Carmen Conde, un manantial inagotable

Carmen Conde, un manantial inagotable

Miércoles, 8 de enero 2025, 01:00

La vida y obra de Carmen Conde (1907-1996) parecen un manantial de información inagotable. Así al menos lo dicen todos los que se acercan a ella. La escritora cartagenera ha sido objeto de investigación durante varias décadas del catedrático emérito de Literatura de la Universidad de Murcia Francisco Javier Díez de Revenga, que acaba de publicar ‘Carmen Conde en la luz de sus palabras’ (Real Academia Alfonso X El Sabio, 2024), un volumen que recoge una selección de conferencias en congresos y artículos de Díez de Revenga sobre la célebre autora, «una de nuestras grandes escritoras del siglo XX». Un libro repleto de curiosidades y descubrimientos para el público especializado, pero, sin duda, también para el público general.

Carmen Conde sigue despertando gran interés, pese a que este miércoles 8 de enero se cumplen 29 años de su fallecimiento en Majadahonda (Madrid). Tenía 88 años. Una polifacética vida, según cuenta Díez de Revenga, porque Conde fue, además de «una inagotable pedagoga», una promotora excepcional de la literatura, de la lengua y de la cultura. Maestra de formación, su «laboriosa e incansable» vida laboral abarca todo tipo de géneros literarios, y también periodísticos, pues desarrolló también una fructífera carrera en la radio. «No solo escribió de maravilla, sino que se había leído todo lo leíble», aprecia el catedrático. Una carrera que destila «verdad, mucha verdad, y una voluntad creadora junto a una vocación nunca truncada».

En esta última cuestión incidió en su discurso de ingreso en la Real Academia Española en enero de 1979, pues Carmen Conde, según Díez de Revenga, demostró su dominio y oficio de la literatura «en todas sus dimensiones», «desde las lecturas más diversas, los libros, al lenguaje y la gramática y los géneros, desde la carta al cuento, la novela o el teatro, pero sobre todo en la poesía, con detenimiento en la versificación y recopilación de algunos poemas estelares, canciones infantiles y miles de reflexiones de lo más variado».

Es imprescindible destacar la labor de recuperación de su figura que realizan Cari Fernández y Fran Garcerá desde el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver del Ayuntamiento de Cartagena, custodio de su legado, donde se conservan los libros que la acompañaron en vida, pero también toda suerte de documentos, escritos inéditos, correspondencia con personajes muy variopintos.


Carmen Conde con Vicente Aleixandre. Jardín de Velintonia 5, Madrid, 1943.


Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver


Carmen Conde mantuvo estrechos lazos que enriquecieron su vida y la de su marido, el poeta Antonio Oliver Belmás, especialista en la obra de Rubén Darío, entre los que se cuentan Vicente Aleixandre (Premio Nobel de literatura en 1977), Amanda Junquera (con quien escribió dos obras de teatro, ‘Teatro de Amanda Junquera y Carmen Conde’ y ‘Tras de la perdida gente’) reunidas en el volumen ‘Teatro’ en Torremozas), Cayetano Alcázar (fue catedrático de Historia de España y decano de la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Murcia, además de marido de Amanda Junquera), Clemencia Miró, Concha Zardoya, Mathilde Pomès, María de Gracia Ifach, Carmen Iglesias, Carmen Llorca… Es particularmente importante su relación con Junquera, según cita Díez de Revenga aludiendo al investigador Fran Garcerá, autor del estudio preliminar del ‘Epistolario’ entre ambas, pues Junquera fue «la lectora y la crítica primera de las obras de Carmen durante su proceso de creación, por lo que la huella espiritual de Junquera es permanente en su obra, un mundo que ambas compartieron durante cuarenta y dos de los cincuenta años que duró su relación».

Ya con 28 años había sido traducida al francés, al inglés, al italiano, al alemán y al griego. Perteneció al comité fundador de la Universidad Popular de Cartagena, como profesora de literatura y composición, pero también de francés y lengua española

Carmen Conde y Antonio Oliver mostraron su voluntad de internacionalización participando en revistas americanas (por ejemplo, ‘Avance’, de La Habana, entre 1927 y 1930), a fin de «superar el angosto localismo de su Cartagena natal», y también en la Revista Internacional de Cine Educativo que editaba en Roma la Sociedad de Naciones. Fue incluida en la antología de ‘Poetas españolas de hoy’ de Mathilde Pomès en Bruselas (1934). Su poemario ‘Júbilos’ (Editorial Sureste, 1934; con prólogo de Gabriela Mistral, que ganaría el Nobel en 1945) fue declarado texto de lectura escolar por el Consejo Nacional de Cultura.

Ya con 28 años había sido traducida al francés, al inglés, al italiano, al alemán y al griego. Perteneció al comité fundador de la Universidad Popular de Cartagena, como profesora de literatura y composición, pero también de francés y lengua española. Cuando pidió ser becada por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para estudiar en Francia o Bélgica, citó una larga nómina de autores e instituciones que podían dar referencias sobre ella, entre ellas «todas las entidades culturales y personas que vigilan la labor de la juventud española que se desvela por la difusión entre las clases humildes del saber y de la belleza». Entre esos nombres sugeridos, por ejemplo, cita al poeta de Moguer Juan Ramón Jiménez (que luego sería, en 1956, Premio Nobel de Literatura); los escritores Jorge Guillén (que fue catedrático de Literatura en Murcia en los años 20), Gabriela Mistral, Concha Espina, Cipriano Rivas Cherif y Pedro Salinas; El historiador y diplomático cubano José María Chacón y Calvo, o el Patronato de la Misiones Pedagógicas.


Carmen Conde y Amanda Junquera, Universidad de Murcia, 1936.


Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver


Conde aprobó los cursillos de Magisterio en 1936, «pero el Ministerio de Educación no le reconocería su ingreso en el Cuerpo de Magisterio hasta más de cuarenta años después, tras el fin de la dictadura franquista y la restitución de la democracia, cuando se publicó la Orden Ministerial de 8 de mayo de 1978 que, con efectos de 1 de julio de 1977, la integraba en el Cuerpo del Magisterio Nacional». El 11 de diciembre de 1978, según recuerda Díez de Revenga, el Ministerio de Hacienda la integró como jubilada en las Clases Pasivas del Estado con todos los derechos, y ese mismo año fue propuesta como académica de número de la RAE, «uno de los mayores hitos de su carrera literaria y de nuestra historia», haciendo su ingreso en 1979, y siendo la primera mujer en lograrlo. «Dada la popularidad y notoriedad que alcanzó, algunas personas desconocidas se dirigieron a ella para solicitar su ayuda en el reconocimiento de sus derechos, respecto al mencionado decreto».

La cartagenera, debido a la guerra civil en España, no solo no pudo ingresar en el Magisterio Nacional el año en que aprobó su ingreso, «aquel horrible 1936», sino que tampoco pudo disfrutar de la beca que le había concedido la Junta para la Ampliación de Estudios. Como novedad, el libro de Díez de Revenga aporta la documentación que conserva el Archivo de la escritora y que custodia el Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver de Cartagena sobre los exámenes a los que se sometió como «cursillista 107».

«La poesía se convierte a partir de ahora en consolación», estima el catedrático Díez de Revenga sobre sus años de confinamiento voluntario al comienzo de la posguerra

Una de las etapas «más complejas y menos exploradas» sobre Carmen Conde es sobre su «confinamiento voluntario» de los primeros años de la posguerra, y, según Díez de Revenga, su verdadero refugio sería la escritura. «La poesía se convierte a partir de ahora en consolación», estima el catedrático. Es un intento de explicar su identidad y su destino, anota el catedrático, y cuyo reflejo es, por ejemplo, el poemario ‘Ansia de la gracia’. En esos años de «apartamiento y exilio» aparecen frecuentemente seres sobrenaturales, ángeles y arcángeles, y otras representaciones poéticas que definen su universo, como «los sueños, las sombras y, sobre todo, los recuerdos y la memoria de la tragedia colectiva reciente, aún viva, que ha dejado huella muy profunda en la escritora y que se consagra en sus oleadas de memorias». Su lírica de desterrada se compone de libros como ‘Mío’ (1941), ‘Ansia de la gracia’ (1945), ‘Mi fin en el viento’ (1947) y ‘Sea la luz’ (1947), así como en ‘El Arcángel’ (1939), que permaneció inédito hasta 1967.

Hay otra novela que permaneció inédita hasta 2002, ‘Virginia o la calle de los balcones azules’, con estudio de Pilar Palomo, publicada por la Editora Regional. Su primera obra fue ‘Brocal’ (1929), y desde entonces, según Díez de Revenga, trabajó denodadamente ocupando «un puesto sobresaliente entre los jóvenes componentes de la más brillante promoción de escritores del siglo XX, en el que la escritora llevaría a cabo una estimable y sólida obra literaria».


Retrato de Carmen Conde en octubre de 1924.


Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver.

Imagen - Retrato de Carmen Conde en octubre de 1924.

Su obra como escritora de viajes también ha sido abordada por especialistas como María Victoria Martín González, que pone de manifiesto a una periodista «amena, encantada con los lugares que visita, entusiasmada con las descripciones, llena de vida y naturaleza, enriqueciendo a cada paso el idioma que ella tanto amó». De esos viajes hay textos escritos sobre Nicaragua, Miami y Puerto Rico (enero-marzo, 1963), México (abril 1974), Nueva York (junio 1974), China (octubre-noviembre 1975), Canadá (mayo 1978); Nebraska, Miami y Nueva York (octubre-noviembre 1979), y Nueva York (octubre-noviembre 1983). De todos ellos se conserva documentación en el patronato. En muchos de estos lugares intervino en congresos, actos académicos, protocolarios y encuentros con autoridades y profesores. En México, por ejemplo, se encontró con dos escritoras españolas exiliadas, Concha Méndez y Ernestina de Champourcin. Esos lugares tienen también reflejo en su poesía, tanto como otros que formaron parte de su vida, como El Escorial, Velintonia (Madrid) o el Mar Menor, al que dedicó un libro.

Otro libro indispensable sobre su figura es ‘Carmen Conde. Vida, pasión y verso de una escritora olvidada’ (Temas de Hoy, 2007), de José Luis Ferris. De su amistad con Miguel Hernández quedan hermosas fotografías de sus viajes a Cabo de Palos y Cartagena, y testimonios escritos que todavía pueden dar mucho de sí. La aportación de Díez de Revenga al conocimiento y reconocimiento de Carmen Conde es invaluable, y queda como puerta abierta a futuras investigaciones. Un legado que parece, por momentos, infinito.

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