El enigma de los cónclaves: diez en los últimos 120 años con intrigas y maniobras

El enigma de los cónclaves: diez en los últimos 120 años con intrigas y maniobras

Martes, 6 de mayo 2025, 00:24

«Hallándose todos los hermanos reunidos para elegir al que había de recibir en sucesión el episcopado y siendo numerosísimos los varones ilustres y célebres que estaban en la mente de muchos, a nadie se le ocurrió pensar en Fabiano, allí presente. Sin embargo, de pronto, según cuentan, una paloma de lo alto se posó sobre su cabeza, imitando manifiestamente el descendimiento del Espíritu Santo en figura de paloma sobre el Salvador. Ante este hecho, todo el pueblo, como movido por un único espíritu divino, se puso a gritar con todo entusiasmo y unánimemente que este era digno, y sin más tardar lo tomaron y lo colocaron sobre el trono del episcopado».

Juan María Laboa recoge así, en su libro ‘Historia de los papas’, el relato que hace Eusebio de Cesarea, primer historiador de la Iglesia, de las circunstancias extraordinarias que se produjeron en la elección de Fabiano, que protagonizó un pontificado entre los años 236 y 250. Parece una broma, en comparación a cómo se han ido desarrollando los cónclaves a medida que la Iglesia fue acumulando su poder temporal, lo que motivaría reuniones tensas e interminables. El más largo tuvo lugar en 1268 tras la muerte de Clemente IV y se prolongó durante casi 34 meses. Gregorio X fue elegido después de tres años de sede vacante. En 1740 la elección de Benedicto XIV necesitó 255 votaciones durante seis meses. El más corto se produjo en 1503, cuando Julio II fue elegido en tan solo 10 horas. Fue quien encargó a Miguel Ángel pintar las bóvedas de la Capilla Sixtina.

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En los últimos 120 años ha habido 10 cónclaves y siempre han sido un enigma. Tras la muerte de León XIII el 20 de julio de 1903, que había protagonizado un mandato de un cuarto de siglo, fue elegido Giuseppe Sarto tras el veto impuesto por el emperador austriaco Francisco José al cardenal Rampolla del Tirado, acusado de haber favorecido la política francesa en su puesto como secretario de Estado. El cónclave duró cuatro días y fueron necesarias siete votaciones para llegar a un acuerdo: el primer Papa campesino en tres siglos recibió 50 votos de los 62 cardenales reunidos. Como había sido elegido por carambola, lo primero que hizo ya como Pío X fue abolir ese derecho de veto secular. El mismo había sido rechazado como patriarca de Venecia por el Gobierno italiano. Nombró como secretario de Estado a Rafael Merry del Val, de origen español.


Cuadro en el que aparece la figura del Papa Julio II, el primero que pidió la protección de la Guardia Suiza.

El 20 de agosto de 1914, día de la batalla de Morhange (Lorena) entre los ejércitos de Francia y Alemania, murió Pío X, muy afectado por el comienzo de la Primera Guerra Mundial. El drama bélico dominó el desarrollo del cónclave, en el que participaron 60 de los 65 cardenales existentes durante cinco días. El 6 de septiembre y tras la decimosexta votación, fue elegido Giacomo della Chiesa, un aristócrata genovés de 59 años, que había sido asistente del cardenal Rampolla cuando ejerció de nuncio en España. Los purpurados se decantaron por alguien con experiencia diplomática, pese a que había accedido a la púrpura hacía tres meses. John Julius Norwich, en su libro ‘Los papas. Una historia’, relata que una de las primeras acciones del nuevo Benedicto XV fue despedir a su antiguo jefe, Merry del Val. «A continuación, procedió a deshacerse de monseñor Benigni y su red de espionaje (dirigía la Sociedad de San Pío V, una especie de policía secreta) y la Curia respiró más tranquila».

El carácter autoritario de Pío XI

Su sucesor fue Achile Ratti, también italiano y de 65 años, que tomó el nombre de Pío XI. Fue elegido el 6 de febrero de 1922 en un cónclave que vivió una situación de bloqueo durante cinco días. Fue elegido en la decimocuarta votación para salir del callejón sin salida en el que se encontraban los cardenales. Fue uno de los más largos. Obtuvo el apoyo de 42 de los 60 cardenales participantes. Toda una sorpresa. Era un erudito, un intelectual, pero con un carácter autoritario, con frecuentes accesos de cólera. Dio la tradicional bendición ‘Urbi et Orbi’ desde el balcón de la basílica de san Pedro, el primero que lo hizo desde 1870, cuando Pío IX proclamó «la cautividad» de la Iglesia católica. Durante su pontificado se firmó el Tratado de Letrán mediante el cual el Vaticano se convertía en un estado soberano y legitimaba su poder temporal. Organizó a los laicos a través de la Acción Católica, que fue implantada en todas las parroquias. Falleció el 10 de febrero de 1939.

A su muerte, el colegio cardenalicio tenía 65 miembros, de los que 35 eran italianos y con mucho peso e influencia. El ambiente del cónclave para elegir a su sucesor estaba marcado, de nuevo, por los aires bélicos y la fumata blanca salió enseguida. Eugenio Pacelli, que optó por el nombre de Pío XII en un tributo al pontífice anterior, resultó elegido el 2 de marzo (el día que cumplía 60 años), durante la tercera votación. Fue el conclave más corto de los últimos 300 años: solo duró dos días. Laboa recuerda que toda su vida estuvo marcada por la soledad buscada. Por las noches descendía a las grutas vaticanas para rezar ante las tumbas de sus predecesores. Su actuación durante la guerra recibió juicios entusiastas, pero también críticas por parte de quienes consideraban que debía haber condenado más claramente las atrocidades alemanas.


Fotografía de archivo sin fechar del Papa Pío XII


EFE

Murió en las primeras horas de la mañana del 9 de octubre de 1958. En el cónclave posterior participaron 51 cardenales, de los que 24 tenían más de 77 años y más de dos tercios no eran italianos. Aun así, salió elegido un purpurado ‘de casa’, de familia humilde y campesina: Angelo Roncalli, al que le faltaba un mes para cumplir 78 años, que tomaría el nombre de Juan XXIII. Salió durante la duodécima votación el 28 de octubre. Fue un Papa bonachón y sencillo que se hizo querer. Por su edad, se esperaba un pontificado provisional, de transición. Apenas cumplió cinco años en el trono de San Pedro, pero durante su mandato puso en marcha una iniciativa que sacudió a la Iglesia y al mundo: convocó el Concilio Vaticano II. Murió el 3 de junio de 1963 tras el pontificado más corto desde hacía dos siglos.

El ‘Papa bueno’ dejó un colegio con 87 cardenales, de los que 80 participaron en el cónclave que se inició el 19 de junio y duró tres días. Giovanni Montini fue elegido en la quinta votación y esta vez si que partía como favorito. Tomó el nombre de Pablo VI y dirigió la Iglesia durante 15 años, en una época muy complicada de la historia del cristianismo. Le tocó mantener el timón del Concilio, que se clausuró el 8 de diciembre de 1965. Publicó importantes encíclicas sociales, como la ‘Populorum progessio’ y la ‘Octogesima adveniens’, pero muchos le recuerdan por la ‘Humanae Vitae’, que le proporcionó mucha impopularidad. Falleció el 6 de agosto de 1978, tres meses después de que las Brigadas Rojas asesinaran a su amigo Aldo Moro, líder de la democracia cristiana italiana.

«No, por favor, no …»

Le sucedió Albino Luciani, que adoptó el nombre de Juan Pablo I y ejerció uno de los pontificados más cortos de la historia, 33 días. Fue elegido Papa en la cuarta votación del cónclave, que duró un día, probablemente como solución de compromiso de los 111 cardenales electores tras el intenso duelo que mantuvieron dos jefes de filas. Hablamos de Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia, y Giuseppe Siri, arzobispo de Génova, representantes de las dos sensibilidades dominantes en la Iglesia.

Benelli protagonizó una etapa autoritaria como sustituto (‘número tres’) en la Secretaría de Estado, lo que le granjeó muchos enemigos en la Curia. Reconocido antifascista, era el exponente del sector progresista. Siri destacó por sus posiciones tradicionalistas, que se evidenciaron durante el Concilio Vaticano II. Fue la bandera del sector conservador. En el cónclave de 1978, Benelli terminó decantándose por Luciani (el grupo de Siri se cobró la factura en el siguiente cónclave), que salió elegido en un tiempo récord. Norwich recoge en su libro que tras la penúltima votación, cuando ya estaba en cabeza y a solo 7 votos de ser Papa, se le oyó murmurar: «No, por favor, no …»


El Papa Juan Pablo II en su visita a la iglesia del Sagrado Corazón en Brazzavile, Congo, durante su primera gira por África


EFE


Con la repentina muerte de Juan Pablo I, el 28 de septiembre de 1978, se acabó la racha de los papas italianos, una tradición que acumulaba cuatro siglos. Karol Wojtyla, el primer pontífice polaco, se impuso en el segundo día de las votaciones (ocho escrutinios) con 99 de los 111 votos emitidos en la Capilla Sixtina. Fue un viraje histórico. Tenía tan solo 58 años y era un consumado deportista, lo que le valió el sobrenombre de ‘el atleta de Dios’. Su fortaleza física le ayudó a mantener un pontificado de 27 años, pese a que sufrió un gravísimo atentado el 13 de mayo de 1981. Fue un Papa viajero, que imprimió un giro conservador a la Iglesia, interpretado como un frenazo de los avances del Concilio. Murió el 2 de abril de 2005.

En el cónclave posterior, el cardenal alemán Joseph Ratzinger fue elegido Papa en dos días y cuatro votaciones. En ese momento, 18 de abril de 2005, era el decano del colegio cardenalicio y prefecto (ministro) de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el guardián de la ortodoxia. Hubo maniobras entre los 115 cardenales presentes para cortocircuitar la candidatura de quien se convertiría en Benedicto XVI, incluso se impulsó la figura de Jorge Mario Bergoglio para bloquear el proceso y negociar una tercera persona. Fue un Papa de transición. El 11 de febrero de 2013 renunció a los 86 años, tras ocho de pontificado, superado por las resistencias y las intrigas de la Curia vaticana y la explosión de la pederastia eclesial.

La inesperada dimisión de Benedicto XVI cogió a todos con el pie cambiado, sin tiempo para estrategias en busca de un sucesor. Los cardenales buscaban una persona con carisma y autoridad, capaz de limpiar la porquería que se había acumulado en la Iglesia y de enfrentarse a la Curia. Lo encontraron en el fin del mundo en la persona de Bergoglio, pese a movimientos de desprestigio en su contra. El cónclave se inició el 12 de marzo con la participación de 115 de los 117 cardenales electores. Salió elegido a las 19.05 tras la quinta votación: 85 votos, frente al segundo, Angelo Scola, que obtuvo 20. Decidió llamarse Francisco e iniciar una nueva era en la Iglesia.

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