéramos ayudas para camas articuladas, para el resto de nuestra vida. Cuando gente con mucha autoridad sobre ti te lo dice así de claro, si tú no tienes esa fuerza interior, que yo llamo esperanza y que te convierte a veces en un monstruo, casi en un animal salvaje, te hundes más. Porque trabajas en contra de toda lógica y del sentido común; tú tratas de revertir eso y tratas de buscar información y gente que te dé otra perspectiva. Esto puede ser también peligroso, porque hay gente que se abraza a terapias que no van a ningún sitio o se aferra a ilusiones que son falsas. Nosotros dimos con esa asociación y nos puso en contacto con profesionales, con neurólogos que trabajan en Almería, y vimos que con los síntomas que nosotros les planteamos la batalla no estaba perdida, y que podíamos probar otras cosas. Nos empeñamos en ir a Barcelona o a Madrid, donde hay un centro de daño cerebral adquirido en el Hospital Niño Jesús, creado gracias a que Paloma Pastor y su asociación fueron a protestar al Gobierno de la Comunidad Autónoma, y consiguieron que saliera adelante esa única unidad en España especializada en daño cerebral en niños. Hay otros centros en Navarra y en Barcelona, pero no especializados en niños. En la Región de Murcia, si tú tienes un hijo o un familiar con daño cerebral, una vez estabilizado lo mandan a su casa. Y yo creo que hay todavía un par de meses que esos pacientes podrían estar atendidos y vigilados en el hospital porque al principio hay secuelas muy severas y las familias no pueden lidiar con ellas.
-En la Región de Murcia no existe ningún centro público para pacientes con Daño Cerebral Adquirido Infantil (DCAI) en fase aguda o subaguda, y, en ocasiones los pacientes son derivados a centros especializados de otras comunidades autónomas. Además, usted cuenta en el libro que los servicios de rehabilitación ambulatoria en nuestra provincia están saturados y que el tiempo por paciente es muy escaso.
-Sí, y es importante el trabajo posterior porque el tiempo de rehabilitación subvencionada está entre los 6 y los 9 meses, cuando se estima que hasta los 18 meses hay posibilidades de mejora, más aún en el caso de niños. Además, muchas familias no cuentan con los recursos para hacer frente a la rehabilitación necesaria para atenuar las secuelas. Estos datos me los proporcionó Dacemur (Asociación de Daño Cerebral Adquirido de la Región de Murcia).
El mejor y el peor de los tiempos
-¿Ha perdido la noción de las noches en vela? Pensará a veces que todo ha sido una pesadilla.
-Pero, en cambio, hay un poema titulado ‘Definición de vuelo’, donde digo que «no hay nada más hermoso que ver volar a tu hijo». Y preciso que volar es un decir. Porque ninguno somos Dédalo. Escribe Charles Dickens aquello de «era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación». Fue también el mejor año de nuestras vidas porque pasamos de estar en el infierno, en la oscuridad más absoluta que te puedas imaginar, a levantar el vuelo y tener a tu hijo, que no está al 100%, pero está de diez porque por suerte no le ha afectado cognitivamente a nada. De hecho, los primeros cinco días no respiraba, empezó a respirar autónomamente en la madrugada del quinto día. Ese fue el primer peldaño de la escalera, la primera vez que hizo así con las alas para intentar salir y volar, y arriesgar, y tener toda la vida que uno pueda aspirar a tener. Ojalá que sea muy larga, pues no vale de nada si no lo intentas.
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Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : Jesús Montoya Juárez: «El único paraíso al que podemos aspirar es volver a la rutina. Abrazarnos, querernos, darnos la mano»