
Javier Machi Felici (Algemesí, Valencia, 1956), decano del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Comunidad Valenciana, participa el próximo viernes … en el foro ‘Retos urgentes’ que organiza la Federación de Regional de Empresarios de la Construcción de Murcia (Frecom) en el marco de su asamblea general en Lorca. Una cita que aprovechará para recordar, tras la tragedia en su tierra por la dana de octubre y los daños de las últimas lluvias, que «hay muchas obras hidráulicas pedientes de resolver» en la zona mediterránea, puesto que «casi no se ha invertido en los últimos 20 años, ya que no se ha hecho prácticamente nada en protección ante inundaciones, es decir, en obras que ofrezcan una verdadera seguridad, más allá de proyectos y estudios».
–Usted sabe bien de lo que habla porque ha pisado el barro y ha sufrido de forma directa los efectos de la inundaciones del 28-O, y como profesional ha advertido de lo que hubiera supuesto la ejecución de las obras proyectadas en el río Magro y en el barranco del Poyo a la hora de minimizar los daños.
–Es que se conoce que existen peligros pero no se actúa como debiera para evitarlos. Y cuando eso pasa puede ser un delito de inacción. Por ello, en materia de obras hidráulicas existe la necesidad de concienciarnos de que no está todo resuelto. Que la gente sepa que en muchas cosas no estamos preparados. Además, el calentamiento climático ocasionará nuevas situaciones similares, aunque no sepamos cuándo, mi dónde, ni de qué extensión. Pero cuesta asumir ese cambio. Por tanto, tenemos que prepararnos mejor, por lo menos para evitar que haya víctimas y un menor daño. Así que eso es lo que quiero transmitir en mi intervención. En cuanto a lo ocurrido en Valencia, viví personalmente el episodio con recuerdos amargos, aunque sin pérdidas familiares. A partir de ahí cada uno con su conciencia sabrá lo que hizo bien y lo que dejó de hacer, pero es cierto es que existía una planificación de obras, algunas en las que trabajé y asesoré, que no se hicieron, a pesar de aprobarse los proyectos incluso con la declaración de impacto ambiental. Por eso, se trata de algo frustrante.
–Señala carencias en infraestructuras hidráulicas pese al mayor riesgo que existe con el clima, ¿debemos exigirle más compromiso a las administraciones?
–Siempre hay que pedirle a la gente que sea exigente con la clase política para pedir que invierta bien, sin bajar la guardia en los temas que están pendientes de resolver. Porque, al final, falta esa voluntad de los representantes públicos para pasar a la acción de cara a dar una seguridad a los ciudadanos. En este sentido, creo que los ayuntamientos, que son los que están más próximos, deberían de estar más encima para proteger a sus vecinos, porque hay personas que viven en zonas vulnerables. Por ejemplo, he visto como la Administración central, a través de la Confederación Hidrográfica del Júcar –como podría ocurrir en la del Segura u otras– nos ha encargado proyectos necesarios, que han avanzado en la parte técnica, pero que luego cuando han llegado a un determinado lugar para ser aprobado su presupuesto por los políticos se han paralizado.
SOSTENIBILIDAD
«No se puede demonizar el hormigón; tienen que hacerse las cosas de manera eficiente»
–A partir de su conocimiento sobre la Región de Murcia, ¿qué valoración hace de su situación? ¿está mejor o peor preparada?
–Se puede concluir que tanto en territorio murciano, como en Comunidad Valenciana, Cataluña y la misma provincia de Almería, no estamos preparados. Existe mucho trabajo que hacer. Por ello, se deben detectar exactamente los sitios críticos donde la gente tiene una vulnerabilidad especial. Algunas zonas se saben o se intuyen y en otras donde existe un peligro se podrían conocer. Entre otras están las ramblas de Tabala, La Torrecilla, en Lorca. También tenemos la zona de Espinardo. Además, no se trata solo de actuaciones a base de colectores generales que recojan y encaucen los caudales para que no se inunden las poblaciones y periferias, sino que hay que reducir más los riesgos. Porque existen sierras como Almenara, Espuña, Carrascoy, con grandes pendientes por las que corre el agua con una velocidad tremenda, y arrastran, erosionan, depositan y taponan.
–¿Cuáles son los pasos necesarios para reducir los riesgos?
–Es muy importante tener en cuenta una planificación territorial adecuada, teniendo en cuenta las infraestructuras hidráulicas, de transporte. Pero es una realidad a la que solo parcialmente se le da importancia. De forma que se llega a una situación de vulnerabilidad que se produce muchas veces por desconocimiento tanto de las autoridades como de las propias personas. Mientras, en el episodio en Valencia hemos visto que el Estado ha fallado con todas sus administraciones. Y se empieza por autorizar la construcción en zonas que pueden tener riesgo de inundaciones, después, en nuestra zona mediterránea hay que tener en cuenta que cuando un cauce llega a la zona de la costa, normalmente suele romper como si fuese un cono aluvial, es decir pasa de una cuenca cóncava a una convexa. Además, se sabe que cuando el agua acaba saliéndose se desarrolla por el territorio y llega, incluso, por donde nunca ha pasado. Porque ese río que casi siempre está seco en estas zonas áridas, tantas veces invadido por los colindantes, puede recibir un volumen de agua veinte veces superior al que suele llevar.
SITUACIÓN REGIONAL
«Hay trabajo por hacer y ramblas donde existe un peligro. Hay que reducir riesgos»
–¿Por qué se produce esa falta de compromiso político para concretar las inversiones?
–Ahora hay una mentalidad, que viene aproximadamente desde el año 2004 con la famosa Nueva Cultura del Agua, y desde entonces no se ha hecho prácticamente nada. Salió una directiva europea, y ya no existen obras grises o no grises, es decir, ahora tienen que ser todo corredores verdes. Sin embargo, tienen que hacerse las cosas de manera que sean eficientes y habrá que meter hormigón cuando haga falta. Y en cada caso habrá que ver cuál es la solución más oportuna y adecuada, haciendo las obras con cariño, pero no puede demonizarse el hormigón. Además se pueden realizar actuaciones sin estropear el territorio.
–En el diseño en el que trabajó usted para las obras en el barranco del Poyo ha mencionado en alguna ocasión que contemplaba actuaciones tanto duras como blandas, como las define también y citaba antes, pero ni los gobiernos de PP y PSOE las ejecutaron.
–Teníamos diseñado en este caso concreto la cabecera del Poyo más de 800 hectáreas de reforestación y de tratamientos selvícolas otros 900 y pico, o sea casi 2.000 entre todo. Luego había un azud en Chiva y otro en Cheste, y una balsa de laminación en la zona de Buñol. Quiero decir que todo se estudia para evitar que el caudal de una riada que llegue a la parte donde más gente vive y hay más actividad afecte lo menos posible. Aunque es verdad que ante lo sucedido en una situación extrema como la que ocurrió es difícil. Pero si no se hace esto, ni se avisa, ni hay conciencia ciudadana, pues nos encontramos con lo que sucedió.
–¿Los ciudadanos somos los primeros que debemos concienciarnos personalmente?
–Es que tenemos muchos datos y experiencias de riadas anteriores, lo que pasa es que como sociedad seguimos sin prepararnos como se debería. De hecho, tendríamos que tener planes familiares sobre cómo habría que actuar en un momento determinado, tal como sucedería ante una emergencia en una empresa. Porque, además, en la actualidad tenemos tecnología y medios para detectar rápidamente cualquier cambio y poder comunicarlo a la gente. Yo recuerdo cuando era un niño con 7 u 8 años que mis padres tenían esa mentalidad y me enseñaron a que si había una riada por el desbordamiento del Magro lo primero que tenía que hacer era subir las cosas de valor a la mesa. La cota de los 80 centímetros, que se me quedó grabada en la cabeza. Y si veía entrar el agua por la puerta había que subir a la planta superior.
ADMINISTRACIÓN
«Siempre hay que pedir a la gente que sea exigente para reclamar que se invierta bien»
–Pero más allá de planificar y formar a la población, luego faltan las verdaderas inversiones que salvan vidas, ¿por qué tardan tanto en hacerse realidad?
–Es lo de siempre. Falta concienciación a todos los niveles. Es que lo que pasó en el río Magro ya lo teníamos visto en nuestros estudios cuando estábamos con el proyecto de las obras. Pero como insisto, no estamos preparados.
–¿Qué análisis hace de la situación general de las infraestructuras de comunicación en nuestra Comunidad?
–La Región de Murcia tiene una actividad tremenda, y no hay más que acercarse y visitarla para verlo. Creo que hay que hacer un estudio bastante completo, teniendo en cuenta también las zonas inundables, por supuesto, porque como decía las vías de comunicación tienen que tener esa visión espacial para ver si están en una zona cono aluvial o no. Pero, evidentemente, hace falta mejorar más las infraestructuras para el futuro económico. Hay que invertir más en la red de carreteras, en el ferrocarril, en el puerto de Escombreras.
–¿Necesitamos más autovías?
–Sobre todo es que no hay que olvidarse de las inversiones en carreteras que son tan importantes. Además, está la apuesta por los sistemas de transporte de movilidad dentro de las ciudades, en esa búsqueda a veces imposible de tenerlo todo a 15 minutos.
–Y el Corredor Mediterráneo, ¿cómo lo ve?; ¿avanza lento?
–Bueno, iba a un buen ritmo dentro de lo que cabe porque la inversión es muy grande, ya que hablamos de una longitud de trazado enorme. Se ha avanzado ya mucho en la zona de Almería. Entonces, espero que el Corredor sea un impulso de todo el Arco Mediterráneo de cara a su potenciación con Europa. Porque su desarrollo va a ayudar tanto al puerto de Cartagena, como a los de Alicante, Valencia y Castellón de una forma inmejorable para todo lo que es la actividad económica de estos territorios.

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