
Casualidades de la vida. Caer en la cuenta un jueves cualquiera de que el autor de la obra de arte chulísima que cuelga en el … salón de tu casa –del mítico El Tragaluz, en Cartagena– es la misma persona a la que uno cose a preguntas esa misma mañana. Esa persona, neumólogo del Morales Meseguer y artista, antes artista que médico, padre de tres hijos y abuelo de seis nietos, es Juan Miguel Sánchez Nieto, que también es el autor del cartel de este año de La Noche de los Museos, cita mágica y marcada en rojo en el calendario que se celebrará el próximo 17 de mayo. No es la primera vez que lo hace, porque ya fue elegido para representar La Noche de los Museos del año de la pandemia, cuando utilizó la imagen de un funambulista para recrear el «equilibrio» que hacía entonces la sociedad. Cinco años después ha mezclado técnicas digitales con pintura tradicional para trasladar al espectador al Foro del Barrio Romano… y a donde le lleve cada uno la imaginación. Lleva pintando desde los 4 años Sánchez Nieto (Cartagena, 1958), cuando su tío le regaló una pizarra a la que tenía que llegar con la ayuda de un taburete. Así que admite abiertamente que se hizo pintor antes que cualquier otra cosa. La medicina fue más una forma de ganarse la vida, casi teledirigida en casa por la espina clavada que se le quedó a su padre. Pero eso no quiere decir que no sea un médico tan respetado y admirado como su arte, ni que no disfrute trabajando por la salud de los demás. Porque ambas disciplinas, bajo su veterano desempeño, dan vida en grandes bocanadas.
–Pintor antes que médico.
–Mi historia empieza muy pronto. Yo entré en contacto con la pintura con una pizarra que me regaló mi tío cuando yo tenía unos cuatro años, calculo. Tenía que arrimarme un taburete para llegar a ella. A partir de ahí, no recuerdo fases prolongadas en las que dejara de pintar. De la pizarra pasé al papel y luego fui cogiendo más destreza. Nunca he dejado de pintar. Claramente pintor antes que médico, y la mayor parte de mi vida, autodidacta. En aquella época, los padres no veían con buenos ojos eso de un hijo pintor, un hijo artista. Como se dice, salirse del camino. Nada de ‘el niño pinta bien, vamos a llevarlo a una academia para que aprenda’. Que no se me pasara por la cabeza hacer Bellas Artes, ni nada de eso.
«Mis padres no veían con buenos ojos eso de un hijo pintor. Que no se me pasara por la cabeza hacer Bellas Artes, ni nada de eso»
–¿Y Medicina? ¿Vocacional?
–Podría decirle que fue vocacional, que quedaría muy bonito para el guion de una vida, pero no. Fue porque yo estaba un poco perdido en aquel momento, cuando tienes que decidir qué vas a hacer en tu vida. Y también me influyó mi padre, que fue el que más me animó a hacer Medicina. Pero vocacional… no.
–¿Su padre era médico?
–No, policía. Había intentado hacer Medicina y no pudo acabar. Se quedó en los primeros cursos y luego intentó transmitirme a mí ese gusanillo. No me arrepiento, ¿eh? Después la vida como médico me ha dado muchísimas satisfacciones, y me las sigue dando. Pero esos fueron los comienzos. Y tiré por neumología porque era una especialidad que estaba creciendo mucho en ese momento, con buenas perspectivas. No quería hacer ninguna especialidad quirúrgica.
–¿Y ha combinado las dos carreras, la de pintor y médico, sin problema?
–Yo llegué a montar un estudio de diseño gráfico con otro amigo cuando empecé la residencia de la especialidad. Y trabajé para mucha gente de Cartagena, también para el Ayuntamiento. El logotipo de Trips, el aviador sobre la bicicleta, por ejemplo, lo hice en el año 84. Estuve muchos años haciendo logotipos, publicidad. Un lugar emblemático de Cartagena era El Tragaluz, de mi primo Juanjo, y le hice cartelería de todo tipo.
–¿Se planteó dedicarse solo a pintar, a ser artista?
–Esto es muy engañoso. Siempre pienso ‘y si…’. Si no hubiera sido médico, habría seguido pintando. Pero no me puedo imaginar el haberme dedicado a pintar solo en mi vida. Seguramente hubiera sido bueno. Pero me resulta difícil imaginarlo. Fíjese, ahora en Murcia se ha creado una asociación de médicos pintores. Está acogida por el Colegio de Médicos. Hay mucha gente. No es un fenómeno local. Hay un fuerte vínculo entre medicina y pintura, que no le sé explicar muy bien, pero hay muchos médicos pintores.
–¿Será porque curar es un arte y el arte cura?
–[Risas] Pues sí, mire, esa reflexión me parece muy acertada. Está muy bien planteado ese vínculo.
–¿Qué sería de su vida si no pudiera pintar?
–Me faltaría una parte muy sustancial. Me gusta mucho una frase de Miquel Barceló: «Pinto porque la vida no basta». Me apunto a esa reflexión. Me cuesta mucho imaginarme la vida sin pintar. Lo necesito. Y ahora que veo el final de mi etapa como médico, tengo más energía aún para pintar.
–«El arte es lo que dejas salir», dijo Andy Warhol. ¿Qué deja usted salir?
–Yo tengo muchas ganas de que fluya esa especie de irrealidad que me gusta meter en mis cuadros. No me gusta pintar la realidad como tal. Me gusta siempre un punto de distopía, de locura. Eso cada vez lo estoy haciendo más. Empecé a exponer era sobre temas africanos, porque había viajado con la ONG Proyecto África Amigos de Malí, fundada por mi amigo Pedro Roca [empresario, fundador de Ifepa fallecido en 2003 a los 47 años mientras esperaba un trasplante de pulmón] y estaba muy impactado por todo lo que conocí de la cultura africana. Pero en los últimos años estoy derivando por otros caminos más irreales, más oníricos, por así decirlo.
–Para pintar mundos distópicos, oníricos e irreales vivimos unos tiempos muy inspiradores…
–Totalmente. Si nos ponemos a analizar la realidad, es bastante distópico todo.
–Hablando de frases y artistas, Duchamp decía eso de que no creía en el arte, sino en los artistas. Usted, ¿en qué cree?
–Me gustaría creer en la humanidad, en la solidaridad, en que seamos capaces de encontrar un camino en el que aprendamos a pensar como especie, y no como naciones. Encontrar esa vía común de solidaridad y de esperanza. Que pudiéramos, de una vez por todas, obviar la necesidad de matarnos y de pisotearnos. En ese sentido, soy humanista.
–¿Y futbolero?
–El fútbol me ha decepcionado y me sigue decepcionando tanto, con esa vorágine de negocio, de dinero… Antes era muy aficionado, pero cada vez menos. No me identifico. Si nos ponemos a analizar además la violencia que hay alrededor del fútbol, también es una cosa para mirárselo como sociedad. Yo siempre he sido del Efesé, por supuesto. Y también he sido merengue. Pero vamos, desde que aterrizó Mourinho en el Madrid, ya me di cuenta de que no estaba en el bando acertado.
‘El lobo estepario’
–Leer es otra de sus pasiones. ¿Qué libro le dejó huella?
–Más que de libros, hablaría de autores. De Ortega y Gasset. Me gusta mucho su obra. Y me gusta mucho Hermann Hesse. Y, de los contemporáneos, Arturo Pérez-Reverte. Es un referente. Ahora estoy leyendo ‘Episodios Nacionales’ [Benito Pérez Galdós], por ejemplo. Pero, si me tengo que quedar con un libro que me marcara, ese es ‘El lobo estepario’ [Hermann Hesse]. Más recientemente, ‘Sapiens. De animales a dioses’ [Yuval Noah Harari].
–Ha hablado antes de África. ¿Qué viaje le marcó?
–Precisamente, cuando fuimos a África y pasamos por el desierto en coche. La noche en el desierto es, probablemente, la experiencia más mística que una persona puede tener. Ese cielo lleno de estrellas encima de ti. El silencio sobrecogedor, esa sensación de estar solo en el mundo, darse cuenta de lo insignificantes que somos. Hicimos muchos viajes con el proyecto, pero luego hicimos viajes más lúdicos. Compramos coches aquí prácticamente de desguace, y nos lanzábamos desde Murcia a Bamako [Malí]. Pasábamos por Marruecos, por Mauritania, a veces Senegal… Y muchos tramos de desierto. Teníamos que coger guías para pasar por allí porque, si no, no sabes por dónde meterte.
«La noche en el desierto es, probablemente, la experiencia más mística que una persona puede tener»
–Además del desierto, ¿tiene algún otro lugar favorito en el mundo?
–Bueno, a mí Cartagena me embriaga. Su ambiente, su aire, el salitre. Amo muchísimo mi ciudad. Además, tengo un apartamento en Cabo de Pablos, que es un lugar precioso. Estoy pensando que la próxima exposición que monte se la voy a dedicar a Cabo de Palos, fíjese si le tengo querencia.
–¿Llegan las musas con más facilidad en Cabo de Palos? ¿Se inspira más allí?
–No, no tengo un lugar donde me inspire más que en otro. De hecho, me puede venir la inspiración durmiendo en la cama o en cualquier otro lugar. Unas veces estás en otras cosas, y de repente te llega un ‘flash’, y otras veces me tengo que poner a pensar y a trabajarlo.
Lo que no vemos
–Inspirar… y espirar. Hablemos de respirar. Mejor en Cabo de Palos que en la ciudad, ¿no? ¿Cómo ve el panorama?
–A nivel global, nos estamos cargando la naturaleza. No es un mensaje ecologista, es la realidad. El que no lo ve es porque no lo puede ver o porque no quiere. Desde el punto de vista del aire, en las ciudades hay una contaminación enorme, mucho material particulado que no podemos ver pero que respiramos y que está relacionado con enfermedades tan duras como el cáncer de pulmón. Aunque también es verdad que están cambiando algunas cosas. Las ciudades se están llenando de carriles bici, se está cambiando el modelo de vehículo hacia uno menos contaminante, aunque muy lentamente… Creo que se están cambiando las cosas, pero también queda muchísimo por hacer.
–El estado de la sanidad pública, ¿a qué cuadro le recuerda?
–¡Uf! Qué pregunta más complicada… Esto nos podría dar para otra entrevista.
Una «reflexión»
–Completamente. ¿Podría ser ‘El grito’, de Munch?
–No, no lo veo tan dramático. Tenemos una sanidad pública muy potente, con un capital humano impresionante. Es verdad que la sanidad pública ahora mismo está en un momento complicado, bajo mi punto de vista. Los medicamentos cada vez son más caros, cada vez se atiende a más población que cada vez está más envejecida, y eso genera un consumo de recursos cada vez más brutal… Hay que hacer una reflexión, porque al ritmo que vamos no creo que el sistema público pueda resistir muchos más años. Llegará un momento en el que los impuestos no puedan cubrir lo que la sociedad demande. Tenemos una sanidad pública muy buena, pero hace falta un replanteamiento importante de dónde estamos y a dónde vamos. Pero no haría una comparación pictórica tan dura como la que usted hace. Más que a una pintura, yo me iría a una escultura. A ‘El pensador’, de Rodin.
–¿Qué le parece muy necesario?
–Necesitamos un cambio de mentalidad. Como no cambiemos el rumbo, la sociedad se encamina hacia una confrontación cada vez más evidente, a nivel nacional y a nivel internacional. No paran de surgir conflictos bélicos, a cada cual más salvaje y más estúpido. Necesitamos arreglar los problemas de otra manera, no armándonos hasta los dientes. Llevamos un camino bastante erróneo como sociedad.
–¿Cómo se logra ese cambio de mentalidad? ¿Es la educación?
–Los cambios de mentalidad a veces vienen de las catástrofes. Desde luego, lo que ha dicho usted es fundamental. Si no nos preparamos desde el punto de vista de la educación, desde muy pequeños, es muy difícil después inculcar a la sociedad ideas y valores de pacifismo o de solidaridad. Pero es verdad que esto a nivel educativo no se está trabajando mucho, es la sensación que yo tengo. Los cambios vienen tras las catástrofes. Que tenga que ocurrir una desgracia como la Segunda Guerra Mundial para empezar a pensar de otra manera… Desgraciadamente, ya hemos olvidado todo lo que hemos vivido en Europa y en todo el mundo y estamos otra vez a la gresca.
–Lo más bonito de la vida, en su opinión, ¿qué es?
–Lo más bonito de la vida es estar sano para disfrutarla y rodearse de mucha gente buena.

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Enlace de origen : Juan Miguel Sánchez Nieto: «Me gustaría creer en la humanidad; que aprendamos a pensar como especie»