Una temporada de vaivén emocional para sobrevivir a uno mismo

Una temporada de vaivén emocional para sobrevivir a uno mismo

Domingo, 1 de junio 2025, 10:52

No es fácil sobrevivir a un subcampeonato. Menos, cuando se trata del más sorprendente de la historia reciente, en solo el segundo ‘playoff’ para un equipo que, además, en el mismo año, jugó su segunda Copa del Rey por méritos deportivos y su segunda ‘Final Four’ de la Champions League. Un UCAM habituado al ‘chopped’ se dio un festín de ibérico. Pero asumir que no todo iba a ser igual era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Y más cuando el punto de partida es el mismo, la celebración de la Supercopa en Murcia y con los mismos acompañantes.

Hoy, el grupo de Sito Alonso vive la resaca de una temporada 2024-25 altamente exigente en lo emocional. Atendiendo a la historia del club, y fríos números en mano, el camino recorrido da buena nota a un equipo que no se ha clasificado para la Copa ni para las eliminatorias ni en la Liga Endesa ni en la Champions. El noveno puesto es el tercero mejor de siempre. Las 17 victorias, también la tercera mejor marca. El 50% de victorias, un mínimo alcanzado solo cinco veces en 27 temporadas. Y los nueve triunfos conseguidos a domicilio, récord para el UCAM.

Un Palacio accesible

Ahora bien, está la otra cara de la moneda. Porque, si un equipo que no solo ha ganado más que nunca fuera de casa, sino que ha ganado más ante público hostil que a favor, no ha llegado a Copa ni ‘playoff’ cuando estos objetivos siempre vienen determinados por los triunfos como visitante en una Liga Endesa hiper competitiva, algún problema tenía. Y no de baloncesto. Gestionar esa presión del subcampeonato se le ha hecho más difícil a los hombres de Sito Alonso enfrente de a quien tocaba agradar, y un equipo que la temporada pasada solo perdió dos partidos en casa, en esta ha cedido nueve.

Sangrante, el espacio de más de tres meses entre enero y abril sin victorias en casa, perdiendo seis duelos seguidos de Liga Endesa y consumando también en este tiempo la eliminación del ‘top 16’ de la Champions con una derrota ante el Nymburk en la que el UCAM firmó su anotación más baja (60 puntos) y su peor porcentaje de acierto de tiros (32,1%) cuando dependía de sí mismo para llegar a cuartos de final.

Ánimo hecho añicos

El grupo atravesaba su peor momento. Uno propiciado por el partido que más ha marcado el devenir del UCAM, la infame derrota (77-78) ante La Laguna con un triple sobre la bocina del amarillo Krämer después de que una invasión de Gates a su propio tiro libre a ocho décimas del final permitiera al rival sacar en pista delantera y tras tiempo muerto cuando los árbitros habían obviado la infracción de situar a cuatro jugadores al rebote del tiro libre. La protesta formal del UCAM quedó en eso y la victoria viajó a Tenerife en un golpe mortal de necesidad al ánimo del equipo. Justo cuando sentía haber dado con la tecla previa remodelación. Justo cuando acariciaba la primera victoria ante uno de los ocho primeros. Y justo cuando llegaba un demoledor parón.

Porque esta temporada ha tenido dos parones por ‘ventanas FIBA’ y de ambos el UCAM ha vuelto hecho unos zorros. El primero llegó cuando las cinco victorias en las ocho primeras jornadas igualaban el mejor inicio histórico. Los murcianos regresaron perdiendo cuatro partidos seguidos y seis de los siguientes siete, dando al traste con sus opciones de Copa. El segundo fue justo después del partido ante La Laguna. Esperaban dos partidos fuera de casa resueltos con buena nota, una victoria en Granada y una derrota en la visita al Real Madrid después de estar más minutos por delante en el marcador. Ante un Girona antepenúltimo, en una vuelta al escenario del crimen y con un descontento arbitral crecido la semana antes en la capital, el UCAM jugó su peor partido (64-76). Encontró refugio a la semana siguiente en Lugo (70-86), pero volvió a sentirse asfixiado en el Palacio en otra derrota de las que no entraban en los planes ante un Andorra superior (79-85). Se empezaba a asumir que no habría ‘playoff’.

Plantilla sin continuidad

El otro gran mal que ha afrontado el UCAM es la falta de continuidad, valga la contradicción, en una plantilla que arrancó con once jugadores que repetían. Sant-Roos, termómetro del equipo, empezó tarde y renqueante después de una operación de rodilla en verano, y no ha parado de alternar problemas físicos. Hakanson, base titular, tampoco ha gozado de regularidad, si bien ha tenido grandes picos (como este final), Dani García ha contado poco y la marcha de Caupain dolió al grupo.

En el escolta, Ennis y Radebaugh son de los pocos que han mantenido, o elevado en el caso del canadiense, el rendimiento del año pasado, haciendo evidente que Arturs Kurucs no tenía sitio. Pero, en el alero, el fichaje de un Stephens como especialista aéreo y poco más comprometió mucho a Caupain, extracomunitario, llegando por la lesión de un Rodions Kurucs irregular, pero insustituible, que se reincorporó casi a la llegada del estadounidense.

Brodziansky no era Sleva, pero tampoco el fichaje que necesitaba el UCAM. Radovic jugó incluso menos con él y Gates sí parecía el indicado, pero al poco de su llegada llegó la gran depresión del equipo. Más cerca del aro, el UCAM sufrió la renovación a un Todorovic irreconocible, nunca dándose un buen estado de forma de este y Birgander al mismo tiempo. Diagne y Antetokounmpo, solo para determinados momentos, dando el senegalés un rendimiento impecable en tan poco tiempo.

Los mejores no perdonan

Arenas movedizas en una temporada en la que ningún grande de la liga se ha descolgado. El Baskonia y el Joventut fueron noveno y décimo el año pasado y, este, su regreso a la élite ha dejado sin sitio al UCAM y el Manresa, precisamente en esos puestos después de jugar las eliminatorias el ejercicio anterior. Los ocho equipos de ‘playoff’ están por encima del UCAM en historia y presupuesto y, sin la constancia deseada, colarse entre la clase alta se hace más difícil.

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