Ana de Dios
Miércoles, 8 de enero 2025, 10:58
¿Cómo es una ducha ideal? Ante esta cuestión las respuestas son probablemente muy dispares, ya que entran en juego las preferencias de cada persona y también la época del año. Mientras que en invierno es raro que alguien opte por un baño frío y en verano muchos huyen del agua caliente, desde el punto de vista dermatológico hay ciertas recomendaciones que conviene seguir para no perjudicar la piel.
Uno de los aspectos en los que coinciden los dermatólogos es en la frecuencia de las duchas. Aunque es común ducharse diariamente, hacerlo en exceso puede alterar la barrera cutánea y afectar a la microbiota de la piel, es decir, el conjunto de microorganismos que la protegen. Ducharse repetidamente o de manera muy prolongada puede provocar sequedad, picazón o incluso reacciones alérgicas debido a la pérdida de los aceites naturales de la piel. Según explica la dermatóloga Ana Molina, una ducha diaria es suficiente y, en la medida de lo posible, esta no debería durar más de cinco minutos ni superar los 95 litros de agua. La idea es conservar el equilibrio de la piel, evitando eliminar sus aceites naturales y sus microorganismos protectores.
El uso de jabón también es un punto clave en la ducha ideal. Molina señala que, aunque muchas personas tienden a enjabonarse todo el cuerpo, en realidad basta con aplicar el jabón en zonas específicas que tienden a producir más olor, como las axilas, los genitales, los pies y el rostro. En el resto del cuerpo, es suficiente con dejar que la espuma que escurre del jabón pase superficialmente. De esta forma, se evita una limpieza excesiva que pueda resecar zonas menos propensas a ensuciarse o a generar olores.
Agua fría o caliente, ¿cuál es mejor para la piel
La temperatura del agua es otro factor fundamental para una ducha saludable. Según explica el enfermero Jorge Ángel, conocido en redes como ‘@enfermerojorgeangel’, el agua caliente tiene la ventaja de ofrecer una sensación de relajación y puede ayudar a aliviar contracturas musculares. Sin embargo, el agua caliente también tiene inconvenientes: puede resecar la piel, favorecer la aparición de arañas vasculares o varices debido a la vasodilatación que provoca y, en general, aumenta el riesgo de deshidratación cutánea.
Por el contrario, el agua fría tiene sus propios beneficios. Aunque no es la favorita de todos, especialmente en épocas con las temperaturas más bajas, el agua fría ayuda a mantener los aceites naturales de la piel, cierra los poros y proporciona una sensación de energía y revitalización. También es útil para reducir inflamaciones localizadas. Sin embargo, para muchos, una ducha de agua fría no es viable, especialmente en invierno, debido al desagradable choque térmico.
La mejor opción, coinciden los expertos, es el agua templada, idealmente entre 28 y 30 grados. Esta temperatura ofrece un equilibrio perfecto: no genera la deshidratación ni la vasodilatación del agua caliente y es mucho más tolerable que el agua fría, especialmente en épocas de clima más riguroso. El agua templada permite limpiar adecuadamente sin agredir la piel, manteniendo su barrera protectora y su microbiota en condiciones óptimas.
En resumen, la ducha ideal desde el punto de vista dermatológico es breve, moderada en cuanto a la temperatura del agua, y centrada en una limpieza selectiva, utilizando jabón solo en las zonas necesarias. Estos cuidados contribuyen a una piel sana, hidratada y protegida, sin renunciar a la sensación de limpieza y frescura que tanto se disfruta.
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Enlace de origen : ¿A qué temperatura deberías ducharte para mantener tu piel sana? Un enfemero responde a esta cuestión: «Puede provocar...»
