
Aurora Saura Bacaicoa (Cartagena, 1941) llega en taxi hasta la misma puerta del Romea. La casualidad hace que salga a su encuentro Francisco Jarauta, el … filósofo, cosechador de placeres, experiencias y afectos. Ambos se saludan con bastante cordialidad en la terraza del Café del Arco. Hace tiempo que no se veían. En realidad, Aurora Saura, una de las voces poéticas más valoradas en la literatura de la Región de Murcia, no se prodiga en exceso. Comparece en su cita con LA VERDAD con un libro, ‘Diversas son las hablas’ (Balduque), y con una boina de lana del color de esas flores burdeos que llaman «boca de dragón» (Antirrhinum). Aunque de su boca, más que fuego, se desprenden palabras auténticas, innegablemente sinceras. En este momento de su vida no va a desconfiar del valor que tienen en su día a día palabras como «natural», «cordialidad», «confianza», «belleza», «sueños», «olvido»… «Una persona me tocó. / Ella era alta y rubia, / muy delgada. / Su mano en mi cara / fue una caricia. / Elogió mi piel / y bromeamos. / Luego supe / que estaba muy enferma. / ¿Lo creeréis? / Pensé que, de existir, / así serían las hadas / y los ángeles». Este poema, ‘Encuentro’, dice mucho, muchísimo, de ella.
-Los hijos se han hecho mayores…
-Mi hija Aurora, profesora de alemán en la Escuela de Idiomas de Cartagena, ya tiene casi 54 años, porque la tuve con 21 años, y mi hijo es casi cuatro años menor, ya tiene 50. Mi hijo, Paco, es el arquitecto municipal en el pueblo de mi marido [Francisco Zaragoza, profesor de Filosofía], en Altea, y allí ciertamente se está muy bien.
-Llevaba tiempo sin publicar.
-Sí, desde 2018, cuando apareció la antología, ‘Avivar el fuego (poemas 1980-2017)’ (2018), publicada por la editorial Renacimiento. Pero he seguido escribiendo y el editor y poeta cartagenero José Alcaraz me escribió hace dos años y me propuso publicar un libro, y aquí tenemos ‘Diversas son las hablas’. Es un libro que ha ido demorándose porque yo soy pesada, porque ando liada con todo… Con lo que sea, ¡y con enfermedades varias!
-Ha sido profesora de Lengua y Literatura en diferentes institutos nada menos que 37 años.
-Sí, al principio de interina, luego ya me saqué la oposición. Estuve mucho tiempo en Beniaján (Murcia), mucho tiempo, y en los últimos años pedí el traslado al instituto Cascales. Estuve muy bien esos años. He tenido algún alumno muy bueno, uno tan bueno que fue el mejor que tuve en mi vida. Gente interesada y trabajadora.
-No dejamos de aprender los seres humanos. Parece que es lo único que nunca dejamos de hacer.
-Yo puedo decir que he sido muy buena alumna, cuando estudiaba bachillerato y durante la carrera. Me casé a los 20 años, y no había terminado aún la carrera, le dije a mi padre que no se preocupara que yo iba a terminar más tarde o más temprano. Y a los 21 años nace mi hija, me dejé algunas asignaturas para septiembre y como había muchas plazas de interinidad pues empecé a trabajar de profesora. A los 22 empecé a dar clases.
-Y su padre, ¿qué le dijo?
-Mi padre, que además de meteorólogo era profesor de matemáticas en instituto, no se lo creía. Pero estaba contentísimo, porque además de darle una nieta pudo ver que yo hice mi vida sin problemas.
«Aquella mujer extraña era yo. La que deseó y amó, la que se revistió de todas sus armas y ganó con alegría. Y luego perdió, como era de esperar, y atravesó tierras oscuras para sobrevivir. Esta extraña de ahora es aún más extraña. También soy yo»
-Siendo profesora de literatura tuvo que estudiar y releer a autores maravillosos, y, encima, se lanza de lleno a la creación, a la lírica.
-La verdad es que yo empecé escribiendo cositas rimadas con 11 o 12 años. Leía mucho, me gustaba mucho entonces, y aún me gusta, la poesía tradicional, la que es anónima. De vez en cuando hago por recordar y recuerdo, sobre todo, los poemas anónimos. Me gusta esa poesía no atribuida a ningún autor, pero que se difundía mucho. Me sé poemas también de Quevedo, aunque no me caiga bien, y de muchos otros no anónimos. También leí novela en su momento, ahora menos. Y ensayos, aunque yo no he escrito ningún ensayo. Cuentos escribí, cortitos, de joven.
-La poesía tiene algo distinto a otros géneros, parece que las palabras retumban de otro modo en los lectores y se traducen rápidamente en imágenes vividas. Con pocas palabras puede sugerirse un mundo infinito…
-Sí, es verdad. [Escribe Aurora Saura en ‘Les regrets’: «Me vienen arrebatos de tristeza. Si soy muchos yoes, las diversas tristezas deberían acompasarse, no sobrevenirme de golpe, dejarse sitio unas a otras. Pero así como el glaciar que va acumulando nieves arrastra al imprudente, me asaltan todas juntas. Tendré que dejar que me cubra el hielo»]. Yo, cuando he escrito poemas de una vez, generalmente han sido poemas cortos. Nunca he escrito cosas largas, y casi siempre los dejo como salieron al principio.
-¿A qué presta más atención?
-No sé si me atrevo a decir algo sobre toda mi obra, pero sí puedo decir que de todos mis libros, ‘Retrato de interior’ (1998, reedición en 2014), me parece bastante redondo. La antología, no obstante, por variada, también me gusta mucho.
Con el móvil por la calle
-Cuesta mucho que afloren cosas íntimas, pero la escritura es como el trabajo del minero: poco a poco sale a la luz todo lo oculto.
-Depende de los momentos, a mí me ha inspirado mucho la naturaleza. Hay muchos poemas, sobre todo a partir de los últimos tiempos, de mi última etapa vital, escribo sobre todo sobre los pájaros, sobre el mar y sobre gente que veo que me llama la atención. Cuando por la calle veo a gente con el móvil me cabreo, porque incluso hay gente que lo mira hasta pisando el paso de peatones. Sí que veo a alguna gente joven leyendo libros sentada en bancos. [Dice Aurora Saura en ‘Extrañas’: «Aquella mujer extraña era yo. La que deseó y amó, la que se revistió de todas sus armas y ganó con alegría. Y luego perdió, como era de esperar, y atravesó tierras oscuras para sobrevivir. Esta extraña de ahora es aún más extraña. También soy yo»].
-El mar forma parte de su vida.
-Prácticamente, todos los veranos han sido en Altea. Al principio, alquilábamos un apartamento próximo a La Ribera, donde veraneaban mis padres, y donde se sentían a gusto. Pero luego ya empezamos a buscar algo en Altea. Y encontramos un piso frente al mar.
-¿Cómo eligió los poemas incluidos en ‘Diversas son las hablas’?
-Cogí un pequeño núcleo de poemas que en la antología había puesto al final como poemas últimos. Era como algo posterior. Estos últimos años han sido muy liados. [En ‘Il pleure dans mon coeur’, poema de Aurora Saura para cuyo título escoge un verso de Paul Verlaine, nos dice: «Por suerte, sabemos llorar: bienvenidas las lágrimas. Llorar consuela, abriga el desaliento, desata nudos enredados, libera la rabia, acompasa la espera. Bienvenidas las lágrimas: el llanto es nuestro privilegio»]. Ha sido muy complicado poder disfrutar del tiempo libre porque se han ido acumulando los achaques.
-¿Se considera mayor con 75 años?
-Sí, mayor soy. [Hace muchos años, en 1985, a Aurora Saura le impactaron, como a tanta gente pendiente de la televisión y del volcán Nevado del Ruiz en Colombia, las imágenes de la niña Omayra con el agua al cuello. A ella le dedica un poema: «Recuerdo el río de barro y a Omayra, que no pudo salvarse. Recuerdo vuestra miseria y, sobre todo, vuestro dolor. Sin embargo, envidié vuestra única pertenencia: el lenguaje respondía por vosotros, en él vivíais, intactos en él vuestra humildad y vuestro orgullo. Aquellas palabras que recibisteis en herencia, tan sencillas y bellas, tan precisas, eran absolutamente vuestras»].
-¿Qué quiso hacer y no pudo?
-Quise hacer una tesis sobre Salvador Espriu, poeta y dramaturgo. Yo lo había leído mucho desde los 15 o 16 años, y no llegué a hacerla porque necesitaba tener un director o directora de tesis que supiera catalán, y aquí en la Universidad de Murcia solo había uno, que creo que era mallorquín, y no tuvo ningún interés. Y yo no iba a hacer la tesis sola, lo dejé estar. [Este último poemario, de hecho, tiene una cita introductoria de Espriu, uno de sus versos más reconocibles: «Diversos son los hombres y diversas las hablas, y han convenido muchos nombres a un solo amor». De ahí toma el título].
En tragos cortos
-
Luis Cernuda dice: ‘Cómo serán aquellos árboles’. Cómo seguiría…
¿Cómo serán aquellos árboles que has hecho tuyos en tantos lugares? ¿Cómo serán aquellos árboles tuyos que no veré? -
Una cita
De Ovidio, en ‘Metamorfosis’: «Así pues, ¿morirá este parque ha querido vivir conmigo y soportará como premio de su amor una muerte que no merece?». -
Dedica el poema ‘A una mujer afgana’ a Sayd Bahodin Majrud.
Fue un filósofo, escritor, traductor y recopilador de los poemas anónimos de las mujeres pastún; afgano, hombre libre. Fue asesinado en 1988 en Peshawar (Pakistán).
-Lee en catalán con normalidad.
-Lo leo totalmente, sin dificultad, y no me falla ninguna palabra. Solo de leer. Me sucede como con el francés, que lo aprendí a partir de los diez años. De leer y de oír. Mi marido habla valenciano, claro, siendo de Altea. A partir de una meningitis que tuvo, que estuvo bastante mal durante unos días, a partir de ahí, como aquí todos hablamos castellano, solo cuando está en Altea se anima e intercambia palabras en valenciano.
-¿Qué le gusta de otros poetas?
-No sé si sé contestar a esto. Porque yo sé qué poetas me gustan y me han gustado. Es algo muy variado. Me gusta mucho que haya una composición que tenga ritmo, que haya una cierta música, que en conjunto me suene bien. No sé si será el ritmo poético, o que a mí solamente me lo parece. Tengo mucha manía con la música en la poesía, si tiene música generalmente el poema me gusta. Hay un poema, titulado ’11 de junio’, en que digo: «El día 11 cumpliré demasiados años. Hay muchos lugares que no volveré a ver y otros que quisiera haber visto. Hay personas que ya se han ido y otras que no conoceré. La vida ha sido larga, pero necesito más tiempo para la alegría».
«Mi padre me regalaba libros»
-Falta tiempo para la alegría…
-Sí, eso me parece a mí, y en los últimos años me está fastidiando, porque físicamente estoy bastante incómoda. Pero sigo leyendo, me gusta mucho ver cine y en Murcia ya solo voy a la Filmoteca. Una amiga fue dos veces a Centrofama atraída por alguna película, pero no consiguió subir…
-¿La vida ha pasado muy rápida?
-Antes de los últimos cuatro años, que se me están haciendo pesaditos, sí. No me gusta que la memoria reciente se me disperse, y y la memoria anterior la recuerdo completamente. Tengo dos hermanas menores que yo, y a la menor del todo le llevo seis años. Yo he sido la mayor de las hermanas, y hoy pienso que eso me benefició. Porque mi padre, a parte de ser matemático y meteorólogo, leía y le gustaba la poesía de Juan Ramón Jiménez y de Machado, y él vio en mí que me gustaba mucho leer, y siempre me ha regalado libros. Ya murió hace unos años, pero siempre me regaló libros, y es a la única de las tres hermanas a las que le regalaba libros.
-Es que los libros sirven, sobre todo si uno quiere que sirvan, si aceptamos la invitación de adentrarnos ahí donde puede estar todo…
-Yo leo mucho ensayo, porque me interesa también este género, y he descubierto textos interesantes.
-¿Cómo es como abuela?
-Tengo cuatro nietos, una chica y tres chicos. Uno de los chicos, Daniel, tiene condiciones para ser periodista. A mi nieta mayor, que le pusieron Alba, desde muy pequeña es una artista, siempre andaba dibujando cosas, y no te puedes imaginar qué cosas dibuja al óleo, en acuarela… es magnífica. Ya está en cuarto de Bellas Artes. Una vez en un vuelo un señor la vio dibujando, y le dijo que si le haría un retrato. El señor se quedó perplejo y se empeñó en pagarle el retrato. Se lo pasa bien. Tengo otro que está en Valencia estudiando Biotecnología, buenísimo, con matrículas, pero empezó a ir a cursos de teatro, y se entusiasmó tan de lleno que lo ha dejado todo por dedicarse a la escena. Lo hemos visto en dos obritas y es buenísimo, con una voz bonita y potente, se desenvuelve muy bien. En una de las representaciones hasta mi hijo lloró, de emoción.
[Nos despedimos. Camino de la Redacción, abro el libro por la página 45: ‘Hablando con Albert Camus’: «Muchas veces me sucede pensar en qué dirías de esto o de aquello, de lo que nos sucede a nosotros, habitantes de un mundo del que, sin ser el tuyo, sabrías hablar con aquella lucidez y amor y determinación de entonces. Me siento como huérfana. Así que te releo y te recuerdo, que viene a ser un modo de hallar consolación». Aurora Saura escribió este poema después de ver ‘Lejos de los hombres’, de David Oelhoffen. Argelia, 1954. En medio del duro invierno, Daru (Viggo Mortensen), un profesor francés, acepta de mala gana escoltar a Mohamed (Reda Kateb), un hombre acusado de asesinato, a través de las montañas Atlas para que se enfrente a juicio… Esta poeta no deja de aprender, y no quiere dejar de hacerlo].

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Enlace de origen : Aurora Saura: «La vida ha sido larga, pero yo necesito más tiempo para la alegría»