«Pese al ruido, en redes los buenos somos más; vivir en ese odio te enferma»

«Pese al ruido, en redes los buenos somos más; vivir en ese odio te enferma»

Jueves, 9 de enero 2025, 00:45

Nervios, prudencia y «una sensación de mucho vértigo». Esas son las emociones por las que ahora mismo se mueve Marta Nieto (Murcia, 42 años), que este viernes estrena en las salas de cine ‘La mitad de Ana’, su puesta de largo como directora, con un guion coescrito entre la propia Nieto y Beatriz Herzog. En ella, da vida, además, a la protagonista, una madre divorciada y en plena crisis financiera y emocional que debe gestionar la transición de género de su hijo.

-Comenzó a hablar de este proyecto en 2019, durante la promoción de ‘Madre’. ¿Cómo surgió?

-Pues el inicio es una idea política y es que quiero ver a mujeres haciendo cosas y de repente pienso: Y yo, ¿quiero hacer algo? De pronto me reconozco con una pulsión que tiene que ver con hablar de una experiencia que para mí fue muy intensa y muy compleja como la maternidad. A partir de ahí me puse a escribir un proyecto un poco a escondidas porque me daba mucho pudor contarlo en mi entorno. Pero lo presenté a las residencias de la Academia de Cine y me cogieron. Eso, claro, te valida y te atreves a seguir avanzando. La primera versión de guion se la leyó María Zamora y entró en la película como productora, lo cual también es otro aliciente y una validación más, así que entré a escribir con Beatriz Herzog, que tiene formación de guionista y es maravillosa. Nos compenetramos para poder hacer la mejor película posible con la historia y así fue todo, de manera orgánica. Ha sido muchísimo trabajo, algo que más o menos sabía, pero hasta que no te pones a hacerlo…

-Ha sido un proceso de cinco años, ¿ha cambiado mucho la película en todo este tiempo?

-Ha evolucionado mucho porque cuando la empezamos a escribir no existía la ‘ley trans’ ni ‘20.000 especies de abejas’ y entonces hemos ido adaptando el asunto para que tuviera sentido para nosotras seguir hablando de él. Nos interesaba abrir la conversación un poco hacia estos lugares del amor propio y de la serenidad en estos procesos. El marco de la exploración de género ya es un derecho, pero ahora, ¿cómo se explora el género? Queríamos proponer la responsabilidad de los adultos como sistema para generar menos tensión, más tranquilidad y una herramienta fundamental, que es el amor propio. Las mismas herramientas sirven para educar a un niño cis que a un niño trans, así que era como normalizarlo. Y ahí sobre todo es donde más se ha modificado el guión: ya no hacía falta hacer pedagogía, porque ya todo el mundo tenía una opinión, sabía de qué iba, y se trataba de ir hacia un lugar un poquito más abstracto. Nos hemos apoyado mucho en un pensador sobre lo trans que es Miquel Missé, que ha estado asesorándonos todo el proceso. De hecho el personaje de Pau, al que da vida Pablo Alamá, tiene mucho de Miquel y de su discurso. Una cosa es que esto ya se pueda hacer, y otra cosa es cómo se puede hacer.

-No siempre tuvo claro que la dirigiría y la protagonizaría…

-No, qué va. Fíjate, es de estas cosas que digo: «Si yo llego a pensar eso entonces, me muero del miedo y del pudor». No era algo que tuviera en mente, pero cuando entra María Zamora, me dice: «Bueno, la vas a dirigir, ¿no?». Me lo pregunta como dándolo por hecho y pienso, joder, pues igual tiene sentido porque me lo estoy imaginando cada vez que escribo. Y con esta idea de mujeres haciendo cosas, doy un paso para adelante. Así que me propuso hacer el cortometraje ‘Son’ para ver si me sentía bien, que lo protagonizaron Patricia López Arnaiz y Ale Colilla, y claro, conforme iba avanzando y nos acercábamos a la fecha de rodaje, pues es que ya Patri había hecho ‘20.000 especies de abejas’, entonces no tenía mucho sentido que hiciera dos películas sobre el asunto. Y María me volvió a preguntar: «¿Qué hacemos? ¿Lo interpretas tú?». Y pensé, hostia, pues igual es el mal menor. Y así fue (ríe). Pero claro, es durísimo dirigir e interpretar en una primera película.

-Eso le iba a preguntar.

-Es muy duro porque tienes la mitad de tiempo y la concentración dividida. De hecho, si ves la película, la mitad del tiempo yo estoy de escorzo o de espaldas, pero porque no tenía otra (ríe). O sea, era como tengo que elegir y yo sé qué quiero contar aquí, pues yo me pongo asá, porque es que no me da para más. Es lo más duro del proceso. Porque he de decir que en todo lo demás he estado muy bien acompañada, rodeada de gente talentosísima que ha aportado un montón de cosas y he sentido que el proceso de dirección es muy orgánico porque es nutrir la película de todos los demás, pero sin que se desvirtúe. Gente muy buena, haciendo cosas muy bien y guiándonos, un trabajo fundamentalmente en equipo… Eso me ha encantado.


Marta Nieto y parte del equipo observa el combo, durante el rodaje.


Niete


-La infancia trans sobrevuela todo el largometraje pero, a diferencia del corto, en ‘La mitad de Ana’ no es el tema central, sino un conflicto que contribuye de alguna manera a que Ana se recomponga y se reencuentre.

-Sí. El cortometraje fue parte también del proceso de escritura y de investigación sobre lo trans. Hablamos con las asociaciones, con las familias… El niño que interpretó en ese momento a Son estaba atravesando ese proceso y no te diría que el cortometraje es un documental, pero hay algo que se le acerca porque él habla mucho respecto a su transición y sus sentimientos y sensaciones. Mucho de lo que hay en la película final sigue teniendo que ver con esa experiencia, porque para Ale fue un proceso precioso y fascinante. Pero sí, también en el cortometraje era importante que el personaje encarnase la experiencia, así que pusimos toda la voz en él, y le dejamos libertad. Lo que pasa es que durante todo el proceso del largometraje llegamos un poco a la conclusión de que nos daba mucho pudor hablar desde la boca de los niños porque al final son personas que están explorando, que están aprendiendo, y que están muy influenciadas por su entorno. El discurso que normalmente tiene un niño es el de los padres, inevitablemente, porque es lo que ve y lo que oye, y había algo de esto que nos parecía un poco peligroso, y como el punto de vista era el de la madre, ha habido todo el tiempo como un distanciamiento. A día de hoy no sé lo que piensa Son ahora mismo, no soy capaz de entrar en la cabeza de un niño, pero sí me puedo acercar a la cabeza de una madre.

-Sin duda, una de las claves de la cinta es la elección de Noa Álvarez para dar vida a Son. ¿Cómo fue el proceso de casting?

-Pues es que llegó como agua bendita. Es una gran actriz, así que llegó e hizo un casting increíble… Estábamos en una fase en la que el casting estaba abierto a niños, niñas y niñes, pero yo no me sentía preparada. Así como en el cortometraje no hay ninguna escena de dolor donde el niño tenga que sufrir y Ale no sufrió, sino que todo estaba en función de él, en la película sí y yo no quería tratar con el dolor real de un niño o no sabía. No sé, yo no soy psicóloga, nos daba mucho miedo abrir una caja de experiencia real, y luego no poder cerrarla, y esto pasaba en los castings. Total, que apareció una niña actriz cis que entendía perfectamente el conflicto, y luego estuvimos cuatro meses ensayando antes de empezar a rodar, con Gerard Oms, que es un coach de actores, generando todo: vínculos, recuerdos, composición física… Es que Noa es muy femenina, es una princesa, va de rosa y le encanta, pero es una gran actriz.

Un episodio de ‘bullying’ durísimo

-Hubo una avalancha de odio en redes sociales el día que anunciaron que Noa encarnaría a Son.

-Sí, sufrimos un episodio de ‘bullying’ durísimo. A mí me gusta reflexionar también acerca de la propia responsabilidad y cuando lo pienso… Sacamos la noticia del casting cuando se estaba gestando la ‘ley trans’, fue un fallo de fecha. Claro, la metes en redes y entonces estás jugando a lo que ellos están jugando, le estás abriendo una puerta, por decir algo. Es que no éramos para nada conscientes. Fue un error, inconsciencia, pero eso luego también nos ha hecho proteger mucho más todos los procesos de la película. Lo que pasa es que internet es como un mundo sin ley, donde todo está superpolarizado, aunque gracias a Dios creo que se traduce poco a la acción. Es decir, hay mucha emoción, mucho insulto, pero poca acción. Yo lo viví como un susto brutal, físicamente lo sentía porque me daba miedo salir a la calle… Pero, ¿por qué? No sabían de qué iba la película, no sabían qué íbamos a contar, era odio por odio. Entiendo que no es hacia mí y que no tenía que ver con nosotras, ni siquiera con la historia, tiene que ver con el miedo que produce lo desconocido, con que era un momento muy delicado, que estaba todo muy a flor de piel y con este lugar, que son hordas de peña y bots. Hay una especie de guerra en redes que algún día se estudiará.

-¿Cree que una película como esta puede lograr acabar con ese miedo a lo desconocido?

-A ver, yo creo que el cine tiene esta cosa, que es que te abre el corazón. Si tú conectas con una historia y te ríes y lloras, empatizas. Y empatizar significa entender. En ese sentido, pues sí, cualquier película que cuente historias sobre minorías, pues está abriendo el espectro de empatización sobre las mismas, pero con cualquier circunstancia. Cuando te ves una película, ya tienes un recuerdo y te es más difícil agredir. También creo que en esta cosa de las redes, los buenos somos más. Creo que las hordas de ‘haters’ son un nicho muy pequeño, que hace mucho ruido, pero que en realidad no son tantos, porque vivir en esa sintonía de odio te enferma. No pasa eso en la calle, ni pasa eso en los colegios. A la que te pones a investigar y ves los casos de niños trans en colegios, la aceptación es total entre ellos mismos, hay protocolos, los profesores saben qué hay que hacer… No hay grandes problemas en realidad.


Varios fotogramas de la película.


Niete

Imagen principal - Varios fotogramas de la película.

Imagen secundaria 1 - Varios fotogramas de la película.

Imagen secundaria 2 - Varios fotogramas de la película.

-De hecho, hay una secuencia muy emotiva, que el espectador observa prácticamente entre bambalinas, que relata precisamente eso.

-Como nos daba mucho pudor hablar desde la boca de Son, había algo de ponerlo todo desde el punto de vista de los padres, y entonces generar en el espectador esta sensación de querer saber qué va a pasar. Porque tenemos mucho miedo, porque nos han contado cosas terribles, y porque las redes son verdad. Alguien podría haberle tirado a Son un estuche o podrían haberle insultado, pero no, lo que pasa es lo que suele pasar, que la gente es buena, y los niños son buenos y empatizan. Nos gustaba un poco esto: generar esa sensación como madre de peligro constante, para luego constatar que todo es mejor de lo que uno cree.

-Es su primer largometraje detrás de las cámaras, ¿qué debilidades y qué fortalezas se ha visto?

-Me gusta mucho trabajar en equipo, me gusta mucho ver los dones de la gente e intentar sacar el máximo, ponerlos al cien, y que se sientan parte del proceso, y que tengan capacidad para estar ahí y aportar, esto me parece precioso. ¿Lo malo? Tengo a veces poca paciencia, pero como directora, como madre, como pareja… Estoy en ello todo el rato, pero bueno, ahí voy, ahí voy (ríe).

-¿Cómo se ve ahora? ¿Tiene ganas de repetir esta experiencia?

-Yo soy actriz, escribo desde las emociones, dirijo desde las emociones, y totalmente vivo desde ahí. He ampliado un espectro, siento como que me he hecho más grande, más gorda. Siento que ahora esto ya lo puedo hacer y para mí es muy parecido a la sensación de libertad. Estamos escribiendo otra película con Bea y esto ya es una herramienta que me gustaría volver a poner en juego, pero es que yo todo lo hago desde como yo entiendo la interpretación, desde el personaje, desde el mundo emocional, y ahora mismo tengo mucho mono de actriz.

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