Churra la Vieja, la acequia que perdió parte de su solera dentro de un tubo

Churra la Vieja, la acequia que perdió parte de su solera dentro de un tubo

Lunes, 3 de marzo 2025, 01:30

Su curso representa la quintaesencia de la huerta de Murcia como entorno residencial, productivo y cultural de hondas raíces históricas. Pocas acequias presentan la riqueza patrimonial o paisajística que encierra en su discurrir la antiquísima Churra la Vieja. Con orígenes que se pierden en la Mursiya andalusí, este cauce toma su caudal directamente de la acequia mayor Aljufía, muy cerca del azud de la Contraparada –origen de esta red de riego tradicional y casi de la ciudad–, para morir en un azarbe a diez kilómetros de este punto, a los pies del Castillo de Monteagudo, donde, a buen seguro, regó durante el siglo XII los jardines y huertos del entorno de esta fortaleza y del palacio de recreo de Ibn Mardanis, el ‘Rey Lobo’, conocido popularmente como el Castillejo.

Pasear junto a sus quijeros podría, por tanto, constituir toda una lección de historia, acompañada además de un experiencia sensorial de primer orden, que parecen ser los elementos indispensables de un buen atractivo turístico. Pero sólo ‘podría’, en condicional, porque, de hecho, no cuenta con orillas como tales, dado que esta acequia se encuentra bajo tierra en la mayor parte de su extensión. Así, tras su nacimiento a apenas unos metros de la emblemática rueda de La Ñora, el caudal de Churra la Vieja se introduce dentro de una tubería para no volver a emerger, prácticamente, hasta el tramo adecuado por el Ayuntamiento junto al Molino Armero, en la pedanía de Cabezo de Torres.

Ocurrió en 2002 cuando ésta fue entubada por la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) en base al «inexistente Plan de Modernización de los Regadíos de la Vega Media», según subraya Ángeles Moreno Micol, fundadora de Huermur, en su estudio de 2021 sobre el estado de esta red en el sector oeste de la huerta. El objetivo no era otro que el de utilizar su trazado para la construcción del llamado ‘cinturón norte’, que va paralelo a la acequia y que desvía parte del agua de la Aljufía hasta una balsa de regulación en El Esparragal.

Esta decisión, según explica el secretario general de la Junta de Hacendados, Juan Jesús Sánchez, facilitó el control del riego y la distribución del agua a un gran número de huertanos, pero a la misma vez malogró bellos paisajes y estampas, que quedaron sepultados bajo caminos privados de tierra y vías públicas asfaltadas. Estas obras acabaron, incluso, por sentenciar la práctica totalidad de los pinos centenarios de Churra, al menos los vinculados a este cauce, ya que murieron de sed tras dejar de ver correr el agua, una amenaza de la que siguen sin librarse los siete ejemplares que siguen vivos junto a la hormigonada –aunque al aire libre– Churra la Nueva. De hecho, esta misma semana fue necesario talar uno ante su «extrema sequedad».

«¿Cómo ejecutaron las obras?»

«Cabe preguntarse cómo fue posible la ejecución de esas obras de entubamiento en tramos de suelo no urbanizables, que gozaban de protección y con altos valores paisajísticos, culturales y ambientales», señalaba en su estudio Moreno Micol, subrayando la existencia de «huertos abandonados y de numerosos vertidos, favorecidos por la acumulación de propiedades en manos de empresas inmobiliarias con el propósito de un futuro desarrollo urbanístico».

Rechaza la Junta de Hacendados un posible desentubamiento, inviable por su coste y complejidad técnica

Así, proponía la jurista –como también ha pedido el movimiento conservacionista en casos similares– el «desentubado del cauce en los tramos en los que sea posible, acondicionando y señalizando como senda verde los segmentos en los que esto ya no sea factible y restringiendo el acceso de los vehículos a motor», para dar una cierta unidad y continuidad al itinerario. Recientemente, ‘En un lugar de la Huerta’, conocido perfil de divulgación centrado en la conservación de este ecosistema y entorno tradicional, se sumaba nuevamente a esta petición.

Defiende su responsable que no sería una quimera en los primeros kilómetros de su curso, donde Churra la Vieja pasa junto a un Bien de Interés Cultural (BIC) como es el Monasterio de los Jerónimos, y que cuenta, asimismo, con un entorno de protección que se ve enriquecido paisajísticamente con la cercanía de la descubierta, coqueta y paralela acequia Alfatego. No queda tampoco lejos la mencionada Aljufía, cuya declaración como BIC acaba de ser confirmada por el Tribunal Superior de Justicia de la Región.

Se encuentra además en su camino Churra la Vieja, uno de los cauces con más solera de la huerta, con varias casas solariegas –Torre del Zoco, Torre Falcón, Torre de los Frailes y Torre Arcayna–, en distintos estados de conservación, un palacio como el de los Marqueses de Espinardo, iglesias huertanas, un molino pimentonero como el Armero y diversos restos arqueológicos, vinculados a un Sitio Histórico como el de Monteagudo y Cabezo de Torres. De hecho, la puesta en valor del cauce podría ayudar a interpretar los orígenes de la urbe y cómo era la vida en la esplendorosa Mursiya andalusí.

Interés municipal

Defienden desde el Ayuntamiento que sus planes pasan, precisamente, por recuperar algunos de estos elementos patrimoniales, con proyectos que están en cartera –desde hace ya demasiado tiempo– como la rehabilitación de Torre Falcón y del Molino Armero. «Abogamos por mantener a cielo abierto aquellas acequias que se encuentran en ese estado y por desentubar aquellos tramos en los que sea posible, de acuerdo con sus titulares y teniendo en cuenta siempre la funcionalidad del cauce, que tiene el riego como objetivo principal», defiende el concejal de Planificación Urbanística, Huerta y Medio Ambiente, Antonio Navarro.

En ese sentido, defiende Juan Jesús Sánchez que «desentubar este cauce, paralelo al ‘colector norte’, es inviable técnica y económicamente –¿quién lo va a pagar?–, ya que se trata de segmentos vitales para la huerta en su conjunto, donde circula el agua a presión y que van incluso sifonados». El patrimonio «a la fuerza ahoga», insiste, recordando que «el mantenimiento compartido pero estricto de unos valores no puede estrangular al que cultiva y mantiene la huerta». La solera seguirá dentro de un tubo.

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