Otra noche apoteósica para el Jimbee

Pueden revisar la hemeroteca, bucear en internet y preguntar a cualquier experto en la materia. No encontrarán un precedente similar al del Jimbee Cartagena en este siglo XXI. El fútbol sala es un deporte que tiene asignados al Barcelona, al Inter Movistar y a ElPozo Murcia como los únicos reyes el parqué; a veces osaron con tocar las narices equipos como el Playas de Castellón, el Jaén y últimamente el Palma, pero nadie con la firmeza, la épica y el gen competitivo de este equipo. No es el más rico ni el que más talento individual atesora en la pista. Tampoco el que ficha jugadores a golpe de talonario. Pero lo que sí ha alimentado Duda en este club es un apetito, unas ganas de comerse el mundo, que es capaz de superar presupuestos millonarios.

No importa que en verano se fueran tres pilares (Bebe, Javivi y Lucao); tampoco que los nuevos (Linhares, Mouhoudine, Osamanmusa y Cortés) sean soldados menos curtidos en estas guerras. El Jimbee de Duda es capaz de mantener el gen competitivo, ya como algo intrínseco que lleva en vena, para rendir y estar a la altura de las circunstancias. Solo así se entiende que el Jimbee sea capaz de estar vivo en cinco competiciones diferentes; solo así se entiende que el Jimbee no solo le ganara un partido al Barcelona, el rey de reyes del fútbol sala, sino que lo ha hecho cuatro veces de forma consecutiva en eliminatorias a vida a muerte.

Los meloneros se cargaron a los azulgranas en la final de la Supercopa del año pasado (1-2); en la ida (2-3) y en la vuelta (2-1) del ‘playoff’ de Liga; y anoche en la semifinal de la Supercopa (4-3). Solo jugando con sangre en los ojos, máxima concentración y excelsa pegada es posible. Y el Jimbee, como en las tres ocasiones anteriores, ejecutó en partido perfecto con muy pocos descosidos para llevar a la lona al Barça. Fue de paso el enésimo cruce de caras entre Duda y Tino Pérez, como en aquellos derbis entre ElPozo y el Polaris de los que salió victorioso, como ahora, el hispanobrasileño.

El Jimbee firmó una primera parte impecable. Llevó el protagonismo del partido, acumuló grandes porcentajes de posesión e inclinó la pista en dirección a Los Patojos para acorralar al Barcelona en su rancho. Más de una veintena de ataques, dos remates y un gol, el del notable Pablo Ramírez en el minuto 19, dieron fe de ello (1-0). Como el Barça es mucho Barça nadie lanzó las campanas al vuelo; todos, jugadores y 4.000 aficionados fervientes, mantuvieron la concentración. Jugar y apretar. Apretar y jugar. Tanto es así que ni siquiera el presidente, Miguel Ángel Jiménez Bosque, se movió del asiento cuando Cortés desató la locura con el 4-3 en el minuto 34.

Quedaba mucha tela por cortar y no es para menos esa calma tensa que quedó instalada en el Palacio hasta el pitido final. El Jimbee remontó, fue remontado y volvió a remontar en un segundo acto no apto para cardíacos. Vimos seis goles en un intercambio de golpes sideral. Sin respiro. De jarros de agua fría con Eric Martel a una fe ciega con el 2-2 de Osamanmusa. Una montaña rusa: seis goles en siete minutos que a más de uno le disparó la tensión. Cuando todo parecía perdido, otro clavo ardiendo al que agarrarse; cuando el Barça ajustició con el 2-3, un zapatazo de Darío Gil. Y cuando solo los silbidos dejaban entrever palabras en la pista, la enésima galopada de Pablo Ramírez con asistencia a Cortés en el segundo palo (4-3).

Un pulso. Un tira y afloja. El partido vivió sus momentos más tensos no cuando los árbitros validaron el 1-2 de Traoré (previo placaje de Antonio Pérez a Cortés para impedir que siguiera la marca); sino justo en el momento en que Tino Pérez apostó por el portero-jugador. Fueron los tres minutos más angustiosos para todo el Palacio. Ahí enseñaron los de Duda que no solo de goles vive el hombre, sino también de saber sufrir y apretar los dientes. Reapareció Jesús Izquierdo para taponar disparos; celebró Mellado cada robo; apareció Chemi, el ángel de la guarda; y hasta Tomaz, un defensa titánico, para sacar el 4-4 bajo la línea.

Con sangre, sudor y lágrimas cerró el Jimbee una victoria apoteósica. Solo así se puede ganar a los grandes. Solo así se puede aspirar a ganar cinco títulos en este 2025. El primer y más cercano, revalidar la Supercopa de 2024 en Cartagena, con todo el público a favor y contra el Betis, un equipo de Segunda sin miedo a las alturas que arrebató a los de Duda un triplete histórico la pasada campaña en la final de la Copa del Rey. Toca, por lo tanto, respetar al máximo al rival y mantener exactamente el mismo guion que anoche. El Palacio de los Deportes va a quedarse pequeño para arropar a los cartageneros.