El dolor, la indignación y el miedo al olvido continúan presentes en Valencia meses después de la dana. La tragedia no puede vivir al margen del diálogo, pues es parte de la condición humana. La empatía, la resiliencia, la vulnerabilidad ante la naturaleza, la conciencia … sobre la impermanencia de la vida o la solidaridad colectiva son aspectos que han cobrado atención tras el desastre. Como señalaba Albert Camus, las catástrofes tienen la capacidad de rehumanizar. Sin embargo, en tiempos de división y bronca política, de narcisismo y capitalismo salvaje, cabe preguntarse si verdaderamente se otorga un valor a ello o, por el contrario, son temas que emergen en la actualidad del contexto y desaparecen a medida que también lo hace la cobertura mediática.
Me gustaría escribir que la solidaridad ha funcionado como un imperativo ante los hechos. Es difícil sacar de la memoria a todas esas personas que no dudaron en desplazarse hasta las zonas afectadas y repartir las primeras ayudas directas, contribuir en las labores de búsqueda y limpieza, o incluso que crearon iniciativas solidarias hasta convertirlos en fenómenos virales, como es el caso de DANA Kids o Adopta un Comercio. Sin embargo, los bulos para avivar la incertidumbre y obtener un rédito político, y la obsesión de algunos ‘influencers’ y medios de comunicación para capitalizar el desastre nos devuelven otra realidad. Lo inmoral también defiende su espacio incluso cuando el sufrimiento y los escenarios apocalípticos acaparan nuestra atención.
Tristemente, no son pocas las ocasiones en las que se necesitó una tragedia climática para reflexionar sobre nuestras acciones y modificar nuestros comportamientos, para visibilizar problemas estructurales y plantear medidas preventivas. Una tragedia puede funcionar también como un catalizador del cambio. Al fin y al cabo, toda crisis es social y nos apela como comunidad. Los ‘influencers’ parecen no ser ajenos a esto. A través de las redes sociales, se convirtieron en altavoces informativos y compartieron sus acciones solidarias. Si bien, ante tales actos, también surgió una incómoda pregunta: ¿fue un interés real o solo un gesto oportunista para no perder ‘engagement’?
Por supuesto, habrá casos y casos. Tan importante me parece no juzgar a la ligera como mantener un sentido crítico de sus acciones. No hay que olvidar que detrás de cada perfil de ‘influencer’ hay una persona. Podrá gustarnos más o menos su modelo de negocio, su contenido o que no hagan alarde de su ideología por miedo a la cancelación de usuarios y marcas, pero debe prevalecer una ética mínima incluso cuando se señala un mal comportamiento. Además, aun cuando pueden tener obligaciones, como el uso veraz de la información o la transparencia publicitaria, los ‘influencers’ no están obligados a ser impolutos y ejemplares.
En el mundo del marketing y las comunicaciones, tal y como también ocurre en la política, las apariencias son fundamentales. Cuando tienes el poder de influir sobre los demás y ‘contagiarles’ con tu espíritu solidario, ¿para qué vas a actuar con discreción? Aún cuando la intención de visibilizar la solidaridad puede ser instrumental e incluso ligada al miedo de perder dinero, seguidores o patrocinios, si la acción reporta valor e impacto social, ¿tiene sentido ocultarlo? En la expresión hay un propósito, en el mensaje hay unos valores. Ahora bien, lo importante de todo esto es que sea coherente. De modo que, exponer la solidaridad no resulta problemático siempre y cuando ese ejercicio sea creíble.
Si los ‘influencers’ han decidido ser mejores personas, es triste que cambien solo porque la publicidad relacionada con el mundo de la belleza, la moda, la crianza o el ocio no tenga cabida en un momento donde prevalece el interés por lo trágico. Si su compromiso social es superficial, quizá también tengamos que replantearnos, como usuarios, nuestras interacciones digitales. Su popularidad y poder de prescripción no es espontáneo.
Volver a sosiego individual y colectivo todavía parece un sueño lejano para los valencianos. Sin embargo, la normalidad sí que ha regresado a los perfiles de los ‘influencers’. Dado que la dana es un fenómeno ligado al cambio climático, merece la pena reflexionar sobre cómo el modelo de consumo de los ‘influencers’ contribuye al desgaste de nuestro mundo. Es posible que más allá de quitar barro o enviar ayuda, la mejor forma que tienen los ‘influencers’ de contribuir ante este tipo de catástrofes sea creando entornos de influencia más sostenibles.
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Enlace de origen : Reflexiones sobre el 'influencer' en misión solidaria