Llamadas divinas en crisis: cerca de un centenar de religiosos se han ido de la Región en un lustro

Llamadas divinas en crisis: cerca de un centenar de religiosos se han ido de la Región en un lustro

Lunes, 13 de enero 2025, 01:12

Quienes han sentido la llamada de Dios la definen como un profundo sentimiento que recorre el alma y les impulsa a vivir la fe de forma activa. No siempre aparece de repente, ya que el místico camino hacia la espiritualidad suele ir ligado a la persona que decide recorrerlo desde su germen. Un destino de vida consagrada repleta de amor misericordioso que no pasa por su mejor momento en la Región por la falta de vocaciones.

La caída de ‘llamadas divinas’ ha propiciado en los últimos años la marcha de comunidades afincadas históricamente en territorio murciano, como es el caso de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Caravaca (1883-2024); los franciscanos de Cehegín, artífices de la llegada de la imagen de la Virgen de las Maravillas al municipio hace 299 años, que dejaron el Convento de San Esteban en septiembre de 2022; las Hijas de la Caridad de Blanca (1897-2019); las clarisas de Mula, que en 2019 se fueron del Monasterio de la Encarnación después de más de trescientos años; los franciscanos que habitaron el Santuario Virgen de las Huertas de Lorca durante cinco siglos; y los dominicos de Murcia, que dejaron la capital del Segura en 2018 tras cuatro décadas de servicio y dedicación.

Órdenes religiosas

Órdenes religiosas femeninas 39 de

vida activa 8 de vida contemplativa

1 vida eremítica

Religiosas

Religiosas de vida

contemplativa en

14 conventos

Órdenes

religiosas

masculinas

Religiosos en

17 comunidades

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Órdenes religiosas femeninas 39 de

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14 conventos

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Órdenes religiosas

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8 de vida contemplativa

1 vida eremítica

Religiosas

Órdenes religiosas

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14 conventos

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17 comunidades

«Mucho dolor de corazón»

Las últimas en decir adiós han sido las monjas benedictinas del Santuario de la Fuensanta, guardianas de la Patrona de Murcia desde 1978. Las religiosas se irán en los próximos días de Algezares «con mucho dolor de corazón» por la falta de relevo generacional en una comunidad en la que el envejecimiento ha hecho mella, según destaca la abadesa de la congregación, la madre Carmen, quien reconoce que dejar la Región ha sido «una decisión muy difícil de tomar».

A lo que añade que asumen esta nueva etapa en la que se unirán a sus hermanas de Alba de Tormes, en Salamanca, como «la voluntad de Dios y de sus caminos». Con su marcha, la puerta del monasterio contiguo a la casa del monte de la Morenica se cerrará después de más de cuatro décadas en las que su principal misión ha sido «acompañar al pueblo en su devoción a la Virgen». A pesar de que no tienen más remedio que poner tierra de por medio, la abadesa destaca que «queremos a los murcianos de todo corazón y siempre los llevaremos con nosotras, como a la Fuensanta».

La marcha de comunidades como la de las benedictinas ha hecho que el número de personas que profesan su fe activamente en comunidades eclesiásticas haya descendido un 14% en el último lustro en la Región, pasando de 751 en el año 2020 a 645 en la actualidad, según los datos que maneja la Diócesis de Cartagena. En el conjunto del país, esta cifra asciende a 33.139, según la Conferencia Española de Religiosos. Respecto al perfil de las vocaciones espirituales en la comunidad autónoma, las mujeres se imponen claramente a los hombres, con 565 monjas pertenecientes a 48 órdenes, de las que 120 se dedican a la vida contemplativa repartidas en catorce conventos de clausura; frente a 80 religiosos de una docena de congregaciones que residen en dieciocho casas. De ellos, ninguno vive enclaustrado.


Arriba: Las comunicadoras eucarísticas María Fernanda, Margarita y Mariana de Jesús, en la puerta del Monasterio de la Encarnación de Mula. Abajo: Hermanos maristas de Cartagena cantando en la residencia donde comparten sus vidas y monjas clarisas de Murcia, siguiendo una misa tras las rejas del coro de la iglesia de Santa Clara.


Nacho García | Pablo Sánchez / AGM

Imagen principal - Arriba: Las comunicadoras eucarísticas María Fernanda, Margarita y Mariana de Jesús, en la puerta del Monasterio de la Encarnación de Mula. Abajo: Hermanos maristas de Cartagena cantando en la residencia donde comparten sus vidas y monjas clarisas de Murcia, siguiendo una misa tras las rejas del coro de la iglesia de Santa Clara.

Imagen secundaria 1 - Arriba: Las comunicadoras eucarísticas María Fernanda, Margarita y Mariana de Jesús, en la puerta del Monasterio de la Encarnación de Mula. Abajo: Hermanos maristas de Cartagena cantando en la residencia donde comparten sus vidas y monjas clarisas de Murcia, siguiendo una misa tras las rejas del coro de la iglesia de Santa Clara.

Imagen secundaria 2 - Arriba: Las comunicadoras eucarísticas María Fernanda, Margarita y Mariana de Jesús, en la puerta del Monasterio de la Encarnación de Mula. Abajo: Hermanos maristas de Cartagena cantando en la residencia donde comparten sus vidas y monjas clarisas de Murcia, siguiendo una misa tras las rejas del coro de la iglesia de Santa Clara.

  1. Las monjas más veteranas

    Fusión para no desaparecer

La orden femenina que más presencia tiene en el mapa regional y la más antigua es la de las Hermanas Pobres de Santa Clara, conocidas popularmente como monjas clarisas. Presentes en Murcia, Lorca, Caravaca de la Cruz, Cieza y Santomera, estas religiosas de vida contemplativa llegaron por primera vez a la Región en el año 1272, ocupando el hogar que antes fue de los franciscanos: el Monasterio de Santa Clara de la capital. Junto a las agustinas descalzas, capuchinas, carmelitas descalzas, cistercienses, concepcionistas, dominicas y justinianas, son las religiosas que experimentan el recogimiento como parte de su carisma en catorce conventos de clausura.

«La gente se preguntará ‘¿qué hacen esas monjas encerradas?’», resalta Luisa María Martínez, hermana superiora de las clarisas del centro de Murcia, que habitan en un remanso de paz en pleno corazón de la urbe donde el tiempo parece detenerse. «Vivimos en otra onda y somos felices», explica sobre la vida dedicada a la oración con la que cumplen la misión que les encomendó su fundadora de «ser sostenedoras de la humanidad» en un mundo en el que, a su parecer, «las personas se angustian porque no saben que teniendo a Dios, lo puedes todo».

«Olvidarse de una misma»

Actualmente, la comunidad religiosa más longeva de la Región está compuesta por catorce monjas de edades comprendidas entre los 22 y los 94 años que residen a caballo entre Murcia y Hellín, municipio albaceteño en el que establecieron hace 25 años su segunda sede para no desaparecer. «Pedimos permiso al Vaticano para hacer una fusión porque peligraba la continuidad después del decreto de la Santa Sede que dicta que para mantener un convento tiene que haber al menos cinco religiosas; aquí fueron falleciendo hermanas y hubo un momento en el que solo quedaron tres», explica esta mujer de Dios nacida en Tobarra a la que la vocación no le llegó de repente.

«A los 17 años, el Señor me dio un toque, pero en un principio me resistí un poco y no entré al convento hasta los 22», cuenta sobre su llamada. Ahora tiene 80, pero su rostro parece ajeno al paso del tiempo. «El secreto es olvidarse de una misma, no mirarse el ombligo y entregarse a los demás; influye mucho para encontrarse bien física, mental y espiritualmente», asegura Luisa María con una dulce sonrisa que refleja la armonía que reina en su interior. Sobre la clausura en la que viven las clarisas, la hermana superiora puntualiza que «podemos salir a la calle siempre y cuando sea útil, conveniente y necesario; pero aquí es donde queremos estar, rezando por todo el mundo y con las puertas abiertas para quien nos necesite. Viene mucha gente a tocarnos el timbre», resalta esta monja que antes de enclaustrarse trabajó como telefonista.

  1. Savia nueva desde Colombia

    Monjas del siglo XXI

En el extremo opuesto a las clarisas se encuentran las Comunicadoras Eucarísticas del Padre Celestial, que llegaron a Mula hace tres años procedentes de Colombia con el objetivo de «evangelizar a través de redes sociales y medios de comunicación». Religiosas del siglo XXI que componen la comunidad más joven de la Región y cuyo carisma se basa en transmitir la fe católica usando las nuevas tecnologías. El padre Antonio Lootens y la madre Gabriela del Amor Crucificado son los fundadores de una orden que surgió en el Monte del Silencio del municipio de Piedecuesta (cerca de la ciudad de Bucaramanga) y se constituyó en Cali hace tan solo cinco años.

Allí vivieron como ermitañas y silenciosamente las hermanas Margarita María del Sagrado Corazón de Jesús, Mariana de Jesús, María Fernanda de la Infancia del Niño Jesús y María Cielo del Dulce Corazón de Jesús y María antes de desembarcar en el Monasterio de la Encarnación de Mula -declarado Bien de Interés Cultural- que las clarisas dejaron vacío en 2019 al trasladarse a Elche. Desde hace tres años, las religiosas sudamericanas son las moradoras de esta joya patrimonial donde se custodia la Santa Espina. Una reliquia que, junto a la historia del Niño de Mula, ha conquistado a estas monjas cuyos hábitos reflejan la frescura de su carisma. «Hemos retransmitido en directo por Instagram la oración de la Coronilla de la Misericordia de la Santa Espina y ha tenido mucho éxito en todo el mundo», recalca la hermana Margarita, que se ha propuesto poner en valor esta pieza sagrada. «Es una reliquia de la pasión de Cristo muy importante y habría que promocionarla como la Cruz de Caravaca», propone la responsable de la comunidad antes de que suene la campana que anuncia que es mediodía y toca rezar el Ángelus.


Una de las comunicadoras eucarísticas de Mula.


Nacho García


  1. Enseñanza como carisma

    Religiosos sin hábito

En el caso de comunidades masculinas como la de los Hermanos Maristas de las Escuelas de Cartagena, la ausencia de hábito hace que pasen desapercibidos como religiosos. El carisma de esta congregación, que también está presente en Murcia y Alcantarilla, es la enseñanza. «Nuestra misión es hacer buenos cristianos y excelentes ciudadanos», afirma el hermano animador, Francisco García. Nacido en Lorquí hace 75 años, es el más joven de una comunidad compuesta por trece hombres que se han dedicado a la docencia a través del estilo de vida consagrada.

Respecto a la crisis de vocaciones, el hermano Francisco muestra su preocupación. «Comprometerse a perpetuidad es difícil y da mucho miedo; en Valencia hemos tenido que cerrar», lamenta. Sobre el futuro de los maristas en la ciudad portuaria, comenta que «nos vamos haciendo mayores y no sé lo que pasará dentro de unos años; el más veterano tiene ya 98».

En el caso de que la comunidad no tuviera más remedio que desaparecer, su legado se mantendrá con el colegio y la residencia de ancianos del barrio cartagenero de San Ginés. Inmueble que comparten con 140 mayores a quienes los maristas animan en sus ratos libres «cantando un amplio repertorio, recitando poesía y leyendo en voz alta novelas como ‘El Principito’. Al hilo de esta faceta creativa, el hermano Franscico confiesa que, de no haber optado por la vida religiosa, se hubiera dedicado al mundo del arte. Sin embargo, el requerimiento de Dios tuvo mucha más fuerza. «El Señor sigue llamando; pero no tanto como antes».


Cuatro de las monjas que residen en el Monasterio de Santa Clara, ubicado en el centro de Murcia.


Nacho García


  1. Las órdenes religiosas tienen «patrimonio de un valor incalculable»

El historiador del arte Nacho Ruiz asegura que las órdenes religiosas atesoran «patrimonio de un valor incalculable». En este sentido, explica que «en los conventos y monasterios de la Región de Murcia nada está en su sitio y es prácticamente imposible que un cuadro o una escultura siga en el lugar para el que se hizo, incluyendo retablos y fragmentos de retablo». A lo que Ruiz añade que «lo mismo sucede con las piezas de platería y de oro, ya que las desamortizaciones del siglo XIX sacaron a los hombres de los conventos y, además de suelo, se vendió una gran variedad de objetos».

El copropietario de la galería T20 indica que «casi todas las obras de arte religioso que se encuentran a la venta o se subastan vienen de ahí». Además, se refiere a «los constantes movimientos de órdenes» como otro factor que influye en la falta de control de la magnitud del arte sacro. «Por ejemplo, Santo Domingo de Murcia era de los dominicos, pero hoy son los jesuitas quienes ocupan esta iglesia». Como propuesta para conservar el valioso material que poseen las comunidades religiosas, Nacho Ruiz considera que «como medida de urgencia habría que inventariar el patrimonio artístico e histórico de cada centro». Al respecto señala que «a pesar de que las obras y objetos son propiedad de las órdenes, la catalogación es el medio para cuidarlo y conservarlo. Y para que un día todo eso no salga de aquí porque, aunque sea patrimonio privado, hay objetos que tienen un gran valor simbólico o que han sido declarados Bien de Interés Cultural y cuya conservación es prioritaria».

En esta línea, el historiador del arte rememora «movimientos de conventos tan desafortunados como el de las carmelitas de Caravaca a principios del siglo XX, que supuso un desastre humano, patrimonial y político. Hoy no sabemos muy bien qué se llevaron pero, entre otras cosas, elementos que forman parte de la historia de la ciudad santa». Para que estas situaciones no se repitan, también considera necesario dar formación a los religiosos. «Deberían saber cómo conservar lo que tienen, así como evitar restauraciones voluntariosas y ventas por un bien mayor».

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