
De la amistad entre Vargas Llosa y Claudio Magris queda huella en las palabras que el primero le dedicó en algunos de los libros que … le mandaba en español y con los que Claudio ejercía su lectura en nuestra lengua. El 9 de diciembre de 2009 escribe desde Lima: «A Claudio Magris, maestro y amigo, con la admiración y el afecto de Mario», dos años más tarde, en mayo de 2011, le envía desde Turín la edición italiana de ‘El sueño del celta’ reiterando el afecto: «Para Claudio Magris, con la antigua admiración y la amistad de Mario».
Del fuerte vínculo establecido entre ellos da constancia un libro, de cuyo título no queda claro el origen: ‘La literatura es mi venganza’, que apareció de modo escalonado en tres países: en julio de 2011 en Lima, en 2012 en Milán y en 2014 en Anagrama de Barcelona. Era fruto del encuentro, existía ya un precedente en la Feria del Libro de Guadalajara, en la Biblioteca Nacional de Lima, el día 9 de diciembre de 2009, auspiciado por el Istituto Italiano di Cultura, con el título ‘Novela, cultura y sociedad’, lo que suponía para ambos autores involucrarse en un tema comprometido, aunque ambos coincidían en su visión total de la literatura pero con matices. Como escribe Renato Poma en el prólogo, «la gran literatura es una extraordinaria forma de conocimiento de lo real y representa, según Vargas Llosa, un instrumento insustituible para poner en orden la realidad que es en sí misma esencialmente caótica. El escritor, el verdadero escritor –afirma Magris– es el que logra identificar un orden oculto en lo grotesco y en lo absurdo de la existencia». El libro es un diálogo intenso entre ambos.
En él Claudio escribe sobre el amigo: «La literatura auténtica debe considerar aquello que Mario Vargas Llosa, con una de sus formidables intuiciones, llama la ‘enfermedad incurable’, es decir, la literatura puede contar cómo en ocasiones vivimos la crisis del mundo como si fuese incurable […] Gracias a la lectura de novelas que enfrentan a fondo la ‘enfermedad incurable’, como las de Mario Vargas Llosa, no digo que podamos ser curados, pero sí sentirnos un poco menos enfermos y más capaces de enfrentar la enfermedad». Por su parte, Vargas Llosa, tras destacar de Magris «el amor por la belleza que surge de la palabra bien escrita, la preocupación por las relaciones entre personas, entre sociedades, entre culturas» no puede dejar de resaltar que «nunca ha tenido un desencanto con las grandes conquistas de la libertad. En eso, Claudio Magris es una de las grandes excepciones de nuestro tiempo».
Ambos escritores coincidían en su visión total de la literatura pero con matices
Del que quizá fuera su último encuentro, fui testigo el diez de noviembre de 2022. Salí de Trieste acompañando a Magris para ir a Florencia, donde tendría lugar un debate con el escritor Paolo de Paolo sobre el libro escrito entre ambos autores italianos, ‘Inventarse una vida – Un diálogo’. La víspera supimos que estaría su amigo Mario Vargas Llosa y que poco después de nuestra llegada Mario mantendría un diálogo con Martha Canfield. Tras bajar del tren y pasar por el hotel, Claudio olvida el cansancio del viaje y decide escuchar como espectador el coloquio con Marta que se desarrollará en el magnífico Salón de los Quinientos, en Palacio Viejo. En la puerta lateral del edificio, un grupo de periodistas rodea y hace preguntas a Vargas Llosa, al verle, Mario saluda a Claudio.
Subimos a la primera planta. Mario, entre las paredes majestuosas de dicho salón, interpelado por Martha Canfield, habla cronológicamente de sus lecturas más amadas: ‘Tirant Lo Blanch’ en edición de Martín de Riquer de 1948, ‘Madame Bovary’ y ‘Los Miserables’ durante su estancia en Francia, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti al que recuerda que hay que recuperar… y de los autores italianos su amigo Claudio Magris al que lee atentamente. Mario le pide a un Claudio, que no espera intervenir, que suba. Hablan de lo que les une, la literatura.
Es conocida la incapacidad de Magris para las tareas domésticas, lo que incluye poner la cafetera o cambiar una bombilla, sin embargo, para nuestra sorpresa, nos cuentan que cuando estuvieron juntos unos días en la misma casa en Georgetown, Claudio se vio, como representante italiano, en la obligación de preparar un café expreso para el amigo. Mario dijo que le supo excelente. Supongo que a nuestro escritor triestino le pesó la responsabilidad de representar a Italia en algo tan serio en ese país como es hacer un buen expreso. Hoy sé que, pese a sus ochenta y seis años cumplidos la semana pasada, pone con su bolígrafo sobre el papel palabras para el amigo desaparecido al que manda un penúltimo saludo.

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Enlace de origen : Vargas Llosa y Magris, una amistad con expreso incluido