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La belleza de Jane Fonda sólo es comparable con su grado de implicación y compromiso con los demás. Fonda fue una fiera antibelicista en los … 70. Sus diatribas y manifestaciones contra la guerra de Vietnam la llevaron a los calabozos. Hoy es una ecologista que da sopas con ondas a los responsables políticos de la Cumbre del Clima. Y tenemos a la última Jane; la que recoge un galardón y riñe al mundo. ¿Qué es eso de que somos débiles por defender los derechos humanos? Miles de personas sufren, pierden sus hogares, su seguridad. Trump separa familias y destruye el sueño multicultural de los Estados Unidos, como si él no fuera también un extranjero en la tierra de los Apaches. Que ni woke, ni nada. Que lo que hace falta en este mundo es tener un poquito de sentido común y empatía.
Cuando la joven Fonda escapó de su paraíso de niña rica, descubrió con horror que sus compatriotas eran enviados a una guerra injusta. Se solidarizó con la desolación inmensa de aquellos que recibían el cuerpo frío de sus hijos en un frío ataúd. Que siempre eran los mismos. Los más pobres. La carne de cañón. Nixon no la soportaba.
La historia de este siglo XX y parte del XXI es la historia de Jane Fonda, que nace en el seno de una familia emparentada lejanamente con la realeza europea, que tiene un padre guapo y talentoso, pero tremendamente estricto. Henry explicaba a sus descendientes que eran unos privilegiados. Que la vida, fuera de los muros su mansión, era un pozo de crueldades.
Jane tuvo una madre suicida a la que perdió con apenas 12 años. Para Henry Fonda, su hija no era nunca ni lo suficientemente buena, ni lo suficientemente guapa. La joven Fonda de los internados padecía bulimia y anorexia. Su desubicación era total. Su perfecto francés no compensaba la atroz horfandad y saber que su madre sufrió abusos sexuales en la infancia. De ahí el carácter depresivo y la muerte prematura.
Lee Strasberg y la Actor’s Studio cambiaron su vida. La joven tenía talento, auténtico talento. Hizo teatro y peliculitas intrascendentes. Sufrió la presión social de todas las mujeres de su época. Aparecía con pechos y pestañas postizas. Su belleza y posición la ayudaron en su carrera como modelo. Así financiaba sus clases.
La vimos descalza por el parque, como la pizpireta mujer de un Robert Redford guapísimo. Una pareja joven se enfrenta a los desafíos de un pisito barato en la ciudad de Nueva York. Se casó con Roger Vadim y fue la Barbarella que poblaba de sueños húmedos a medio planeta. Hizo de prostituta en Klute. Ella y sus dogmas feministas se sacrificaron en pos de un papel que le hizo ganar su primer Oscar. Puso de moda ese pelo corto con flequillo pegado al cuero cabelludo. Parecía un casco de combatiente.
Su segundo Oscar llegó con Coming Home, que retrata la vida de los excombatientes de Vietnam. Produjo ‘El estanque dorado’ y consiguió que a su exigente y severo padre le diesen su único Oscar.
Cuando el cine la repudia porque ha sobrepasado la fatídica edad de los 40 años, se enfunda en unas mallas y pone al mundo entero a bailar aerobic. Se convierte en la reina del VHS. Jane ha seguido en el mundo del cine, hizo de suegra indeseable de Jennifer López y protagonizó la divertida serie ‘Grace and Frankie’. Por entonces, L’Oreál la llama para sus campañas de cremas en mujeres maduras. Claro, las jóvenes no las necesitan. Qué cosa tan tonta, ¿no? Ese «tú lo vales» es más creíble en ella que en ninguna otra actriz.
Fonda, ese apellido italiano mezclado con antepasados holandeses, es una asidua a las alfombras rojas. Reconoce abiertamente que está guapa porque se gasta un dineral en ello y que no pasa un día sin meterse entre pecho y espalda un buen Dry Martini. Porque la sensibilidad y la solidaridad no está reñida con el buen humor ni con la autenticidad. En ‘Grace and Frankie’ se quita pestañas, hilos tensores, peluca y maquillaje para mostrarse tal cual es. Valiente como ninguna.
Jane, si no existieras, habría que inventarte.
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