La joven de 22 años coge un taxi rumbo a la pedanía murciana de Beniaján después de comer con su familia. Quiere tomarse unas cervezas, despejarse. Había escrito a un amigo, R. O. L., vecino de Beniaján, a quien conocía desde hacía tres meses.
Son las cuatro de la tarde del 24 de abril de 2018. La chica se baja en el centro del pueblo, no muy lejos del cuartel de la Policía Local. Allí la espera su contacto, acompañado por otro hombre, P. M. T., de Torreagüera, 42 años, que paga la carrera. Desde allí, caminan hacia un huerto. «P. M. T. se quería fumar un porro y no quería hacerlo a la vista de la gente», declararía más tarde ante la Guardia Civil.
Junto a una acequia, entre limoneros y bancales húmedos, conversan y matan litros de cerveza. Cuando el alcohol y el THC empiezan a desdibujar las palabras, P. M. T. le ofrece una pastilla.
El pasado 10 de abril fueron citados en el juzgado para comunicarles la acusación formal del delito de abuso sexual
—Es diazepam —le dice.
Ella no ve el peligro. Es un medicamento que ya toma con receta. Pero lo que ocurre a continuación se difumina en su cabeza. «Me sentí mal. Notaba la boca seca. Perdí la conciencia», les diría más tarde a los agentes, en una declaración que consta en las diligencias a las que LA VERDAD ha tenido acceso. La siguiente imagen que recuerda es la de sí misma, con la cabeza sostenida por R. O. L., mientras le practicaba una felación a P. M. T.
No podía sostenerla sola. Tampoco oponer resistencia y se desmayó. Cuando despertó, R. M. T. no estaba. Ella yacía sobre el suelo del huerto, con los pantalones bajados, y P. M. T. la estaba penetrando. «No sé si llegó a eyacular», relató. Las fugaces imágenes de ese momento se convirtieron en su primera pesadilla. Pero no acabaría ahí.
Del huerto al dúplex
Sin saber cómo, la arrastraron hasta un nuevo escenario en un dúplex de la calle Álamo, en Beniaján. La casa, propiedad de J. L. M. G., «unos 30 años, alto, pelo moreno rizado, ojos marrones. Es yonqui», describió la víctima.
El lugar olía a papel de aluminio quemado y al humo exhalado de los ‘chinos’ que consumía el resto de personas que allí había, desconocidas para ella. Preguntó qué droga era esa que fumaban. «Es caballo», le dijo uno. Heroína.
Recuerda que le ofrecieron un bocadillo y un vaso de Coca-Cola. Acto seguido volvió a marearse, y regresó el malestar y la boca seca. Le ayudaron a llegar a una habitación con una cama. Se acostó y se quedó dormida.
P. M. T. la despertó. Quería volver a mantener relaciones sexuales. Ella se negó, pero no pudo quitárselo de encima. Volvió a penetrarla, según denunció. Luego se durmió. Eran las seis de la mañana del miércoles 25 de abril cuando despertó. No llevaba sujetador y estaba tapada con una manta.
Quería marcharse, pero no podía salir de la habitación. Hizo ruido y gritó que la sacaran de ese agujero. J. L. M. G. abrió la puerta y se fue a dormir. Ella vio la oportunidad de escapar, pero la puerta de la casa «tenía muchos pestillos y estaba cerrada con llave».
Volvió a despertar al dueño de la vivienda y le pidió que la dejara salir. Él respondió que se irían más tarde y siguió durmiendo. Cerca de las nueve y media de la mañana fueron al centro de salud de Beniaján, donde hay un recurso de Atención en Drogodependencias. Le dieron metadona a J. L. M. G. y después, este le prestó el móvil para que llamara a su hermana y fuera a recogerla.
«Nunca quise tener relaciones con ellos. Solo íbamos a tomar unas cervezas», reiteró la víctima en su declaración
Mientras esperaban, él le confesó que la noche anterior habían estado juntos, que mantuvieron relaciones sexuales. «No te movías», le dijo, según su testimonio.
El ‘yo no fui’ como estrategia
El informe médico del hospital Virgen de la Arrixaca fue demoledor: excoriaciones internas, hematomas en muslos y nalgas, diagnóstico de estrés postraumático. En su ropa interior hallaron restos biológicos de dos de los agresores.
La Guardia Civil abrió diligencias el 2 de mayo. Las detenciones llegaron seis días después. Tres versiones y tres relatos contradictorios. Tres formas de decir «yo no fui». R. O. L. dijo que no estuvo presente en el momento de la agresión. P. M. T. lo negó todo. J. L. M. G. afirmó que la chica consintió, que solo estaba «dormida de cansancio».
Tras pasar a disposición judicial, solo uno de los detenidos ingresó en prisión: P. M. T., sobre quien pesaba ya una orden previa de busca y captura.
Un golpe inesperado
El caso avanzaba lento y el 13 de julio de 2020 el proceso sufrió un mazazo. Aquel día, un funcionario encontró muerto a P. M. T. en su celda del módulo 2 de la prisión de Campos del Río. El cadáver fue hallado horas después de que el recluso regresara de un permiso.
Fue su abogado defensor quien alertó a la magistrada instructora a través de un escrito. En él informaba del fallecimiento de su cliente, sin aportar más detalles. Las primeras informaciones apuntaron a una posible sobredosis de estupefacientes, introducidos en la cárcel.
El presunto líder de la ‘manada de Beniaján’, como fue bautizado después el grupo, se escapaba. Con su muerte se extinguía su posible responsabilidad penal. La causa se tambaleaba. La víctima, en cambio, seguía recibiendo terapia.
—Nunca quise tener relaciones con ellos. Solo íbamos a tomar unas cervezas —reiteró.
Esa frase, pronunciada con voz quebrada en sede judicial, quedó recogida en acta como la línea irrebasable entre el consentimiento y el no explícito.
El caso despierta
Durante años, el caso permaneció dormido. Ahora ha despertado. La titular del Juzgado de Instrucción número 3 de Murcia dictó el pasado 24 de marzo un auto de procesamiento contra R. O. L. y J. L. M. G. por presunta agresión sexual con penetración, lesiones y hurto leve. La jueza considera que existen «indicios racionales de criminalidad», tras valorar el testimonio de la víctima, los informes médicos, los análisis biológicos y los metadatos de su teléfono móvil, tal y como refleja en el auto. Con ello, remite el procedimiento a la Audiencia Provincial para la celebración del juicio y empuja a los dos acusados hasta el banquillo.
Durante estos siete años, ambos permanecieron agazapados tras el anonimato que les concedió el paso del tiempo, disfrutando de una libertad temporal. Pero el pasado 10 de abril fueron citados para que la jueza les comunicara la acusación formal de los delitos. Hubo contratiempos. El abogado que los defendía hasta ese momento renunció a su representación el día anterior, y hubo que designar letrados del turno de oficio.
Ambos negaron su implicación y declinaron responder a las preguntas de la acusación particular, ejercida por la abogada Ainhoa Azpeitia. La jueza mantuvo la orden de alejamiento y la prohibición de comunicación con la víctima, a la espera de que el caso llegue a la Audiencia Provincial y se juzgue.

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : La 'manada de Beniaján' enfila el banquillo por la presunta agresión sexual a una joven en 2018