Djokovic-Alcaraz: la experiencia de un legado contra la lucha por un sueño

Nole y Carlitos se vuelven a ver las caras cinco meses después de su último enfrentamiento. El último duelo entre ambos fue en la final de los Juegos Olímpicos de 2024, en la tierra batida de París, donde el serbio, en los que podrían ser sus últimas olimpiadas, asestó un duro golpe al de El Palmar venciéndole 7-6 y 7-6 y robándole la medalla de oro. Pudo ser un año de matrícula de honor para el pupilo de Ferrero, que en apenas unos meses podría haber sumado a su palmarés Roland Garros, Wimbledon y oro olímpico, pero el serbio, al que muchos se empeñan en retirar, volvió a demostrar que su época todavía no ha pasado y que el trono de Carlitos en unos Juegos aún debe esperar.

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Dicen que la venganza es un plato que se sirve frío, y Djokovic, gélido como él solo, se cobró su particular vendetta en la Philippe Chatrier del mazazo que supuso que un chico de El Palmar de 21 años volviera, por segunda vez consecutiva, a pasarle por encima en la hierba londinense de Wimbledon. En la capital inglesa, el murciano zarandeó a todo un campeón de 24 Grand Slam al vencerle en tres set y meterse en el bolsillo su segunda copa dorada y cuarto grande. La final en el torneo británico fue el penúltimo de los siete enfrentamientos que Alcaraz y Djokovic han librado desde que el murciano entró como elefante en una cacharrería en el circuito ATP.

El de mañana en Australia será el octavo duelo de una lista en la que, de momento, se pueden contabilizar más victorias para Djokovic, cuatro en total, por tres del murciano. De hecho, dos de esas derrotas sufridas por Carlitos ante el serbio han sido en pista dura, una superficie en la que el pupilo de Juan Carlos Ferrero no sabe lo que es vencer a Nole. El palmareño le ha ganado en tierra batida (en el Mutua Madrid Open de 2022) y en hierba, al imponerse en las dos últimas finales de Wimbledon, pero nunca ha sido capaz de superarle sobre el cemento. Otro reto para un tenista acostumbrado a desbloquearlos todos.

Eso es justo lo que quiere hacer en el país oceánico Alcaraz, romper otra barrera y alcanzar otro récord: ser el tenista más joven de la historia en conseguir los cuatro grandes del circuito. Solo le falta Australia. Para ello hay que empezar el 2025 volviendo a morder metal. Tras avanzar por un peligroso camino en el que ha dejado atrás complicadas paradas como las de Draper, Nuno Borges y Nishioka yendo de menos a más y luciendo su nuevo cañón en el servicio, ahora vienen curvas muy cerradas para Alcaraz.

Empieza lo gordo

El camino empieza a complicarse aún más. La cuesta se empina del todo. El primer obstáculo ahora es un todopoderoso Djokovic que no llega en su mejor momento físico, ya que ha dejado alguna señal de flaqueza en Brisbane y en los partidos que ha disputado en la primera semana del Abierto de Australia.

Aún así, el serbio saldrá a la Rod Laver Arena tras machacar en tres set a Lehecka en octavos y a Machac en dieciseisavos y vencer, aunque cediendo un set, en las dos primeras rondas a Basavareddy y el portugués Jaime Faria. Djokovic viene crecido. Quiere más. Sabe que el reloj corre en su contra y que pronto deberá a empezar a despedirse de los torneos en los que se ha hecho grande. Pero Carlitos no quiere frenar. Va a toda velocidad a por un récord. Quiere cumplir un sueño. Ahora falta ver qué pesa más sobre la pista: si la ilusión de un niño que va camino de ser una leyenda o la experiencia de un mito que no quiere dejar el trono.

Novak Djokovic ya vive en la mente de Carlos Alcaraz y no saldrá hasta que pase un largo tiempo desde que se acabe el partido de cuartos de final del Abierto de Australia. El murciano confesó en la rueda de prensa posterior a la victoria ante Jack Draper que «intento no pensar en todo lo que ha conseguido; si pienso en todo lo que ha hecho no podría jugar. 24 grandes, más semanas como número uno». «Pienso en que puedo ganarle, saber mis armas. Vamos a jugar y creer», añadió el murciano, que se ve con fuerzas de superar al tenista más laureado de la historia. Poco le importa que su rival sea el serbio porque, como reconoce el de El Palmar, en esta fase «están los mejores del mundo. Si no fuera Djokovic, puede ser otro de arriba del ranking. Jugar contra Novak nada va a cambiar, sí que cambiaría algo si fuese una final. Voy a preparar el partido del mismo modo que hice anteriormente».

El pupilo de Juan Carlos Ferrero mira atrás y recuerda las veces que se ha impuesto al de Belgrado, con victorias históricas como las logradas en las dos últimas finales de Wimbledon y la de Madrid en 2022, fechas que pueden hacerle entrar a la pista con mayor fortaleza: «Obviamente estoy un paso más cerca. Lo que he aprendido en otros Grand Slam es el hecho de ir día a día, sino pueden ser muy largos. Debo pensar solo en el presente y respetar todas las rondas y jugadores. Eso ayuda para ver tu mejor nivel», admitió el palmareño, que ya centra sus cinco sentidos en el octavo duelo ante el gigante de Belgrado para seguir vivo en la tierra de los canguros.