Ni en el mejor de sus sueños podía haber imaginado Rafa Nadal hace dos décadas que Roland Garros le iba a tributar un homenaje tan extraordinario como el que le dedicó este domingo en la pista Philippe Chatrier un año después de su despedida en la pista, ni tampoco que el balear tuviera el honor de pasear la antorcha olímpica por la Torre Eiffel en los Juegos Olímpicos de 2024. A base de triunfos, de esforzarse hasta el final como un meritorio y, sobre todo, de una actitud y comportamiento ejemplares, el rey absoluto de París ha escrito «una historia de amor» increíble con una ciudad y un público que, no hay que olvidarlo, le abucheó de forma irrespetuosa con ocasión del tenso partido de octavos que disputó contra el ídolo local Sebastien Grosjean en 2005.
El tributo de París al héroe español fue emotivo, sencillo, muy auténtico y sin ostentación, tal y como se gestó a finales del año pasado, cuando la directora del campeonato del mundo oficioso sobre tierra batida, Amelie Mauresmo, y el presidente de la federación francesa, Gilles Moretton, viajaron hasta Mallorca para hablar con Rafa sobre la mejor forma de agasajarle. Y como el manacorense es un tipo tímido, al que nunca le han gustado los saraos, pactaron un acto sin gran boato, sencillamente, magnífico.
Tras la típica presentación de Marc Maury, el popular ‘speaker’ de Roland Garros, entró en escena Nadal, con traje y camisa negros. Lloró ya a lágrima viva al contemplar un vídeo sobre su impecable trayectoria y esos 14 títulos en París, inalcanzables para un deportista terrenal. Los aficionados, ataviados en las gradas con camisetas encarnadas y blancas, dibujando un corazón y con el mensaje ‘Merci, Rafa’, pusieron los pelos de punta. No tanto como el discurso de Rafa, directo al corazón.
«No sé por donde empezar», leyó en francés. Continuó en inglés dando las gracias a todo el equipo de Roland Garros por haberle ayudado a forjar esta «increíble historia». Realizó un recorrido por sus momentos más recordados en París, incluso con muletas, e insistió en los halagos a toda la «gente que trabaja de manera incansable para que este torneo sea tan especial». Ya en castellano, se refirió a su familia y amigos, siempre «un pilar importante» para él. También a los patrocinadores por confiar y creer en él tantos años, «incluso en los momentos más difíciles».
Se acordó hasta de sus primos, de sus abuelas, presentes en París con más de 90 años, y a los abuelos, ya fallecidos, a los que tanto echa de menos. En especial, se dirigió a su tío Toni, con el que empezó todo y quien siempre «le llevó al límite». «Has sido el mejor entrenador que jamás hubiera podido tener», enfatizó. Confesó haber perdido una hoja que tenía lista, pero improvisó para destacar que Mery, su mujer, ha sido y es su «mejor compañera de vida». La hizo llorar al confesarle que «este último año y medio ha sido muy complicado, pero más fácil de superar gracias al niño que tienen en común». Palabras también para sus padres y, de nuevo en francés, gracias a Francia y a París por darle «lo que jamás había imaginado». Gracias por «esta historia de amor tan bonita», concluyó.
Rivales y amigos para siempre
A continuación, llegó el momento de fisioterapeutas, médicos, conductores.., todo el personal que ha trabajado con Rafa en París a lo largo de su inigualable reinado. Preludio para otros instantes de leyenda, irrepetibles. Protagonismo para el ‘Big Four’. Primero un vídeo de los cuatro colosos, después entrada en pista de Roger Federer, Novak Djokovic y Andy Murray. Palabras mayores. Mauresmo y Moreton aparecen con un trofeo para Nadal. Aún faltaba lo mejor. Explicaron que iban a hacer una huella del pie de Nadal sobre la tierra de la pista central. Por fin, se descubrió una placa con esa huella para la historia.
Nadal disfrutó de la despedida que no pudo tener el año pasado, cuando, muy mermado por esas lesiones que le maltrataron, cayó en primera ronda y en tres mangas ante el alemán Alexander Zverev. Rafa ya sabía que era su última presencia para competir, aunque no sería hasta cinco meses después, ya en octubre, cuando el ganador de 22 títulos de Grand Slam comunicó que colgaría la raqueta tras la Copa Davis. Tiempo suficiente para preparar la ceremonia de este domingo sin perder detalle.
La primera piedra
En realidad, el idilio de Nadal con París creció a partir de 2010, cuando superó al sueco Robin Söderling en la final y puso la primera piedra para encadenar cinco títulos y superar el récord del mítico Bjorn Borg. Desde entonces, la intensa relación de amor entre Nadal los aficionados de la catedral del tenis sobre arcilla ni siquiera se quebró con las polémicas sobre el dopaje. Nada rompió el matrimonio, ni el famoso artículo de Yannick Noah en referencia a la «pócima mágica» de los deportistas españoles,. Ni el ataque de los guiñoles y sus jeringuillas gigantes, ni las acusaciones de la ministra de Deportes, Roselyne Bachelot, que terminó condenada. La huella de Rafa permanece imborrable dentro y fuera de la pista.

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