
Envuelta en el cántico triste de un gran coro clerical, la procesión cardenalicia para sacar de la basílica el ataúd con los restos del papa … Francisco se realiza ante los ojos de los principales mandatarios y reyes del mundo occidental, entre ellos Felipe. Medidos los tiempos ceremoniales con precisión, prosigue la ofrenda de incienso para dar inicio a la eucaristía. Bajo un cielo despejado, muy azul, con un único techo sobre el altar, pero que no da sombra a los restos de Franciscus, como quiso que se le identificara tras su muerte, a las 10:20 se inicia la misa. El cardenal Giovanni Battista Re empieza la oración, a la que sigue una lectura en inglés, realizada por una mujer joven, el salmo responsorial y los siguientes pasajes. Jesús y Pedro protagonizan las lecturas. «Reunidos en oración en torno a sus restos mortales, con el corazón triste, pero sostenidos por la fe», lee el cardenal en la homilía. Saluda a «todos los presentes», con agradecimiento a los jefes de naciones y las delegaciones oficiales. Recuerda la vida del pontífice fallecido desde los últimos minutos en la misa de Pascua hasta su elección el 13 de marzo de 2013, en un «cambio de época» con un «carisma» que «ha tocado los corazones».
«La decisión de tomar por nombre Francisco fue la elección de un programa y un estilo con que quiso proyectar su pontificado, buscando inspirarse en el espíritu de San Francisco de Asís», dice Re, y recuerda que su primer viaje fue a Lampedusa, tierra de acogida forzosa de los migrantes africanos a Europa. «Conservó su temperamento y forma de liderazgo (…) deseoso de estar cerca de todos, con especial atención a las personas con dificultades. Ha sido un papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos, atento a lo nuevo que surgía en la sociedad».
La iglesia, continúa el cardenal de 91 años, era vista por Francisco como un «hospital de campaña», que tenía que ser «capaz de inclinarse a las personas, más allá de su credo y convicción, sanando sus heridas». Refugiados, desplazados, pobres, víctimas del terrorismo fueron foco de su atención. «Misericordia y alegría del Evangelio» son dos palabras claves del papa Francisco, sostiene el sacerdote.
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Y da paso a su gran ruego: «Elevó al voz incesantemente pidiendo la paz, invocando a la sensatez y la negociación honesta. La guerra no es más que muerte de personas y destrucción, decía, y siempre deja al mundo peor a como era anteriormente. Es una derrota dolorosa y trágica, y repitió la exhortación de construir puentes y no muros (…)», dice el cardenal decano. «El papa Francisco solía terminar sus encuentros diciendo: no se olviden de rezar por mí. Ahora te pedimos a ti que reces por nosotros y que desde el cielo bendigas la iglesia, Roma, el mundo entero, como hiciste el pasado domingo desde el balcón de esta basílica en un último abrazo con todo el pueblo de dios, y con la humanidad que busca la verdad con corazón sincero y mantiene en alto la antorcha de la esperanza».
Al final de la homilía, las peticiones de los fieles se hacen en varios idiomas, como italiano, chino, alemán, inglés, griego. Sin sobresaltos, la misa se encamina a su final. A la hora de darse la paz, Macron se acerca a Trump. También Felipe, que está a su lado, con Melania interpuesta. El presidente de Estados Unidos es el centro de todas las miradas y estrecha unas pocas manos más. La política juega su papel antes de la comunión.
Rodeado de poder
Media hora antes del inicio de las exequias ya se impone el canto del ‘Salve regina’, a la espera que el ataúd se traslade a la explanada de la plaza. Púrpura y negro, gran mayoría de hombres. Doblan las campanas quince minutos antes. Con discreción, e incluso con una delegación restringida, se desplazan 50 jefes de Estados y monarcas de diez casas reales, cabezas de 164 delegaciones internacionales, y ocupan un área ‘vip’, muy distante del vulgo. No hay sorpresas con el protocolo. La prioridad la tienen las monarquías católicas, como la española, que están en lugar preferente dentro de la iglesia. Siguen las monarquías no católicas y a continuación los políticos, ordenados alfabéticamente según los nombres de los países en francés.
La jerarquía del mundo occidental se acomoda en sus lugares, desde la basílica, donde esperan la hora resguardados del sol y las cámaras, todavía con el féretro en el centro de la iglesia. Una de las primeras en llegar es la primera ministra italiana Georgia Meloni. Otros rostros conocidos, como Lula Da Silva, presidente de Brasil; Emmanuel Macron, presidente de Francia; Guillermo, príncipe de Gales; Donald Trump, presidente de Estados Unidos, o Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, inmediatamente después. Ambos tuvieron un breve encuentro en suelo consagrado. En la cita está el poder real del mundo occidental, y un poco más allá. Mientras tanto, dentro de la basílica, los cardenales hacen pasillo por donde saldrá el ataúd, que inicia su traslado en punto.
Horas antes
Amanece en Roma y en la plaza de San Pedro unas 140.000 de personas aguardan el comienzo del funeral del papa Francisco. Una larga pero ágil espera, entre vallas y personal de seguridad que les dirige hacia un único acceso al corazón vaticano. Con unos frescos 17 grados y a la espera que el sol de verano italiano asome poco a poco. Sin autorización previa, con un registro de mochilas y bolsas, la gente acude con una mezcla de fe y peregrinación con turismo y curiosidad, móvil en mano preparado para el selfie.
Alejado del bullicio esas horas previas, el cuerpo del pontífice está dentro de un ataúd de madera, cerrado frente al altar, cerca de donde la tradición dice que descansa san Pedro, fundador de la iglesia católica. El rostro de Franciscus, como se le identifica en su lápida, había sido cubierto con un velo de seda el día anterior, en el rito previo a la despedida final.
Los reyes, los mandatarios y los miles d fieles de un pontífice que siempre abogó por la paz, y solía recordar a Ucrania y Gaza en sus rezos, están protegidos por cerca de 15.000 policías, militares, guardias de milicias especiales, voluntarios de defensa civil, carabineros, francotiradores y pilotos de aviones de combate, los Eurofighters, que sobrevolarán los cielos. Algunos invisibles y otros con chaleco amarillo entremezclados entre la multitud cuidarán las cloacas, el río o el empedrado con armas tan clásicas como las pistolas o sofisticadas como las bazucas antidrones.
Vestidos con coloridos ropajes, incluso varios puntos rojos en la panorámica, hay sombreros de todo tipo y muchos uniformes. De jóvenes de colegios católicos, monjas con el hábito, curas de sotana, jóvenes con pañoletas boy scout, grupos juveniles, ancianos solitarios, familias o parejas, venidas de las esquinas romanas o lejanos rincones centroamericanos, algunos con banderas de sus naciones. Otros, más prácticos, van con sombrillas o simples paraguas negros. O con sus traductores. «Momento histórico», repiten varios de un grupo español de adolescentes.
La mayoría de los asistentes esperaban desde la madrugada, aunque un grupo durmió en el punto de acceso. Para estar lo más cerca posible de los santos muros que se le permite a la plebe hizo falta llegar a las cinco de la madrugada. Llenan los seis kilómetros hasta Santa María de la Mayor. Se calculan que unas 250.000 personas acuden a Roma para escuchar la misa en honor a Francisco, aunque hay quien con entusiasmo eleva la cifra hasta el medio millón. Los que llegan tarde se colocan en la Via della Conciliazione y en las inmediaciones. No hubo tiempo para pisar la plaza y se conforman con las pantallas gigantes, en las que se sigue en directo la misa. Hay mucha emoción creyente y ninguno se irá decepcionado.

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Enlace de origen : «Franciscus ha sido un Papa en medio de la gente con el corazón abierto hacia todos»