A rey muerto en el Bernabéu, rey puesto

A rey muerto en el Bernabéu, rey puesto

Miércoles, 16 de abril 2025, 23:22

No hubo milagro que valiese esta vez para mantener con vida a un Real Madrid que puso más corazón que cabeza en el Santiago Bernabéu y acabó resultando apeado de su competición fetiche por un Arsenal al que Mikel Arteta ha dotado del cuajo necesario para soñar a lo grande. Refractarios al empuje de un coliseo merengue que no vio acompañado el ardor que puso en liza por el desempeño que esperaba de sus gladiadores, los ‘gunners’ salieron indemnes de la visita al volcán merengue y volverán a estar entre los cuatro mejores de Europa dieciséis años después.

Apuntalado por la holgada renta con la que salió de Londres, supo manejar mucho mejor el partido el conjunto inglés, que apenas sufrió para descabalgar de la máxima competición continental a un rey que no estuvo a la altura de lo que demandaba la defensa de la corona y se verá las caras en semifinales con el PSG.

Nervioso, precipitado y, lo más preocupante de todo, enormemente impotente, el cuadro de Carlo Ancelotti clausuró en cuartos de final su participación en un torneo que comenzó escribiendo con renglones torcidos y en el que se mantuvo a flote a duras penas hasta consumar este miércoles una indecorosa eliminación que condena a su estratega y apela a una renovación de calado en un vestuario sin los argumentos futbolísticos necesarios para dar pábulo a la mística.

Real Madrid

Courtois, Lucas Vázquez (Ceballos, min. 61), Asencio, Rüdiger, Alaba (Fran García, min. 61), Valverde, Tchouaméni, Rodrygo (Endrick, min. 61), Bellingham, Vinicius y Mbappé (Modric, min. 73).

1

2

Arsenal

Raya, Timber (White, min. 95), Saliba, Kiwior, Lewis-Skelly, Odegaard, Thomas Partey, Rice (Zinchenko, min. 95), Saka, Mikel Merino y Martinelli (Tierney, min. 95).

  • Goles:
    0-1: min. 65, Saka. 1-1: min. 66, Vinicius. 1-2: min. 93, Martinelli.

  • Árbitro:
    François Letexier (Francia). Amonestó a Alaba, Asencio, Raya, Thomas Partey, Rüdiger. Expulsó por roja directa a Francesco Mauri, asistente de Carlo Ancelotti.

  • Incidencias:
    Partido de vuelta de cuartos de final de la Liga de Campeones, disputado en el Santiago Bernabéu.

El Real Madrid electrificó el ambiente con el cableado propio de las epopeyas que han bruñido su leyenda: ‘busiana’ de alto voltaje para recibir al equipo, un graderío enardecido y un tifo regio a modo de prolegómenos. Apoyó el pistoletazo de salida Ancelotti perfilando un once con más filo que forro. Todo ello enmarcado, por supuesto, en una fe basada en los textos sacros escritos por apóstoles como Santillana, Juanito, Valdano, Cristiano, Benzema o Joselu que dieron forma a un credo que tiene la remontada como palabra sagrada.

El objetivo era provocar un torbellino emocional que cortocircuitase el alma y las piernas al Arsenal e impulsase a una escuadra con espíritu de alpinista. No hay montaña que no haya domeñado antes el escalador blanco por empinada que sea, como bien han interiorizado incluso los más nuevos en la oficina. Solo faltaba que las formas acompañasen al fondo. Ahí fracasó la liturgia.

Sobreexcitado

Porque el Arsenal apagó la ceremonia que se disponía a oficiar el sumo pontífice de la Champions echando agua al fuego. Colgaba sobre el cuadro de Arteta la etiqueta de bisoño, pero asumió el reto con temple y rebajó a un campeón sobrexcitado. El exceso de revoluciones le costó al cuadro de Ancelotti dos amarillas prematuras y un penalti que pudo servirle al Arsenal para abrochar la eliminatoria. Lo desperdició Saka, al que Courtois leyó las intenciones.

A esa pena máxima que pudo servir como extintor ‘gunner’ siguió otra, esta vez en el área del Arsenal, mal pitada por un árbitro consumido por el escenario y anulada tras una revisión interminable por un VAR de digestión lenta. La combinación de desatinos fraguó un tiempo muerto que le sentó como un tiro al Real Madrid.

Los blancos necesitaban esprintar, pero el Arsenal mantenía el freno puesto, con la complacencia del árbitro. Entre pitos y flautas, la primera parte se fue por el sumidero, sin más castigo para el Arsenal que una amarilla a Raya por las tretas dilatorias. Peaje nimio que pagó con gusto, puesto que como contraprestación consiguió poner en formol a su adversario.

Ofuscado, el Real Madrid confundió la velocidad con el tocino. Le acompañaba la actitud, pero le faltaba el fútbol. Que pusiese 22 centros laterales al intermedio, con Joselu en Catar y Mbappé como pertiguista en Chamartín, dice mucho sobre el caótico modo de atacar de un bloque al que Ancelotti pidió control, pero que incurrió en la anarquía.

Mantuvo el plan de batalla Carletto tras el paso por vestuarios, pese al desafuero de sus tropas. También Arteta, al que complacía una refriega con tan poca sangre. Si acaso, arañazos por riñas barriobajeras que desesperaban al Real Madrid y consumían fuerzas, pero sobre todo tiempo. El que no tenían los locales, cada vez más precipitados y desorganizados.

Devorado por la ansiedad, el Real Madrid se desnudaba atrás sin cubrirse arriba, convirtiendo el rectángulo de juego en un tartán de atletismo. Apelaba a sus velocistas, pero ni Mbappé ni Vinicius tenían el reprís necesario. Lejos de variar la apuesta, Ancelotti la redobló con los cambios y el Arsenal le dio el tiro de gracia. Asistió Mikel Merino y fusiló Saka.

El cruce solo lo volteaba ya otra sucesión de fenómenos paranormales. Esos que nunca faltan en el Bernabéu. Hubo alguno, por supuesto, cuando Saliba se durmió mientras Vinicius le encimaba. El brasileño, que hizo prácticas junto a Benzema, recogió el guante, selló las tablas y reanimó a su parroquia.

Regreso al punto de partida, aunque con matices. Restaba media hora, con todo el menor de los males, puesto que el Arsenal no dio el paso atrás que condenó a tantas víctimas colaterales y encima Ancelotti perdió en combate a Mbappé, que se retiró con el tobillo dolorido y la final de Copa del Rey ante el Barça en el aire. La esperanza se diluyó y Martinelli clavó la última estaca en el ataúd de los blancos. Esta vez el milagro fue una quimera.

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