
El camino de Jim Morrison fue diáfano, coherente y lineal. Se convirtió en instrumento. En arte. Se inmoló como un Jesucristo del rock. Él era … un chamán, un intermediario entre este mundo y el otro, entre los sueños y la vigilia, entre la fantasía y la realidad. Un instrumento. Un médium.
La realidad diáfana, coherente y lineal era un camino seguro hacia la aburrida y odiosa cotidianidad. Por tanto, tocaba alejarse de ella. Los adictos de todas las épocas y drogas conviven con el impulso hacia el escapismo y las anclas inevitables que conllevan el necesario vivir.
Podemos pensar en Morrison como una mente brillante atrapada entre el alcohol y los psicotrópicos. Un borracho que las buenas familias eliminarían como candidato al yerno perfecto. Pero este sería un pensamiento simple y él era un tipo muy, muy complejo. Como sus lecturas. Quizá todos los caminos de la adicción son así de turbios.
Si estuviera vivo renunciaría con pasión a las etiquetas. Su poesía estaría en el apartado de rarezas inclasificables. Sin embargo, a finales de los 60, Jim y The Doors fueron imprescindibles.
El canto hippy era un castillo de naipes volado por la Guerra de Vietnam, por la brutalidad contra los líderes del cambio como JFK, Martin Luther King, Malcom X. Las drogas asomaban su patita más sombría. Escapar tenía un coste. A menudo, demasiado alto.
Alrededor de la muerte de Jim Morrison sobrevuelan teorías y conspiranoias. Lo único verdadero es que París fue su destino final porque una vez que llegó a la ciudad de la luz, el artista apenas escribía. Sus días eran un deambular etílico hacia el final.
Los hitos de The Doors están salpicados de amargura. Los recitativos y delirantes improvisaciones de Jim, los altercados con la policía, las provocaciones sin sentido que acabaron con la banda. Esa unión con Pamela salpicada por las continuas infidelidades él y el enganche terrible a la heroína de ella.
El que fuera uno de los mejores cantantes de rock, nació en Melboune, Florida, en 1943. Su padre, militar de carrera, era estricto y exigente. A la ‘troupe’ familiar se le conocieron hasta siete hogares diferentes. Este nomadismo empujó a Jim a la lectura, a bucear en su interior. La disciplina castrense que aplicaba George consistía en una agresividad alejada de la brutalidad física. Este maltrato se sustituía por las órdenes de voz en grito hasta que los niños lloraban o se hacían pipí. Las relaciones familiares de artista eran todo un enigma. En los comienzos de The Doors, Jim afirmaba que sus padres habían fallecido en un accidente de coche.
Su primer acto rebelde todavía le pilló en casa. Acabó con una detención en Tallahasee. Por supuesto, estaba bebido. Tenía 19 años.
Una vez que salió de casa, no regresó. Renegó por completo de la familia. Cuando se publicó el primer el disco de la banda, George escribió a su hijo «lamentando su total falta de talento».
Jim comenzó a escribir cuando estudiaba cine en la Universidad de California. Coincidió con Coppola en clase, pero, tras el fracaso de su primer trabajo, abandonó. El famoso director utilizó ‘The End’ como colofón a ‘Apocalypse Now’. El poeta publicó dos libros en vida en los que firmaba con su nombre completo. Tras la muerte, se publicaron tres obras inéditas que aparecieron entre los 80 y los 90. La noche americana no sólo fue escrita, sino también grabada en estudios profesionales de sonido en dos sesiones entre 1969 y 1970.
Su otra pasión, el cine, no dio para mucho. Se plantearon colaboraciones que jamás se cumplieron.
Cuando partió a París, con sus 27 años, Jim parecía otra persona. Se dejó crecer barba y su pasión por el alcohol le hizo ganar mucho peso. Tanto es así que para la promoción de su último disco ‘The End’ utilizaron fotos antiguas del cantante.
El hermoso amigo en ‘The End’ es, quizá, la visión de su propio final en una bañera parisina. El oscuro destino que le acechaba sin remedio. O el fin de los límites que atan a los humanos y que él consideraba lastres prescindibles. Morrison dice a su alma mortal: «Duele dejarte libre, pero nunca me seguirás». Jim vivió y murió fiel a sus demonios.

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Enlace de origen : Jim Morrison, fiel a sus demonios