Pablo Simón (Arnedo, 1985) inaugura este viernes en Los Alcázares el ciclo ‘Fahrenheit 78.8’, organizado por el Ayuntamiento de esta localidad. Junto a su coordinadora, Lola Gracia, el profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y uno de los politólogos más mediáticos del país analizará la actualidad nacional e internacional, en un momento marcado por la polarización afectiva, la debilidad de los grandes partidos o el resurgir de los extremismos. Será a las 20.00 en el Salón de Plenos del ayuntamiento alcacereño.
– ¿Cree que el fenómeno de la polarización política se sobrevalora o se habla tanto de él porque causa buena parte del clima político tan crispado que hay a día de hoy?
– Medir lo que es la polarización es complicado porque no tenemos datos que nos permitan ir muy atrás en el tiempo. Por lo tanto, a veces construimos exageraciones sobre el momento presente, sin poner en contexto que en este país hubo un tiempo en el que se asesinaba por razones políticas y teníamos una banda terrorista [ETA]. O que, durante los años 90, el nivel de crispación que había en el debate público era parecido al menos al que estamos viviendo ahora. Cuando hablamos de la polarización, y los efectos nocivos que tiene, es importante distinguir dos tipos. La polarización política es la normal. Que los partidos políticos presenten programas diferentes y proyectos de sociedad distintos es lo lógico en una democracia. Y después está la polarización afectiva, que se refiere a la construcción de rechazos cruzados entre el electorado de un partido y el electorado de otro. Cada vez ocurre en más sociedades y sí tiene un efecto muy nocivo, porque destruye las redes de solidaridad social, hace que no nos guste hablar de política con gente para no discutir. Implica el que muchas veces avalemos que los gobiernos hagan cosas que están mal, porque al menos ‘son de los nuestros’ e impiden que gobierne el rival. Incluso hace que muchas veces rechacemos las reglas de juego democrático si no ganan los nuestros. Todos esos componentes de la polarización afectiva están en España y pasan en todo Occidente. Esos elementos sí tiene que preocuparnos más, porque esa polarización afectiva tiene mucho que ver con el papel de los partidos, de los líderes, de los medios de comunicación e incluso de las redes sociales.
– Viene a una región gobernada por el Partido Popular, hasta hace menos de un año con Vox. El PP sigue analizando y procesando qué tipo de convivencia quiere con la formación de Santiago Abascal. ¿En qué momento ve esa relación y cómo cree que puede afectar el Congreso Nacional del PP, que se celebra el próximo 5 y 6 de julio?
– Es un dilema interesante por novedoso, porque el PP históricamente ha sido un partido hegemónico dentro del campo de la derecha y por lo tanto nunca ha tenido problemas. Básicamente, se dedicaba a opositar al PSOE. En el caso de Murcia ha sido hegemónico y eso le permitía permanecer en el poder. Pero también es un dilema que tienen los conservadores en toda Europa: ¿cómo me relaciono con los partidos de derecha radical o de extrema derecha, que me quitan una parte de mi electorado, que son más duros en cuestiones como inmigración, como seguridad, incluso como en el tema territorial, dependiendo de de dónde?
– Y el dilema parece que está lejos de resolverse, ¿también en España?
– En el caso de España, también. No hay una fórmula mágica ni se ha acertado por parte de los conservadores. En algunos sitios les ha ido mejor que en otros. Pero es verdad que Vox dista con mucho de ser un partido dócil a los intereses del PP, cada vez le confronta más en temas ideológicos y en temas de calado. En Murcia es un poco diferente, porque en realidad el propio López Miras se ha podido permitir en su momento confrontar con Vox para no meterlo en el gobierno, porque sabía que tiene una base electoral amplia y segura. Pero en otros territorios esto es más complicado (por ejemplo, Valencia y Aragón). No te digo ya nada en algunos lugares como Galicia o como Andalucía, donde el PP es hegemónico incorporando acentos diferentes. En el caso de Andalucía, un acento más centrado, en el caso de Galicia un acento plurinacional.
– En lo que se refiere a la Región, el Gobierno autonómico centra el blanco de sus críticas en el Ejecutivo de Pedro Sánchez en cuestiones como el Trasvase Tajo-Segura, aunque su gran caballo de batalla es la financiación autonómica, que quiere llevar a la Conferencia de Presidentes. ¿Cree que a corto plazo es posible una reforma del sistema?
– Nos encontramos con que el sistema de financiación (que está caduco desde 2013) tiene unos mimbres endebles que perjudican sistemáticamente a algunas comunidades autónomas, esencialmente a la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y la Región de Murcia, que son las tres más perjudicadas, algo más también Andalucía. Eso requeriría repensar el sistema para ver cuáles son las variables para ajustar la financiación, pero también invitar a la corresponsabilidad fiscal. Es decir, que cada comunidad autónoma también gaste en servicios públicos en función de lo que ingrese con sus recursos propios, al menos en una parte, y que si uno baja impuestos, pues baje el gasto público. La razón por la que este asunto puede quedar sin terminar del todo resuelto es porque hay una cuadratura del círculo difícil. De un lado, las necesidades técnicas que tiene una reforma de este tipo, que supone corregir algunos aspectos para aquellos que se ven más perjudicados. Y, del otro lado, los equilibrios políticos que tienen cada uno de los actores. Aquí es diferente porque hay una doble división: de un lado, no todas las regiones del PP quieren lo mismo, porque unas son beneficiadas y otras perjudicadas por el sistema. Aquí hay discrepancia y tener un frente único para el PP más allá del ‘no’ es complicado. Por otra parte, el propio Gobierno tiene que hacer equilibrios en el Congreso de los Diputados, por lo que depende de los partidos nacionalistas catalanes y esto hace que el sistema tienda hacia un modelo que difícilmente es sostenible, que es la idea de la generalización de una especie de cupo vasco en Cataluña, cosa que tampoco se puede hacer, básicamente porque el sistema colapsaría. Tengo la impresión de que al final lo que saldrá difícilmente será un arreglo razonable y técnico, porque se ha puesto todo en la cesta de lo político y yo creo que eso hace pensar que saldrá un pastiche a medio camino entre una cosa u otra, que no tendrá las mayorías necesarias y que será un un sistema provisional, más bien para dar una patada adelante al balón.
– Mucho de esto también tiene que ver con un momento político: el gobierno de Pedro Sánchez exhibe cada semana una evidente debilidad parlamentaria (de hecho, lleva además dos años sin aprobar los Presupuestos). A todo eso se suman las investigaciones judiciales que afectan al entorno de Pedro Sánchez (su mujer, su hermano) y también a cargos socialistas (el caso Koldo, José Luis Ábalos) o los intentos de presión para desacreditar a la UCO. ¿Esto aleja o acerca un escenario de repetición electoral?
– Es una de las incógnitas que tenemos. El Gobierno ahora tiene muchos problemas vinculados a escándalos de corrupción y a noticias que le hacen perder el control de la agenda. Pero hay algo indudable, que es que desde el Gobierno tienes más poder que desde la oposición y si tienes problemas judiciales, eres más eficaz defendiendo tu causa desde la Moncloa que convocando unas elecciones y yéndote a casa, como probablemente pasaría. Por lo tanto, si sabes que vas a perder las próximas elecciones, no tienes mucho incentivo para acortar la legislatura, más allá de que efectivamente sea una agonía. A esto hay que sumarle la debilidad parlamentaria y una izquierda a la izquierda del PSOE totalmente dividida. Y luego, dos actores que son clave: de un lado, Podemos, que es parte de esa izquierda desgajada, cada vez más crítica y con su propio discurso con el ánimo de acabar con Sumar. Y Junts, que tiene una agenda política muy vinculada al independentismo y que hace que el gobierno se desgaste cada paso que da en la dirección de la que ellos les exigen. O sea, que si se acortara la legislatura, yo creo que el escenario que plantearía Sánchez sería hacerla unas generales concurrentes con las de Andalucía. Eso podría tener cierto sentido. Si no, el convocar inmediatamente de cara al otoño, yo creo que lo que implica para él es más pérdida que ganancia, y por lo tanto preferiría soportar este desgaste, dure lo que dure.
– ¿Sánchez sería en ese caso el mejor candidato para el PSOE? Porque empezaba preguntándole por la polarización y su figura, que no atraviesa por su mejor momento, también polariza mucho.
– Sin duda es una figura que polariza mucho, pero también es verdad algo: el Partido Socialista está tan fuertemente presidencializado, tiene tantísimo poder la cúpula -y en concreto Pedro Sánchez-, tiene tantos problemas de capital humano para relevarlo, que yo creo que nadie querría hacerse cargo de esa situación. Probablemente Sánchez sería de nuevo el candidato que iría a unas nuevas elecciones incluso para perder.
– En este momento de volatilidad y resurgir de extremismos, ¿cree que la situación en la política española es diferente a la de otros países europeos o del resto del mundo?
– ‘Spain is not different’. Es decir, nada de lo que nos ocurre a nosotros no está pasando en el resto de latitudes de países occidentales. Tenemos todos los males de una democracia moderna: polarización, volatilidad, gobiernos difíciles de gestionar, extremismos, problemáticas compartidas que van desde inmigración, cambio climático, vivienda… Lo que pasa es que nosotros tenemos una tendencia a, de un lado, pensar que somos muy especiales y, del otro, a ser muy ciclotímicos. Cuando las cosas van bien, somos muy optimistas y cuando las cosas van mal, somos muy pesimistas. Eso yo creo que es un problema porque nos paraliza. Si uno hiciera una buena ponderación de las cosas buenas y malas que tiene España, llegaría a la conclusión de que en el fondo tenemos muchos elementos positivos y muchas potencialidades. Y luego tenemos unos defectos y problemas que no estamos siendo capaces de solucionar. En el fondo, el gran problema de la polarización es que estamos todo el día hablando de quién propone las cosas y muy poco sobre de qué cosas tenemos que hablar.

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Enlace de origen : Pablo Simón: «El PSOE tiene problemas de capital humano para relevar a Pedro Sánchez»