Miércoles, 15 de enero 2025, 00:51
La editorial Creotz ha vuelto a dar a los lectores la satisfacción de tener en sus manos una obra delicadísima, en forma y en contenido, con evocaciones a una de las grandes autoras de la poesía en lengua española, Dulce María Loynaz (La Habana, Cuba, 1902-1997). La ganadora del Premio Cervantes en 1992, máximo reconocimiento de las letras hispanas, rinde tributo a dos nombres: la poeta cubana, cuyo herbario de juventud no logró salvarse, y Emily Dickinson, escritora norteamericana del XIX que amó, estudió y escribió poesía, con abundante alusión a las flores. Así lo recuerda la editora de Creotz, Teresa Zataraín, en referencia a este ‘Dulce herbario’, que llega de la mano de Juan Kruz Igerabide, autor de una extensa obra literaria para niños y para adultos, que firma los textos, y Mo Gutiérrez Serna, las ilustraciones. «Parece ser» que Dulce María Loynaz compuso en su adolescencia un herbario que no se conservó, y en este volumen Kruz Igerabide y Mo Gutiérrez aportan imaginación y sensibilidad para recrear ese mundo que debió maravillar a Loynaz, con poemas realizados ‘ex profeso’ para este proyecto. ¿Por qué? Porque «hierbas y poesía se complementan». De hecho, «abruma pensar la cantidad de flora que puebla la historia de la poesía. Cada poeta tiene su herbario sentimental». Y cita, por ejemplo, el caso de Emily Dickinson, «una gran herbolaria; clasificaba y utilizaba todo tipo de hierbas y elaboraba poemas con raíces, tallos, ramas, hojas, flores».
‘Dulce herbario’
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Género.
Álbum ilustrado. -
Ed.
Creotz Ediciones, dirigida por Teresa Zataraín. -
Autores.
Juan Kruz Igerabide (textos) y Mo Gutiérrez Serna (ilustraciones).
Recuerda Zataraín que de Emily Dickinson se conserva un ‘Herbario’, que ella misma realizó a los 14 años. «La insigne poeta creció en una granja de la localidad de Amherst (Massachussets), un Edén según sus palabras, donde su familia –y en especial ella misma– plantó árboles y cultivó hierbas y flores, animados sin duda por el exuberante entorno y por una cultura de culto a lo natural. Hoy, su entonces casa es un museo y lugar de peregrinación para los amantes de la poesía y de la botánica».
Como curiosidad, Dickinson «secó y clasificó más de 400 especies, que con inmenso primor pegó en 64 páginas, un álbum forrado en tela verde (igual que el nuestro) y que convirtió en herbario. Cortaba cada flor con tallo y hojas, que sujetaba al papel con una pequeña tira donde figuraba el nombre botánico de cada especie. Tarea nada baladí considerando el inmenso trabajo de campo y estudio posterior. Se guió en su clasificación por el sueco Carolo Linnaeus, cuyo tratado data de un siglo antes», explica la editora de Creotz Ediciones, que para este proyecto ha recibido una ayuda del Ministerio de Cultura a través de la Dirección General del Libro, del Cómic y de la Lectura.
Juan Kruz Igerabide y Mo Gutiérrez recrean con imaginación y sensibilidad esos mundos maravillosos
Sin embargo, para ‘Dulce herbario’, Juan Kruz Igerabide y Mo Gutiérrez se han dejado envolver por el recuerdo de Dulce María Loynaz y su herbario perdido. «Que la inspiración de Dulce María opere un poco de magia para que las semillas de este libro-planta germinen y desplieguen toda su belleza», desean. Y bien que lo consiguen aquí hablando de liquen, helechos, setas, colas de caballo, musgo, prímulas (la primera flor de la primavera), dientes de león, fresales silvestres, parietarias («parecen risitas emocionadas tarareando rimas acariciantes»), hiedras, tréboles, milenramas, muérdagos, brezos, dedaleras, caléndulas, aros, menta, verbenas, alfalfa, pamplinas (hierbas pajareras), bardanas y corazoncillos o hierbas de San Juan, entre otras.
Dice Juan Kruz Igerabide de la menta gatuna o hierba gatera que «los animales tienen emociones y sentimientos, y tal vez también las plantas. Para relajar a los gatos y que duerman a pierna suelta, mi vecina Luchi les da de beber infusión de gatera, o les introduce directamente la planta en la boca. Lo cierto es que los gatos de Luchi dormitan mucho y se dejan acariciar ronroneando». De la cizaña nos cuenta el escritor vasco que «es una mala hierba que de joven se parece al trigo y compite con él por adueñarse del sembrado y echar a perderlo. Todo el mundo sabe lo que significa meter cizaña; dar la imagen de trigo limpio y, con disimulo, echar a perder la buena armonía». Y advierte: «Con mucha maña la cizaña te engaña. ¡’Es tan hermosa y extraña! Pellizcando cual pizpirigaña, te engaña la cizaña con mucha maña».
‘Dulce herbario’, un libro cuya lectura se enriquece poniendo todos los sentidos en órbita, es muy recomendable para niños y jóvenes, y para adultos que quieran recuperar olores y sabores recónditos.
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Enlace de origen : «Cada poeta tiene su herbario sentimental»