¿Por dónde empezar esta historia? ¿Por la parte profesional o por la parte humana? Lo cierto es que son indesligables. Porque en la figura de Juan Leal, fotógrafo de LA VERDAD –más de 40 años de profesión, empezó como aprendiz de Tomás Lorente–, corazón … y razón forman un todo. Una vida consagrada a la crónica gráfica regional, que empezó cuando aún no había cumplido los 14 años, y concluyó en 2011, cumplidos ya los 60 años. Lo mejor de este tiempo forma parte de la exposición ‘Juan Leal. Fotoperiodista murciano entre dos siglos’, comisariada por Enrique Martínez Bueso y organizada por la Fundación Cajamurcia, con el apoyo de LA VERDAD, que se inaugura este martes, a las 19.30 horas, en el Centro Cultural Las Claras de la Fundación Cajamurcia. Un acto abierto al público que se antoja, sin duda, como un gran y merecido homenaje a un profesional de la fotografía de prensa muy respetado y querido entre la tribu periodística.
La muestra recoge una selección de 63 instantáneas publicadas en prensa desde la década de los 60 hasta 2010, su último año completo en la Redacción de LA VERDAD. «He visto de todo, por desgracia», cuenta Juan Leal (Los Dolores, Murcia, 1950), a punto de cumplir los 75 años, aún recuperándose de una caída mientras subía las escaleras del centro de salud de San Andrés (Murcia) y que hace casi tres años le dejó tetrapléjico. Después de varias operaciones y diez meses de rehabilitación en el Hospital Nacional de Parapléjicos en Toledo, salió caminando y dando abrazos y gracias a todo el personal médico. «¡Dicen que fue un milagro!», cuenta, sabiendo que sus ojos, a través de la cámara de fotos, vieron cosas difíciles de asimilar. Las mismas a las que un día iba a tener que enfrentarse con resignación.
«Con todo el dolor de mi corazón he tenido que hacer fotos a gente que lo estaba pasando muy mal, y yo también lo pasaba mal. Pero tenía que hacerlo, me tenía que centrar en el trabajo periodístico. Aunque luego lo achacaba», asegura Leal. Le costó trabajo hacer muchas fotos, sobre todo de accidentes de tráfico o de sucesos. «Recuerdo un accidente entre Bullas y Mula, creo que hubo siete muertos, de dos coches que chocaron de frente y que habían estado ambos en una celebración, creo que en una comunión por la mañana. En un coche iban zagales jóvenes, y en otro una familia, y se mataron. Yo fui con el periodista Ricardo Fernández, y estuvieron los cuerpos durante horas, en el lugar donde habían caído, esperando al juez al levantamiento de los cadáveres».
Leal fue testigo del entierro del policía nacional Ángel García Rabadán, asesinado por la banda terrorista ETA tras la explosión de un coche bomba aparcado junto al jardín del cuartel de la Guardia Civil en Murcia el 11 de febrero de 1992. Ese mismo año, el 18 de julio, la antorcha olímpica recorrió las calles de Cartagena, escoltada por policías, en su viaje hacia Barcelona, sede de las Olimpiadas.
Todo no fueron bodas y funerales, como los de las víctimas de la gran riada que arrasó el camping de Bolnuevo, en Mazarrón, en septiembre de 1989. También hubo huelgas y manifestaciones multitudinarias en defensa del Trasvase, inundaciones y desbordamientos del río Segura, mociones de censura con palos y garrotes, y protestas contra la instalación de un albergue de la Fundación Jesús Abandonado en 1991.
TETRAPLEJIA
«Cuando yo trabajaba de fotógrafo y veía a los enfermos en los hospitales, siempre pensaba en lo mal que debían pasarlo. Y mira lo que me tocó vivir. Estuve casi diez meses en el Hospital de Parapléjicos de Toledo [tras una caída en la escalera del ambulatorio de San Andrés]»
Entre medias, el padre Joseíco apretaba el puño de la moto «con sotana siempre». Recuerda al padre Juan Hernández Fernández, «el cura de las Anas, que escribía para el periódico, y era genial. Gracias a él pude entrar a todos los conventos de clausura de Murcia».
También hubo momentos de felicidad –en 1988 fue testigo de una boda en la prisión de Sangonera en Murcia– y de triunfos deportivos, como la primera Copa de España que ganó ElPozo con Paulo Roberto de capitán levantando el trofeo en marzo de 1995, o Acciari subido en volandas en la plaza Circular de Murcia durante la celebración de la promoción a Primera División del Real Murcia, tras empatar en Ponferrada (1-1), resultado que le dio el ascenso matemático a falta de cinco jornadas de Liga el 13 de mayo de 2007.
El catálogo está lleno de momentos destacados de la política regional, como por ejemplo la fotografía en la que vemos a María Antonia Martínez, primera mujer presidenta de una comunidad autónoma española, durante un acto de su partido, PSRM-PSOE, del que también fue secretaria general en los 90, o la derrota de Juan Ramón Calero frente a Ramón Luis Valcárcel en el Congreso Regional del Partido Popular, en el que este último salió como presidente en octubre de 1993. Imperdible otra imagen en la que Valcárcel, entonces concejal del Ayuntamiento de Murcia, plancha una camisa en su casa en 1991. O la de Mariano Rajoy en bañador y toalla en la piscina de un amigo en Abanilla.
Una promesa a la Fuensanta
Juan Leal nació en la casa de sus padres en la huerta de Los Dolores, él y sus cuatro hermanos. «Mi madre –relata– había hecho una promesa conmigo: ir los dos detrás de la Virgen de la Fuensanta en una romería de abril. Me faltaba un mes para cumplir los 14 años. Llegando al santuario había explanadas de olivos y nos juntamos con una familia que resultó ser la de Domingo Lorente, linotipista de LA VERDAD y hermano del fotógrafo Tomás. Mi madre le dijo que quería que yo aprendiera un oficio, y Domingo le contó que su hermano necesitaba un aprendiz. Nos mandó razón al día siguiente, y así empecé en este mundo». Una formación profesional directa. «Cuando entré en el laboratorio y lo primero que vi fue el misterio de la fotografía, que le daba la luz la ampliadora al papel y lo echaba a la cubeta de revelar y salía la imagen, pues claro, imagínate, ya no quise salir de allí».
Al principio trabajó como aprendiz de Tomás cuando LA VERDAD tenía su sede en la plaza de Los Apóstoles; luego pasó a la redacción en Ronda de Levante, y por último en el Camino Viejo de Monteagudo, donde se encuentra en la actualidad. Estuvo dos años aprendiendo la técnica. Y en 1966 publicó la primera fotografía bajo el nombre de su maestro, Tomás. «Un día, en la Sección Femenina, en la calle Rambla, cuando yo había dejado de llevar pantalón corto porque entré siendo un crío, estaban las mujeres haciendo sus labores, bordando en un curso. Yo estaba más nervioso que nada, me fumé un cigarro, me tranquilicé y entré. Vi todo lleno de zagalas, y eché las fotos que había que echar, y me fui. Esa fue una de mis primeras fotografías. Aguanté carros y carretas, y mi madre me decía que ahí estaba bien, que estaba aprendiendo un oficio. Fui muy paciente». Con 17 años ya dominaba el laboratorio, y estaba listo para ser un fotoperiodista de tomo y lomo.
Hubo días en que hizo fotografías de 14 temas distintos. Tenía que estar en todos sitios, lo mismo se pegaba a un ministro que al portero del Murcia en La Condomina. «Había que correr, y, además, con cámaras de carrete que tenías que darle al pasador. Una vez saqué la jugada de un gol en tres fases, desde el regateo al lanzamiento a portería. ¡Imagínate!».
«A mí –admite– me interesaba todo lo que veía. Para mí fue muy importante ir acompañado del redactor de turno, sobre todo en los sucesos». Tiene recuerdos nítidos de reporteros legendarios («García Martínez me llamaba Juanito, me publicó la primera foto que apareció con mi nombre y apellidos, una acequia de Los Dolores llena de agua, con mi hermano metido con un brazo escayolado debajo de un chopo»), becarios, corresponsales y otros compañeros fotógrafos: a todos ellos se muestra agradecido y a todos dedica las mejores palabras. «He visto en todo este tiempo no solo la evolución de la fotografía, sino la del mundo mismo, se nota en las ropas de la gente, en la estética y los peinados».
–¿Qué hizo por la fotografía?
–Ser amigo de todo el mundo y buscármelas. Llegabas a la escena del crimen y aquello era aterrador, pero los patriarcas me conocían y pedían respeto para mí.
–¿Si volviera a nacer?
–Volvería a trabajar de fotógrafo y a hacer todo lo que he hecho, y en la época en la que yo me desarrollé, porque en mi última etapa todo era ya muy frenético.
–¿Quién no se le va de la mente?
–Mi mujer, Loli. El día que me pegué el leñazo en el ambulatorio de San Andrés lo recuerdo perfectamente, quiero dar las gracias al doctor García, neurocirujano, me gustaría volver a verlo. Yo no movía nada. Me operaron enseguida, estuve unos días recuperándome en la Arrixaca y me llevaron a Toledo en una ambulancia que cuando la vieron llegar no daban crédito de lo vieja que era. Lo pasé muy mal al principio, todavía sueño en imágenes cosas que quizás no existieron. Aguanté el chaparrón. Cuando yo trabajaba de fotógrafo y veía a los enfermos en los hospitales, siempre pensaba en lo mal que debían pasarlo. Y mira lo que me tocó vivir. Estuve en Toledo casi diez meses. Y salí caminando con mucho trabajo, a pesar de que el médico de planta me dijo que yo no iba a andar. Sin embargo, la doctora que me cerró la tráquea, que es argentina, cuando me vio me dijo: ‘Tú andarás’. Y cuando me vine a Murcia, me tropecé con ella en el pasillo, y me despedí con lo que ella me dijo. Me levanté de la silla de ruedas y le di un abrazo. Esto es una segunda oportunidad para mí. Le doy las gracias a mi mujer, que pagó mis ausencias, y a mis cuñados, por estar siempre ahí. ¡Con lo que me gustaba a mí estar al pie del cañón!
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Enlace de origen : Juan Leal: «He visto de todo, por desgracia. Pero si volviera a nacer, elegiría ser fotógrafo»