
Pocos alimentos generan tanta controversia en el ámbito de la salud en general y de la nutrición en particular como la carne roja. Defensores y … detractores llevan años enfrentándose sobre los supuestos perjuicios que supone un consumo excesivo de ternera, cerdo o cordero para nuestro organismo. ¿Realmente es tan mala para el corazón? ¿Tenemos que eliminarla de nuestra dieta por completo? Pues ni lo uno ni lo otro. Un estudio publicado recientemente en la revista ‘American Journal of Clinical Nutrition’ llegó a una conclusión «preocupante».
Según recoge la investigación, liderada por el español Miguel López Moreno, la respuesta a estas preguntas depende básicamente de quién pague los estudios. Los financiados por empresas vinculadas a la industria cárnica son mucho más favorables al consumo de este alimento que los realizados por investigadores independientes. En otras palabras, la carne de ternera o cerdo parece mucho más sana en los estudios de parte.
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kilos es la cantidad de carne que consumimos al año en España por persona, muy lejos de los 21 kilos recomendados por la OMS. La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan) aconseja tomar de dos a cuatro raciones de carne a la semana –preferiblemente de pollo o conejo– y no más de dos de carne roja.
Lo cierto es que esto no nos sorprende demasiado, incluso casi podríamos calificarlo de obviedad, pero es un muy buen ejemplo de cómo las investigaciones ‘interesadas’ pueden influir en la percepción que los consumidores tenemos de un determinado alimento tanto para bien como para mal. Recordemos, por ejemplo, algunos estudios financiados por la industria del alcohol en los que se sugería que un consumo moderado podría formar parte de una dieta sana.
Colesterol y tensión
Y esto fue lo que animó a Miguel López Moreno, investigador de la Universidad Francisco de Vitoria, a averiguar si ocurría lo mismo con un alimento tan controvertido como la carne roja no procesada. El científico español y su equipo compararon un total de 44 ensayos clínicos publicados entre 1980 y 2023 en los que se analizaba si el consumo de este alimento aumentaba las posibilidades de desarrollar enfermedades cardiovasculares en los participantes.
La mitad de los estudios se realizaron en Estados Unidos y 29 recibieron dinero de empresas relacionadas con la industria de la carne roja. Pues bien, una vez analizadas todas las investigaciones, el equipo de Moreno descubrió que los ensayos financiados por las empresas con intereses en el sector tenían «casi cuatro veces más posibilidades de reportar resultados cardiovasculares favorables o neutros frente a los estudios independientes».
Un ejemplo. Según las investigaciones de parte, las personas alimentadas con carne roja durante los ensayos obtuvieron unos niveles de colesterol, presión arterial y triglicéridos calificados como favorables en el 21% de los casos y neutros en el 79% restante. Sin embargo, los estudios financiados con dinero público, reportaron resultados cardiovasculares peores en el 73% de los casos y neutros en el 27%.
Estimaciones «poco fiables»
«¿Significa esto que los estudios financiados por la industria son de peor calidad?», se pregunta el autor de la publicación. No necesariamente. «La calidad de un estudio depende de su diseño, no solo de su financiación. Lo interesante es analizar el comparador dietético utilizado en cada caso. Por ejemplo, en las investigaciones financiadas por la industria, la carne roja se comparó principalmente con otras proteínas animales (62%) y con hidratos de carbono refinados (24%), mientras que en los estudios independientes, la comparación se realizó con proteínas vegetales (60%) y con otras proteína animales. Y esto lo cambia todo», argumenta Miguel López Moreno.
Según explica el investigador de la Universidad Francisco de Vitoria, en nutrición, «el efecto observado depende de qué se retira y qué se añade. Por eso, preguntar si la carne roja es buena o mala sin especificar comparada con qué no tiene sentido». Para López Moreno, estas investigaciones donde se mezclan churras con merinas tienen el problema de que «generan estimaciones muy poco fiables» y que, en ocasiones, «favorecen la confusión y obstaculizan políticas públicas que promuevan dietas más saludables y sostenibles como el reemplazo de carne roja por proteínas vegetales, por ejemplo».

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Enlace de origen : ¿La carne roja es tan mala para nuestra salud?