Cuando en 2018 Jesús Campos se incorporó a su puesto de educador social comunitario en el centro integral del barrio alcantarillero de San José Obrero, se encontró una población sometida a un profundo estigma, «una pesada losa» que sigue encarnada en el sobrenombre por el que, desde hace décadas, todos conocen a esta zona del municipio: la ‘ciudad sin ley’. «Entendimos enseguida que ese apodo dibujaba una idea del barrio que lo limitaba y que no se corresponde con la realidad», asegura. «De hecho, si a cualquier vecino de Alcantarilla le preguntas dónde está San José Obrero, lo más probable es que no te lo sepa decir, pero si le preguntas por la ‘ciudad sin ley’, automáticamente te va a indicar dónde se encuentra».
Los vecinos se han acostumbrado a que sus calles se asocien en el imaginario colectivo a riñas, inseguridad o pobreza, una fama que viene de lejos. Ascensión Santiago, una murciana de 73 años originaria de la pedanía de La Ñora, recuerda los avisos que ya le dieron sus familiares cuando siendo muy joven les dijo que se mudaría al barrio tras casarse con uno de los vecinos. «Me decían que estaba loca, pero yo aquí he estado muy bien».
«Existe una idea generalizada de que este es un barrio de población gitana, y es cierto que hay un núcleo muy importante, pero aquí hay más de 20 nacionalidades y problemas comunes. Hay muchísimo desempleo, la gente quiere trabajar pero hay veces que no puede, bien por prejuicios o bien porque no cuentan con la formación suficiente. Muchos aquí no han tenido oportunidades, y ese era el primer reto», subraya Jesús, que empezó así a dar forma a ‘Historias de barrio’, un proyecto social para transformar la zona a través de la participación ciudadana. La iniciativa arrancó en 2019 aprovechando unas ayudas del Gobierno regional con fondos europeos, y este año ha recibido una nueva inyección de vida con una financiación de 326.845 euros hasta el año 2027 de la convocatoria de ayudas de la Consejería de Política Social, Familias e Igualdad para el fomento de la cohesión social en los municipios (PACIS).
«Es muy bonito ver cómo se implica la gente», dicen los responsables de la iniciativa. «Todo aquí ha surgido del propio barrio»
En total, la Comunidad destina 1,6 millones de euros a entidades locales para este tipo de actuaciones dentro del Programa FSE+ Región de Murcia 2021-2027, del que también se han beneficiado otros cuatro municipios: Cieza, Mazarrón, Totana y Jumilla. Aunque el Ayuntamiento de Alcantarilla es el único que participa por segunda vez en la convocatoria de los fondos con el mismo fin. Ese es uno de los principales ingredientes para el éxito del proyecto: su continuidad incluso en el paréntesis en que no contó con financiación autonómica y el Consistorio decidió hacerse cargo de él con fondos propios a la vista de los resultados que estaba dando. «Aquí hay una dinámica que viene del año 58, una situación cronificada de exclusión social, de pobreza y de exclusión residencial que no se puede cambiar en dos años», defiende Jesús Campos.
Un grupo motor local
El primer paso era saber qué ocurría dentro de las casas. Jesús comenzó a pasear por las calles del barrio y a hablar con sus vecinos, y pronto supo que la metamorfosis solo podría ocurrir de dentro a fuera, es decir, que necesitaría contar con los residentes para obrar la transformación. «Es la parte diferencial de este proyecto», señala la integradora social Ana Real, que se incorporó a la iniciativa en 2021. «Esto se ha construido con los vecinos y las vecinas. Todo lo que se hace aquí ha surgido del propio barrio».
Ascensión y Consuelo convencieron a sus vecinos de participar en el proyecto.
Javier Carrión/ AGM
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Enrique Lucas, de 37 años, es uno de esos vecinos que se volcaron con la idea y que ha colaborado con los trabajadores municipales. Formó parte del grupo motor que inició los contactos para realizar el diagnóstico de la situación, entrevistando a sus propios vecinos puerta a puerta. «Cuando fui hablando con la gente, las personas mayores me hablaban con nostalgia, porque antes este era un lugar muy tranquilo. Me contaban incluso que en verano se dejaban todas las puertas de las casas abiertas», asegura. Gracias a esas entrevistas, los impulsores del proyecto pudieron identificar cinco áreas de actuación «muy claras»: el empleo, la educación, la reducción de la segregación y el aislamiento del resto del municipio, el estigma y la mejora del civismo, especialmente en la infancia y la juventud.
«Fue muy bonito ver cómo participaba la gente del barrio», cuenta Jesús. «No es lo mismo que vayamos nosotros a que te toque la puerta un vecino y te diga: ‘Oye, vengo a preguntarte qué opinas tú del barrio y ver qué crees que se podría mejorar’».
Tampoco Ascensión dudó en embarcarse en la iniciativa: «¡Me fui con la psicóloga a reclutar gente!». Poco después, ya había un núcleo dispuesto a participar en todo tipo de actividades. Consuelo Serna, de 69 años, se apunta a todas. «El barrio ha cambiado mucho. Por las tardes le dan clase a los críos para que no estén por las calles. Y para nosotras todo lo que se está haciendo está muy bien», dice. El centro integral se ha llenado de vida. Se han organizado talleres de danza, de pintura, de gerontogimnasia, de reciclaje, de memoria. Hay clases de taichí y de baile latino, una de las incorporaciones más recientes; además se han realizado acompañamientos para el empleo con un especial foco en colectivos discriminados, como la mujer gitana, y se han realizado actividades culturales, de ocio y deportivas destinadas a niños y jóvenes. Incluso se ha creado un canal en Youtube donde los propios vecinos retratan su barrio con orgullo.
«Aquí hay muchas familias muy buenas. La mayoría somos trabajadores que no queremos problemas con nadie», dice Consuelo. Ella, que ha criado a tres hijos en esas calles, pone de ejemplo a los suyos: «Han salido todos estupendas personas. Uno es pintor, el otro, electricista y mi hija, peluquera», presume.
Jesús y Ana tienen claro que la revolución en el barrio será de combustión lenta. La prórroga hasta 2027 les dará espacio para seguir alimentando un cambio que ya se va dejando notar en el ánimo de los vecinos. El objetivo, lo tienen claro: «La idea es que en algún momento podamos desaparecer, pero eso todavía requiere de mucho trabajo». Eso y que algún día puedan decir que trabajaron en San José Obrero, y no necesiten añadir nada para todo el mundo sepa dónde.
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Enlace de origen : El barrio de Alcantarilla que quiere dejar de ser la 'ciudad sin ley'