Wes Anderson estrena su trama fenicia

El a veces excéntrico y siempre peculiar realizador Wes Anderson, un nerd que parece recién salido de estar encerrado en la taquilla del instituto, presenta ‘La trama fenicia’. Es uno de esos directores con un indudable sello en la puesta en escena y en el trabajo de los actores, pero también en el propio guion de sus películas, creando un universo propio en el que tienes que tener un pasaporte sensitivo especial para entrar.

Un millonario en busca de heredera en la década de los cincuenta del pasado siglo es la endeble excusa para todo un desfile de estrellas, tales como Scarlett Johansson, Tom Hanks, Bill Murray, Bryan Cranston, Benedict Cumberbatch o Benicio Del Toro. Es una película autorrefencial, muy Anderson, con su humor absurdo a lo Mihura o Jardiel Poncela, (no creo que Wes los conozca). Nos encantará a los que nos gustan sus idas de olla, para los alérgicos a ellas naufragará como una fragata norcoreana.

‘Almas marcadas. Rule+Shaw’ es un romance poligonero que nace de una saga de libros llamada ‘Hombres tatuados’ (con ese nombre ya os hacéis una idea del tipo de vertedero cultural en el que estamos escarbando), que deben ser las novelas que leen los que ven ‘Forjado a fuego’. El argumento es tan original como sorprendente, con un chico y una chica incompatibles pero que, espero que estéis sentados, se acaban amando. Este idilio con estética de reguetón no remonta en ningún momento, produciendo rubor ver a Nick Cassavetes, hijo de dos referencias del cine independiente norteamericano, perpetrar su dirección. Las cenizas de sus padres se estarán revolviendo en la urna viendo este elogio de las relaciones tóxicas en un film tan malo como las intenciones de Leire Díez.

Anthony Hopkins hace una aparición casi de cameo en el thriller sin interés ‘Blindado’. Un ladronzuelo de poca monta, interpretado por Bill Skarsgärd, se cuela en un coche en el que se queda encerrado al albur del sadismo de un, como no, inteligentísimo psicópata. No tiene ni siquiera un duelo interpretativo estilo ‘La huella’ (1972), ni intriga, ni suspense. El único interés está en ver cuál es la siguiente perrería que le hacen al ladrón.

La presencia de un buen reparto de actrices no puede justificar comedias ‘feel good movie’ femeninas tan anodinas como ‘Las cuatro fantásticas’ (supongo que el cheque que cobraron Susan Sarandon y Bette Midler, sí). Cuatro amigas se reencuentran en la tardía boda de una de ellas. Ya sabéis lo que toca: pullas, recuerdos, reconciliaciones, risas, lágrimas, sol y paisajes paradisiacos. Es el cóctel habitual de este equivalente fílmico de una novela de aeropuerto y que resulta tan previsible como las primarias del PP.

El cine francés tiene una proverbial capacidad de retratar la infancia con todos esos espacios en blanco que tienen los niños de un mundo sin cartografiar, lo que le permite navegar por la línea del horizonte que separa la nostalgia de la realidad. ‘Érase una vez mi madre’ emplea tono evocador para mostrar la lucha de una madre para que su hijo discapacitado lleve una vida normal. No apta para diabéticos.

Si al comienzo hablaba de que las películas de Anderson son comprensibles para unos pocos, comparadas con ‘El Jockey’ son tan claras como una señal de stop. Es una comedia argentina con humor estrafalario sobre un jinete que pierde la memoria y el sentido, igual que la película pierde el sentido del ridículo. En esta rareza estrambótica flota nuestra Úrsula Corberó. Un descacharrante delirio que imagino que tendrá su público.

Nadie es perfecto pero el pasado fin de semana a los dueños de los cines en Estados Unidos se lo debió parecer, pues recaudaron más de 320 millones de dólares. Un record absoluto en los últimos años. El impulso de ‘Lilo y Stich’ y ‘Misión imposible: sentencia final’ han sido decisivos. ¿Vuelve la gente a la pantalla grande, por fin?

Que tengáis una semana de cine.