Como «el más alto honor literario y social que me ha concedido nunca España o el mundo». Así recibía Álvaro Pombo el Premio Cervantes en Alcalá de Henares. Sin apenas voz, debilitado, no pudo leer su discurso de agradecimiento. Lo hizo su asistente, el historiador Mario Crespo. En silla de ruedas, un Cervantes frágil y bienhumorado, con su habitual gorro de lana y el preceptivo chaqué, se sonreía ante su propia glosa de un país de «influencers y mercachifles» y «sin honor» antes de recibir el galardón de manos de Rey.
‘Una fenomenología de la fragilidad’, se tituló la divertida y breve alocución pombiana en la que se alabó al padre de la novela. Comenzó con un «Dios bendiga a Cervantes para que Dios y el propio Cervantes nos bendigan en las múltiples fragilidades y tarumbancias de nuestro descabalado siglo XX y XXI».
Los reyes a su llegada a Alcalá de Henares.
Óscar Chamorro

«Quiero expresar toda una fenomenología de la fragilidad hispana y de la fragilidad del mundo y de la fragilidad mía también», dijo el escritor cántabro, que estuvo a punto de no acudir a la solemne ceremonia que se celebra cada año en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. «La fragilidad es el gran tema que va con nosotros en toda nuestra vida y en todo nuestro día a día», resumió.
Fue una ceremonia mucho más sobria que otros años, dado que ante el luto oficial de tres días impuesto por la muerte del Papa Francisco se renunció a la pompa militar y a la festiva actuación de la tuna que recibe y despide al galardonado y a los reyes en la centenaria Universidad de Alcalá con las banderas a media asta. Tanto el galardonado como el rey guardaron el luto con negras corbatas. No estuvo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El escritor, a punto de cumplir 86 años y muy debilitado y delgadísimo, desplegó su característico humor quitando hierro con su discurso a un acto con tintes luctuosos y plantando cara a la muerte, como Sancho Panza en el lecho de muerte de su hidalgo señor: «No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía».
«Ni por el tato»
Anunció Pombo que está escribiendo una novela sobre la liquidación del colonialismo español y la fragilidad de todo país en el que «ahora nadie se bate en duelo por su honor ni por el honor de España ni por el del tato». «Nos hemos convertido en un país entre influencers y mercachifles» lamentó.
Dedicó al ‘Licenciado Vidriera’ buena parte de una alocución en la que el ácido humor pombiano se mezcló con el cervantino. «Cervantes eIige la imagen poética exacta: el vidrio. ¿Qué quiere decir el vidrio? El vidrio es lo rompible, lo frágil, lo opuesto al Escorial, lo opuesto a la victoria», dijo sobre la ejemplar novela cervantina.
Trazó además un paralelo entre los últimos años de vida de Cervantes y su delicada situación actual. «Tenía Cervantes quizá, según los médicos, arteriosclerosis o cirrosis hepática o diabetes o insuficiencia cardiaca. Con todo esto encima, con setenta años, don Miguel de Cervantes está llegando al final, ha escrito ya todo lo que tenía que escribir pero está llegando al final con un relativo y admirable buen humor», se felicitó Pombo.
«Cervantes fue un hombre profundo y pobre, al decir de Ortega y Gasset -recordó- y es muy posible que para alcanzar la grandeza en España, para superar la fragilidad, tengamos todos que llegar a la profundidad y a la pobreza». «Ahí se desharán los encantamientos. Ahí se romperá por fin el cristal. Ahí se hará fuerte lo frágil. Y los héroes seguirán recorriendo el imperio de su palabra incesante», concluyó . El escritor recibió entonces, abrumado y risueño, una cerrada y larga ovación.
El Rey recordó a Mario Vagas antes de celebrar la verdad, la claridad y la bondad como pilares de la obra de Pombo y faros sociales en tiempos inciertos. «En este afán de encontrar la verdad narrativamente hallamos la lección más profunda de la obra de Álvaro Pombo, la que deberíamos aprender todos. Lo importante es comprender lo que pasa y lo que nos pasa. Y en el ámbito social, comprendernos», dijo don Felipe. «Después podremos juzgar, pero antes tenemos que comprender. Y para ello, dice Pombo, la Filosofía suele subir demasiado aprisa a la abstracción. La novela es más humilde», agregó.
«En los tiempos que vivimos, los valores citados ─claridad, bondad, verdad─ son como faros que han de guiarnos en una búsqueda incesante. Vivimos días inciertos que piden claridad; días duros –y para muchos, aciagos─ que demandan bondad; días de confusión que reclaman verdad», agregó el Rey que la edad hubiera concedido a Pombo «un noble aspecto quijotesco».
«Con la claridad del maestro, del buen maestro, Álvaro Pombo nos habla, en su obra, de la bondad y la verdad. Por ese motivo, este premio Cervantes, el más alto galardón de las letras españolas, es, además de merecido, beneficioso para la sociedad en su conjunto», concluyó, el Rey.
El ministro de Cultura, Ernest Urtasun también recordó a Mario Vargas Llosa, fallecido hace una semana, antes de glosar la obra de Pombo: «Un verso único y excepcional y una paradoja gozosa, para todas y todos los que amamos la literatura», dijo. «Pombo es el autor excéntrico, en el sentido literal de la palabra, que regresa al centro, si es que el centro existe más allá de la utopía, como él mismo se pregunta», agregó Urtasun.

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