La apuesta por lo inesperado de Xoel López

La apuesta por lo inesperado de Xoel López

Si el camino parece el correcto. Si la senda está iluminada con las luces donde convergen las huellas de lo vivido y la expectación por lo que vendrá. Si los mapas no entran en discusión alguna respecto a la dirección que hay que tomar (sí o sí) y muestran una convicción a prueba de balas, dardos esquivos y, glups, algoritmos. Si el sendero muestra imágenes fijas y postales colgadas en las terrazas y maletas abiertas y palabras (re)escritas y zonas de seguridad para tomar aire, repetir trucos y admirar lo creado mientras el lecho de laureles adquiere su forma definitiva. Si todo sigue igual, nada cambia, las estatuas doradas no se oxidan ni intercambian, las medallas y los podios se acumulan, el estruendoso eco de la popularidad resulta ensordecedor y las luces de las cámaras que registran el ayer resultan cegadoras. En resumen, si no hay nada nuevo, una prueba, un riesgo, un salto al vacío, un desafío, una sensación de ahora o nunca, un renacer, un volver a empezar o un papel en blanco, es imposible que encuentres a Xoel López en la ecuación.

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