
El umbráculo que Juan Antonio Molina diseñó en 1999 para dar frescor a la céntrica plaza de Santa Isabel, en Murcia, se ha quedado … en el esqueleto. La estructura ya no cumple su misión tras perder las lamas de madera. El arquitecto ideó un estudiado sistema de cubiertas, colocadas en diferentes ángulos, para reforzar la sombra de los árboles en este espacio urbano a lo largo de todo el día, conforme cambiaba la posición del sol, facilitando a la vez las corrientes de aire. Pero con el paso del tiempo, el conjunto fue perdiendo piezas, que no se repusieron. Ya no queda ninguna. El deterioro también afecta a la parte metálica de la composición, que presenta zonas oxidadas.
Los expertos consultados aprecian descuido en el mantenimiento de la gran pérgola y abogan por su recuperación. «Ahora es una estructura sin sentido», lamenta el murciano Juan Moreno Ortolano, estudioso de la obra de Molina y profesor de Arquitectura en la Universidad Nacional de La Matanza de Buenos Aires (Argentina). Defiende que, un cuarto de siglo después, la intervención en Santa Isabel «sigue teniendo vigencia; resulta un espacio público que permite disfrutar del entorno».
En la misma línea se expresa Gregorio Sabater, historiador y gran conocedor de la arquitectura urbana. Afirma que el proyecto sirvió para revertir «un espacio duro, anexo a la Gran Vía y condicionado por el aparcamiento que existe debajo, para transformarlo en una plaza ajardinada». Sabater considera que Molina acertó en este punto, aunque mantiene sus dudas sobre la reconstrucción del arco del vizconde que el arquitecto introdujo en Santa Isabel. La placa colocada en la plaza y que recuerda este trozo de historia resulta casi ilegible.
El estado de conservación del céntrico jardín pone el foco en cómo ‘actualizar’ los espacios urbanos que se renovaron en los 90
«El proyecto consiguió convertir un espacio de tránsito, junto a un lugar muy conflictivo por la proximidad de la principal arteria de la ciudad, en un pulmón verde. El arquitecto construyó un lugar de reunión que invita a la vecindad y a la sociabilidad. Aprovechó los desniveles del terreno para habilitar parterres, y estudio al detalle la vegetación que mejor podía crecer en este céntrico emplazamiento», recuerda Moreno.
El estado de conservación de la plaza de Santa Isabel plantea otro debate: la ‘actualización’ de los espacios urbanos que fueron renovados a finales del siglo XX. Juan Antonio Molina, ahora ya jubilado e instalado en Barcelona, contribuyó en aquellos años al cambio de imagen de Murcia. Además de la citada plaza-jardín, también intervino en el diseño del entorno de Las Flores y de Santa Catalina, en la plaza de San Bartolomé, y en Correos y Cetina, además de proyectar inmuebles singulares como el Centro Regional de Artesanía. «Fue pionero en recuperar espacios y en proponer una peatonalización», recuerda el profesor de la Universidad de La Matanza.
Peatonalizar Correos
Juan Pedro Sanz, arquitecto y docente en la Politécnica de Cartagena (UPCT), reivindica más «sensibilidad» a la hora de mantener estas intervenciones de los años 90. Y defiende la recuperación del espacio público: «Yo más bien diría que a esas plazas lo que les pasa es que les sobran cosas: toldos, terrazas de bares…». Sostiene, además, que ha llegado el momento de plantearse llevar a cabo el proyecto original que proponía Molina, y que las críticas cercenaron entonces, para la calle de Correos: un eje peatonal desde la comisaría hasta La Merced. «Así se unirían dos grandes zonas peatonales de la ciudad inconexas ahora: Santo Domingo-Platería y el entorno de Santa Eulalia y San Juan».
En su día se habló de colocar pérgolas fotovoltaicas en Santa Isabel, pero la iniciativa no prosperó. El Colegio de Arquitectos y el Consistorio acaban de firmar un convenio para la remodelación de espacios públicos, aunque de momento se desconoce si ahí tendrá cabida la céntrica plaza.

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Enlace de origen : La plaza de Santa Isabel de Murcia llega al cuarto de siglo sin su gran pérgola