
La «voz implacable para la paz». Así suele denominar Donald Trump a su amigo Steve Witkoff, al que el presidente estadounidense ha confiado la titánica … labor de sofocar las guerras en Gaza y Ucrania. Hasta hace dos meses, el enviado especial de la Casa Blanca era un magnate inmobiliario sin experiencia diplomática conocido por su éxito en los negocios, su mecenazgo del Partido Republicano y, sobre todo, su relación fraternal con el ahora inquilino de la Casa Blanca, con quien ha compartido infinitos hoyos en campos de golf.
Witkoff está en Moscú para llevar a cabo las difíciles conversaciones con el jefe del Kremlin, Vladímir Putin, destinadas a instaurar un alto el fuego en suelo ucraniano. Es casi seguro que este sábado cumplirá 68 años en la capital rusa, lejos de Laura, su mujer, y sus tres hijos, residentes en Florida. Trump confía plenamente en él. Los republicanos, también. Tiene carta blanca. Ni siquiera necesita que su trabajo lo confirme el Senado.
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El enviado de paz nació en el Bronx. Hijo de una familia judía, su padre fabricaba abrigos en Long Island. Él se doctoró en Derecho y comenzó a trabajar en un bufete especializado en asuntos inmobiliarios en la propia Gran Manzana. Tiene lógica que Trump, hijo de un magnate local de la construcción, fuera cliente del despacho. Como a éste, a Witkoff le llamó el ladrillo. En 1985 se asoció con un compañero e inició su emporio; primero, comprando oficinas y edificios baratos en Manhattan y Washington. Luego, con el dinero amasado en estos negocios, amplió las vistas.
En 1997 creó su propio grupo empresarial, centrado en las viviendas de lujo de Nueva York. Un año más tarde, marcó un hito al adquirir el famoso edificio Woolworth por 137,5 millones de dólares. Su imperio se extiende por más de 70 grandes propiedades en EE UU y otros países. Tiene sedes en Nueva York, Miami y Los Ángeles. Se dice de él que es un hombre confiable, tanto como para que las entidades de crédito le concedieran siempre la financiación que pedía.
A diferencia de la Organización Trump, no se le conocen irregularidades. Aunque sí es cierto que en 2018 un socio suyo en la construcción de un gran hotel de lujo al sur de Central Park fue acusado de fraude por el Departamento de Justicia, lo que le obligó a pedir ayuda a fondos inversores de Abu Dabi para salvar el proyecto. Hoy en día, el enviado especial de la Casa Blanca está considerado como uno de los principales gurus de las tendencias inmobiliarias.
Es ampliamente conocido que Witkoff y Trump iniciaron su amistad en 1986 gracias a un sándwich de queso azul. El presidente llegó al bufete donde trabajaba el abogado y estuvieron trabajando hasta la madrugada junto con su equipo en un complicado proceso inmobiliario. El republicano bajó a un establecimiento, pidió el bocadillo y se dio cuenta de que se había dejado la cartera en el despacho. Witkoff, que también había ido al local a comprar comida para sus colegas, se lo pagó. Tiempo después, ambos se reencontraron, recordaron la anécdota, se rieron, descubrieron que eran afines y Trump le animó a prodigarse en las inveriones inmobiliarias. Hoy es el día que comparten lugar de residencia en Florida y hablan de política y negocios mientras caminan por el campo de golf.
Pasión compartida por el golf
Los dos son enamorados de este deporte. De hecho, cuando el Servicio Secreto descubrió el pasado septiembre a un francotirador dispuesto a disparar contra el candidato republicano mientras jugaba en su campo de Palm Beach, Witkoff estaba con él. Varios agentes se lanzaron hacia el agresor para frustar el atentado mientras otros rodeaban a Trump y se lo llevaban en volandas a un lugar seguro. Witkoff divinizó luego el momento en Fox News. «Lo vi todo. Fue terrible. Pero pude ver a un hombre que era estoico, valiente, que se preocupaba por la seguridad de sus amigos antes que por su propia vida. Fue una inspiración para todos los que estaban a su alrededor», dijo del líder republicano.
El veterano empresario ha jugado un papel muy importante en la resurrección del presidente, quien ya contó con él durante su primer mandato al asignarle un puesto en el consejo rector del Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas. Ha donado dos millones de dólares a la campaña de Trump, le ha prestado oficinas electorales e incluso su avión privado para viajar de ciudad en ciudad y le ha acompañado en numerosos mítines.
Uno de los más cruciales fue su discurso en la Convención Republicana que este verano concedió a Trump la bendición para propulsarse a la Casa Blanca. Otro acto no menos importante fue su participación en el gran mitin del Madison Square Garden en octubre, semanas antes de las elecciones de noviembre, donde ofreció un emotivo discurso sobre Nueva York y su transformación desde que él pisara Brooklyn de niño. Fue uno de los más ovacionados. Al día siguiente, algunas crónicas no descartaban que hubiera robado el voto de más de un vecino demócrata de la Gran Manzana.
Pero Witkoff ha hecho otras muchas cosas para facilitar la llegada de su amigo al Despacho Oval después de cuatro años turbulentos, cuajados de escándalos, juicios, investigaciones y la sombra de una insurreción, que sembraron amplias dudas entre los republicanos sobre su idoneidad como candidato. Habló con dirigentes del partido para convencerles de que no había otro líder como aquél, trató con patrocinadores para que le respaldasen económicamente, organizó encuentros y contribuyó a la reconciliación del magnate con el gobernador de Florida, Ron DeSantis, cuyas desavenencias causaban crispación interna.
Trump le ha recompensado por todos sus desvelos. A nivel de influencia y conexión, Witkoff se encuentra incluso por encima del secretario de Estado, Marco Rubio, y solo debe rendir cuentas ante el presidente aunque, como buen conocedor de las relaciones sociales, suele dialogar mucho con su equipo. En la Casa Blanca aseguran que es la cara cordial de Trump. Un tipo «duro» como negociante, pero también «empático» y «reflexivo.
Para llegar a dónde ha llegado, el enviado de paz estadounidense ha debido buscar también su propia paz. Durante las conversaciones en Gaza, Witkoff se reunió con las familias de los rehenes y empatizó con ellas al revelarles cómo él mismo sufrió la pérdida de un hijo: Andrew, de 22 años, quien falleció víctima de una sobredosis de opiáceos en 2013 mientras cumplía un programa de rehabilitación en un centro especializado de Hollywood. El joven pudo zafarse de sus cuidadores, salió a la calle y comprar un derivado de la oxicodona que lo mató. «Soy miembro de ese club que enterró a un niño», les dijo a las familias.
En su actual misión, el veterano inmobiliario trata de aprovechar su relación con Putin. Witkoff participó en las negociaciones en Rusia que permitieron la liberación de Marc Fogel, un profesor estadounidense detenido en Moscú en posesión de marihuana, a cambio de Alexander Vinnik, un experto en criptomonedas preso en EE UU. Durante ese proceso, entabló una buena relación con el director del Fondo Ruso de Inversión Directa, Kirill Dmitriev, amigo íntimo de Putin, y con el propio presidente ruso. Con éste celebró una larga reunión de casi cuatro horas.
En el caso de Oriente Medio sucede algo parecido. Trump quiso que él fuera su delegado especial aprovechando sus múltiples contactos empresariales en la región y sus lazos con Israel, donde viaja asiduamente con su familia como descendiente de judíos. Ha sido el único enviado extranjero de alto nivel que, nada más pisar territorio israelí, pidió que le llevaran a Gaza para comprobar de primera mano su devastación y conversar con los soldados. Le inquieta sobremanera la existencia de miles de minas y proyectiles sin detonar diseminados entre las ruinas y la arena de la Franja. Se ha ganado el respeto de muchos militares hebreos.
El día en que decidió iniciar la misión de paz para el conflicto palestino era viernes. Esa noche se puso en contacto con la oficina del primer ministro, Benjamín Netanyahu, para comunicarle que al día siguiente estaría en Israel. Amablemente, le indicaron que el sábado no podrían conversar al celebrarse el sabbat, la fiesta religiosa semanal del calendario judío, pero que el jefe de Gobierno le recibiría después. Witkoff le dijo que la festividad no le interesaba en absoluto cuando estaban en medio de una crisis bélica. Netanyahu le recibió en sábado.

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Enlace de origen : Así es Steve Witkoff, el ángel de la paz de Trump