Inicio de año negro en la Región de Murcia con nueve crímenes

Inicio de año negro en la Región de Murcia con nueve crímenes

Domingo, 11 de mayo 2025, 13:46

Si la unidad de medida del dolor son las vidas que se pierden, la Región está sufriendo mucho desde que comenzó este año. Diez muertos en nueve homicidios es una cifra insoportable. Pero lo es aún más si esas muertes se concentran en tan solo cuatro meses.

En ese breve lapso, la sensación que queda es que algo se descontrola. Las diez vidas truncadas por la violencia parecen una sucesión de casos aislados, pero han terminado por configurar un mapa de sangre, con epicentro en los pueblos de la huerta de Murcia -donde ocurrieron cuatro crímenes- y una onda expansiva que sacude municipios como Librilla, Archena, San Pedro del Pinatar y Fuente Álamo.

En los primeros cuatro meses de 2024 se registraron dos homicidios consumados: el asesinato en enero de un vecino en su vivienda de la pedanía murciana de Monteagudo y la muerte a puñaladas de una turista de Singapur, cuyo cadáver apareció en un bancal de Abanilla en abril. En ese mismo periodo de este año, la Región suma ya diez muertos.

Se trata de un aumento del 400%, pero quizás lo peor no sea la cifra, sino que ya no sorprende. «Esto está comenzando a parecer una ciudad tomada por los narcos», decía esta semana un reputado abogado penalista de Murcia. Pero, en ningún caso se trata de mafias, ni de ajustes de cuentas entre bandas organizadas.

Si hay algo en esta escalada de muertes que llama la atención es la relación de familiaridad o cercanía entre víctima y agresor. En la mayoría de los casos, el homicida no es un extraño. Es alguien del entorno. Alguien con cara conocida. En estos cuatro meses se ha matado al vecino. Al cuñado. A la madre de la pareja. A la hija de tu expareja. Y no solo se ha matado con armas de fuego. Hay estacas, cuchillos, fármacos y coches empleados como instrumento mortal.

El perfil del agresor varía: hombres de entre 25 y 70 años, sin antecedentes en muchos casos, pero con conflictos afectivos, adicciones o dolencias psíquicas. Las víctimas son cuatro mujeres (una de ellas, una niña) y seis hombres, de entre 5 y 79 años. En cuatro casos, el agresor era familiar directo; en tres, su pareja o expareja; dos eran vecinos; y en uno, mantenían un vínculo comercial.

Entre el agresor y su hija


Claudia, hija de la fallecida en Torreagüera (en la foto pequeña), sale de su casa, este jueves, donde le espera una patrulla de la Guardia Civil.


Marcial Guilén / EFE


El desbordamiento de la estadística comenzó cuando apenas había arrancado el año. La primera muerte sacudió la pedanía murciana de Torreagüera. Alicia, de 79 años, murió el 22 de enero al proteger a su hija de los disparos de Sebastián, expareja de esta última. Fue en un bar en reformas que regentaba la familia de la víctima, en la calle Mayor de la localidad. Sebastián, de 58 años, encapuchado y armado con dos pistolas, irrumpió en el local y abrió fuego.

«Llegó encapuchado, llevaba dos pistolas y dijo que la iba a matar a ella y que iba a acabar con todos», afirmó el hijo de la víctima. Tenía una orden de alejamiento vigente, impuesta en noviembre de 2024 tras un episodio de violencia con su pareja. Fue reducido por familiares y detenido ‘in situ’.


Agentes de la Guardia Civil, en enero, en Alquerías.


Andrés Molina / AGM


José Ramón, de 63 años, murió dos días después, el 24 de enero, tras recibir un golpe en la cabeza con una estaca de madera en Alquerías. El presunto autor fue Kevin, su vecino, de 25 años, diagnosticado de una enfermedad mental. Ambos discutían con frecuencia. Aquella tarde, en la Vereda de la Basca, la discusión se zanjó con una agresión mortal. Kevin fue detenido en su casa, a escasos metros del lugar del crimen. No opuso resistencia.

Una muerte sin detenidos


Puerta de la casa del crimen de La Algaida.


El 7 de marzo, en la pedanía de La Algaida, en Archena, una mujer, Rosa Guillén, de 73 años, apareció muerta en su casa con signos de violencia. Una de sus cuatro hijas halló el cuerpo de su madre al llamarla para que acudiera a comer y no obtener respuesta. Una de las principales hipótesis apunta a una agresión desde el entorno de la fallecida con un posible móvil económico. Por ahora, la Guardia Civil no ha detenido a nadie relacionado con esta muerte.


Portal de la vivienda en la que se produjo la disputa familiar.


Javier Carrión / AGM


Al día siguiente, 8 de marzo, Francisco, de 58 años, mató a su cuñado con una escopeta en Las Torres de los Cánovas (Fuente Álamo). Fue en el interior de un dúplex de la calle Escuelas, durante una discusión entre el agresor y su pareja. El hermano de ésta trató de mediar en la riña, y el disparo a bocajarro le atravesó el abdomen. Murió en el acto. El arma era legal, registrada como parte de su afición por la caza. No hubo fuga. El detenido admitió los hechos sin oponer resistencia.

La infancia perdida


Familiares de la niña durante el minuto de silencio por el crimen de Llano de Brujas.


Nacho García


Murcia vivió el 1 de abril uno de los crímenes más desgarradores de los últimos años. En una vivienda de la pedanía de Llano de Brujas, Nadia, una niña de cinco años, murió tras ingerir pastillas que le habría dado el arrestado.

El hallazgo del cuerpo de la pequeña Nadia se produjo en la tarde de ese martes en un piso de la calle González Valentín. Fueron los padres del exnovio de Ramona, la madre adoptiva de la menor, quienes encontraron el cadáver y llamaron a Emergencias.

«Ha sido él», gritó la madre al salir del piso y ver el cadáver de su hija.

«Él» -la persona a la que se refería Ramona- era su exnovio, Jesús J., conocido como ‘Suso’. Llamó a la Guardia Civil desde Torrevieja y susurró: «He hecho algo malo». Fue detenido ese mismo día. «Mi hija no va a salir de debajo de la tierra, pero ese tiene que salir en una caja de pino. Que se pudra. Es un demonio», clamó Ramona. Las pruebas apuntan a un caso de violencia vicaria: asesinar a una hija para infligir dolor a la madre.

El coche como arma


Agentes en el lugar del atropello mortal.


Ocho días después, el 9 de abril, en San Pedro del Pinatar, un hombre murió atropellado por su expareja, quien dio positivo en drogas. Fue detenida y puesta a disposición judicial. Allegados de la pareja señalaron que «mantenían una relación tormentosa desde hacía tiempo». El coche fue utilizado supuestamente como arma en el contexto de una relación afectiva que acabó en tragedia. Por el momento no se ha esclarecido el móvil del crimen, pero una de las hipótesis apunta a un motivo económico.

Siete disparos en la calle


El detenido por el crimen de Archena.


GC


Manuel F. M., de 70 años, conocido como ‘El Hijo de La Mona’, se bajó de su furgoneta en plena calle el 24 de abril, caminó hacia Manuel Amador Cortés, de 74, y le disparó hasta siete veces. La víctima trató de escapar. El agresor lo persiguió, disparando en ciclos.

«La víctima trataba de huir a una velocidad muy lenta, sin llegar a correr, y mientras seguía disparándole a una distancia muy corta», explicó un testigo.

Fue un asesinato a la antigua, a cara descubierta, sin palabras y sin clemencia. La víctima agonizó tres días en el hospital. Alcanzó a identificar al agresor. Dijo no saber por qué lo hizo.

‘El Hijo de La Mona’, vecino de Manuel, se entregó días después. Acompañado de su abogado, afirmó que había consumido alcohol y cocaína, y que apenas recordaba nada. Eso sí, indicó el lugar donde había escondido el arma, una pistola de 9 mm, y la furgoneta, que apareció en Lorquí.

Los desaparecidos


La nave de Librilla donde se encontraron dos cadáveres.


Ros Caval / AGM


El crimen de la nave de Librilla es el más denso, el más turbio. Aunque la desaparición de los dos hombres africanos, Jean Mirabeau Ngoho y Siaka Coulibaly, fue denunciada en diciembre de 2024 tras acudir a una reunión de negocios, la detención de los tres presuntos implicados se produjo el pasado 5 de mayo.

Oficialmente, no se ha confirmado que hayan sido asesinados, pero la Guardia Civil encontró restos humanos el jueves pasado en el fondo de un agujero de las instalaciones de la empresa de transportes y compraventa de ganado de Librilla, donde se les situó por última vez. Nadie los ha visto desde entonces. Jean, camerunés, tenía 53 años y residía en Benalmádena (Málaga) con su esposa Isabella. Le envió su ubicación justo antes de entrar a la nave, pero el móvil dejó de sonar. Su amigo Siaka, de Costa de Marfil, desapareció con él.

Los arrestados son un empresario, su sobrino y la mujer de este último. Los dos primeros ingresaron en prisión, investigados por un doble homicidio y dos delitos de ocultación de cadáver. La Guardia Civil sospecha que tras la cita se escondía un intento de estafa con billetes tintados, el viejo timo del ‘wash wash’. El empresario se dio cuenta del engaño y, supuestamente, decidió acabar con sus vidas y esconder los cuerpos.

Puñaladas en casa


El detenido por el crimen de Sangonera.


GC


El caso que cierra la lista negra ocurrió el 30 de abril, en la pedanía murciana de Sangonera la Seca, donde un hombre apuñaló mortalmente a su suegra, Dolores, de 77 años. José Antonio R. M., de 44 años, también hirió gravemente a su pareja, Ana, y lesionó a su propio padre.

Fue en una casa familiar, frente a los hijos menores de su pareja. No había denuncias previas por violencia de género. El hombre fue arrestado por la Guardia Civil y se decretó su ingreso en prisión, en módulo psiquiátrico. Está diagnosticado de una afección mental y es consumidor habitual de marihuana.

En la Región, este año se ha matado con lo que se tiene a mano. Escopetas, pastillas, una estaca, cuchillos. Pero no son las armas lo que define la ola de crímenes. Es el vínculo. Casi nadie murió a manos de un desconocido.

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