Cuando la adicción devora a un hijo: «Sufrí tanto que tuve amnesia»

Cuando la adicción devora a un hijo: «Sufrí tanto que tuve amnesia»

Lunes, 14 de abril 2025, 01:46

Fueron muchas noches de no pegar ojo. Se quedaba despierto en la cama pensando si su hijo estaría bien, si se habría metido en problemas, si seguiría vivo. Manuel, padre de Jota –ambos nombres ficticios para preservar sus identidades–, sufrió tanto durante los peores meses de la adicción a las drogas de su hijo, que llegó incluso a perder la memoria. Dice que su mente actuó en defensa propia. Eso le explicaron en el hospital. «Lo he pasado muy mal, muy mal –resopla acomodándose en la silla–. Mi cerebro se paró. Me dijeron que fue un episodio de amnesia global transitoria. Durante 24 horas no sé dónde estuve ni qué hice. Me lo dijo el neurólogo: ‘Tú no has parado, pero tu cabeza ha parado por ti’».

Llevaba meses al límite, después de que Jota se fugara de casa para lanzarse a un consumo desenfrenado de drogas y alcohol que fue destrozando su cuerpo y engullendo las vidas de todos los que estaban cerca. «Hemos tenido épocas de dormir en el coche, de pegar cabezadas al volante. Yo no me he matado porque Dios no ha querido», reconoce Manuel. Patrullaba sin rumbo con la esperanza de ver a Jota al cruzar una calle. «Me iba de madrugada. Me quedaba dando vueltas, metiéndome por los peores barrios, donde creía que lo podía encontrar». Eran, sobre todo, las zonas conocidas por el trapicheo de sustancias del municipio de Murcia, donde estaba convencido de que Jota podría acudir a comprar. «Me he pateado esas calles 40.000 veces yo solo, a las tantas. Las conozco como la palma de mi mano».

Señales de alarma

Jota, al que él y su mujer Paula (nombre también ficticio) adoptaron procedente de un país del Este, del que llegó afectado por el Síndrome Alcohólico Fetal, empezó a dar señales de alarma muy pronto. «Fue en 6º de Primaria, con 12 años, cuando comenzó a juntarse con lo peor. Notamos un cambio en él. Empezó a querer estar más en la calle, a no interesarse por los estudios. Sabíamos que pasaba algo, pero hablamos con él y nos dijo que eran cosas nuestras».

«Me iba de madrugada con el coche y me quedaba dando vueltas por los peores barrios, donde creía que estaría»

Los dos años siguientes, los temores del matrimonio se confirmaron. Cuando cursaba la ESO comprobaron que fumaba y encontraron varias chinas de hachís en casa. «Nos decía que no eran suyas, que se las habían dejado… Así empezó», dice Manuel buscando la confirmación en los ojos de su mujer, que asiente junto a él. Están sentados en una sala de la sede de Proyecto Hombre en Murcia, la asociación en la que Jota recibe ayuda ahora. Su presidenta, Asunción Santos de Pascual, alertó hace solo unas semanas, durante su intervención en la Comisión Especial de Estudio sobre Infancia y Adolescencia de la Asamblea Regional, del aumento del 41% del número de menores y jóvenes atendidos por conductas adictivas registrado en 2024. Pese a que la última Encuesta sobre Uso de Drogas en Enseñanza Secundaria (Estudes) señala una prevalencia de sustancias como el cannabis entre los menores de la Región inferior a la media, «el consumo problemático va en aumento», advierte la responsable. Es el tipo de abuso que llevó a Jota a perder el control y probar otras drogas. «Entre los factores que provocan estas situaciones están la normalización del consumo, la facilidad de acceso y, muchas veces, unos padres ausentes y falta de control», señala.

«Jota está en coma etílico»

Después de que Jota repitiera los dos primeros cursos de la ESO, Manuel y Paula lo matricularon en Formación Profesional. Cada día, su hijo agarraba la carpeta y se montaba en el autobús para ir al instituto. Pero una llamada del centro reveló la realidad. «Nos dijeron que llevaba todo el trimestre sin aparecer por clase. Hablamos con él y ya saltó de malas maneras –cuenta Manuel–. Le dije que iba a tener que empezar a controlarle». Al día siguiente, Jota volvió a coger la carpeta y a montarse en el autobús. «Ya no volvió».

Del periplo que inició entonces, poco antes de cumplir la mayoría de edad, sus padres han podido conocer una pequeña parte: que dormía en casa de un compañero, que lo echaron de allí, que pasó a dormir entonces en portales, en casas okupas y lugares públicos, y que su consumo de sustancias tuvo un ascenso vertiginoso. «Me dijeron que dormía en un parking –recuerda Paula–. Yo cogía el autobús y me iba a recorrer la ciudad buscándolo. Me metía hasta en la cocina de los bares». «Yo temía encontrarlo un día con una cuchillada», añade su padre.

Un día, la Policía Local llamó a casa. «Lo habían encontrado en coma etílico tirado en un portal». Fue así como volvieron a ver a Jota: enganchado a un suero. Cuando le dieron el alta en el hospital, se lo llevaron a casa. «Yo lo veía bien. Pensaba que podía haber tomado conciencia del peligro, pero un día nos fuimos a trabajar, nos robó todo lo que pudo y volvió a desaparecer».

Los informes hospitalarios les permitieron saber que su consumo ya no era solo de drogas blandas: «Se metía porros, alcohol, cocaína, todo lo que pillaba». La drogadicción le llevó incluso a protagonizar diversos robos para poder mantener el consumo, hasta que lo detuvieron cuando asaltaba una casa. Solo así, cuando tocó fondo y se vio atrapado, pudieron convencerle de buscar ayuda. También sus padres la han necesitado. «Hemos recurrido al apoyo psicológico profesional –explica Manuel–. No sabes qué hacer. Estás en casa, te miras, y parece que le estés echando la culpa a tu mujer y que ella te la esté echando a ti. Conocemos a muchos matrimonios que no han sobrevivido a esto».

Fernando Lorente, coordinador y responsable del Proyecto Joven en Proyecto Hombre, pide «más sensibilización» para que las familias intervengan antes y sean conscientes del problema en las etapas iniciales. «Cuanto antes actuamos, mejor. Intentamos que el consumo no se instaure. Si a Jota lo hubiéramos tenido aquí con 14 años, quizá no estaríamos así». Hoy, el hijo de Manuel y Paula tiene 25 años y acumula cuatro libre de sustancias. Ellos empiezan a respirar otra vez. «Tenemos mucha esperanza. Le vemos fuerte y muy convencido. Cada vez tiene menos miedo y está más seguro de que no va a recaer».

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