Cuatro momentos con Maru Quiñonero

Cuatro momentos con Maru Quiñonero

Noelia Ibáñez Pérez

Comisaria de ‘La extranjera’ y jefa de área de Atención al Visitante del Museo Nacional del Prado

Sábado, 14 de junio 2025, 08:10

Las palabras que Diotima, ‘La extranjera’ de Mantinea, le dice a Sócrates en El Banquete de Platón («Si por algo tiene sentido esta vida, es por la contemplación de la belleza absoluta»), son el hilo inductor de la exposición de Maru Quiñonero en el Palacio Almudí de Murcia. Los conceptos de amor y belleza recorren la muestra -hasta el 26 de julio- como los personajes de Platón, Diotima opina que el amor hace que los humanos aspiren a la belleza y busquen la verdad, entre ellos asegura que los que más interés ponen en esa búsqueda son los artistas. Las paredes del Almudí se visten de lienzos protagonistas, colores nuevos, pintura en capas, transparencias infinitas y lápiz compartiendo soporte, composiciones cerradas y precisas, vastas superficies de color.

La exposición ‘La extranjera’ nació en el Museo del Prado. Pasear el museo transitando por lo bello es conmovedor, hace sentir y creer, su colección desvela placeres estéticos únicos. La percepción, interpretación y apreciación de la belleza ha servido de inspiración para la idea de ‘La extranjera’. El Prado como lugar de memoria y cobijo del alma, nos hizo albergar la posibilidad, y los días venideros han hecho realidad esta exposición.

‘La extranjera’ es la primera exposición de Maru Quiñonero en Murcia, y se gestó entre El Ampurdán, Nueva York y Madrid. Estos cuatro momentos con Maru son unos pequeños relatos que ilustran este proceso constructivo a través de estas cuatro localizaciones.

  1. El Ampurdán

Nuestro breve encuentro en un andén de la estación de Sants, en Barcelona, nos llevó de inmediato a Gerona, un corto viaje en tren que nos supo a poco; hablas tú, hablo yo, me cuentas, te cuento, reímos y nos hacemos bien… La comarca del Baix Empordà enseña paisajes únicos, de una belleza que congela los sentidos. Allí, donde el paisaje natural convive con el cultural, y lo artístico se hace presente a través del proceso creativo, todo se hace más lento, observamos con más detenimiento las formas, la mirada se transforma serena y la luz deja ver los colores. Colores y formas, el lenguaje pictórico con el que Maru Quiñonero nos seduce con lo bello.

La estancia en la Residencia es siempre un momento íntimo, espiritual. Un tiempo de creación permanente, de probar, de experimentar, de mirar. Compartir tiempo contigo, con el miedo, con la duda y con la inspiración. Cuando esta última aparece, te deja hacer y finalmente surge la creación. Un ejercicio único y mágico. En los días de trabajo en La Residencia, el silencio es el principal compañero, las formas de Maru han empezado a hablar, han caminado hasta tocarse y el milagro de la creación participa de un nuevo cromatismo. Los volúmenes se han unido para construir un tiempo nuevo.

Durante un par de días compartimos vida en un palacio. La Bisbal nos acoge en una arquitectura palaciega, tan diferente a nuestras costumbres. Ascendemos por una elegante escalera que da paso a grandes espacios, ventanales que se asoman a la plaza del pueblo y que hacen sentir en otra piel al mirar a través de ellos. Es de noche, se oyen las campanas de la iglesia y los ojos se cierran; recuerdo lo visto y surge una leve sonrisa en mí, el fenómeno de la creación artística se ha producido. La belleza, ese espacio donde refugiarnos siempre. La nueva obra ha empezado a vislumbrarse.

La Residencia es el origen de la obra pictórica que Maru Quiñonero presenta en su primera exposición en Murcia. Maru Quiñonero estuvo en la Residencia de Alzueta en La Bisbal, durante el mes de octubre de 2024.

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1. Desde 2017, Maru Quiñonero estudia el color como elemento principal de su obra. También investiga su uso en artistas clásicos y contemporáneos. Investiga tanto el uso que la sociedad le da al color en la cultura pop como la carga emocional que reside más allá de lo material. 2. La obra ‘A bien’ (2023). Fibra de vidrio lacada. 40 x 40 x 24 cm. Alzueta Gallery

Imagen secundaria 1 - 1. Desde 2017, Maru Quiñonero estudia el color como elemento principal de su obra. También investiga su uso en artistas clásicos y contemporáneos. Investiga tanto el uso que la sociedad le da al color en la cultura pop como la carga emocional que reside más allá de lo material. 2. La obra 'A bien' (2023). Fibra de vidrio lacada. 40 x 40 x 24 cm. Alzueta Gallery

Imagen secundaria 2 - 1. Desde 2017, Maru Quiñonero estudia el color como elemento principal de su obra. También investiga su uso en artistas clásicos y contemporáneos. Investiga tanto el uso que la sociedad le da al color en la cultura pop como la carga emocional que reside más allá de lo material. 2. La obra 'A bien' (2023). Fibra de vidrio lacada. 40 x 40 x 24 cm. Alzueta Gallery

  1. [Viva e icónica. Vibrante, emocionante, emblemática. Es inspiración

    Nueva York

Brindamos por la nueva exposición de Maru Quiñonero en Nueva York, Aurora. Un bullicio neoyorquino inunda la sala de la Voltz Clarke Gallery, en el Lower East Side en Manhattan. Estamos en una sala minimalista de grandes dimensiones, donde su obra ilumina las paredes; sus formas emocionan, los colores de Maru enamoran, azules, rosas, verdes; hay música, el ambiente es sofisticado y cosmopolita. Celebramos al final del callejón, en Freemans, cerca de Bowery, en una especie de taberna clandestina, con comida colonial americana sabrosa.

Al día siguiente caminamos por la 5ª Avenida, seducidos por todo y tras una hora y media en metro, Maru, Kiki, Olivi, Ale, Blas y yo llegamos a Coney Island, en el extremo sur de Brooklyn. Un destino soñado con aire retro, una nostalgia que traslada a cualquier verano dentro de cualquier película, pero el frío y el viento se dejan notar y nos devuelve al otoño, con la suerte de que el sol inunda todo. Conscientes de la inmensidad del océano ante nuestros ojos, lo miramos y permanecemos inmóviles unos minutos.

Paseamos por el bulevar tantas veces imaginado, palabras y silencios se mezclan con risas y algún que otro payaso. Colores, formas, montañas rusas y el adivino Zoltar en su máquina de la fortuna, nos hace regresar a ese verano soñado que el frío nos había arrebatado.

Hemos guardado cada detalle en nuestra memoria, otro día volveremos.

Alrededor de una mesa improvisada, arrimamos sillas y comemos pizza en Elisabeth Street Garden, un capricho de jardín envuelto en un aire especial que lo hace único. Ubicado en el vecindario de Nolita, en Manhattan, este pequeño espacio se convierte en refugio de vecinos y turistas que se alejan de la algarabía de la ciudad. Un lugar mágico donde perderse entre árboles, flores y adornos espontáneos. Repleto de esculturas grisáceas y dispares, con caminos que serpentean una suerte de vida y bancos donde guarecerse tras las letras de cualquier libro. Un lugar donde compartir una ciudad con los amigos que son familia. Regalos de vida que se guardan en el universo de los recuerdos.

Por esto y mucho más, Nueva York, es fuente de inspiración para el trabajo artístico de Maru. Todos estuvimos en Nueva York con Maru Quiñonero en noviembre de 2024.


Alzueta Gallery


  1. [Madrid es el hogar de Maru hoy. Madrid es suya, con su frío, con su calor, con su luz. Hugo, Pequeña, Ale. Las muy perras. Madrid y los amigos]

    Madrid

Pelayo es una de esas calles bonitas de Madrid donde tradición y modernidad se abrazan. De gentes hermosas y auténticas. De pensamiento libre y hospitalario. Un camino largo y estrecho, de buen paseo donde la arquitectura más castiza convive con los aires más modernos y sofisticados. Donde la verdadera ciudad se siente. Una calle lenta, donde las horas se viven y las cosas tienen su liturgia.

Amapolas en octubre, Échale Guindas, La Oficial Cerámica… Lugares que configuran el ecosistema de la calle y una suerte de vecindario. Encuentros literarios, exposiciones, colaboraciones artísticas. Una plática en el sillón de flores. Acuarelas de gabinete, libros, tartas y cerámica. Todos alrededor de una mesa con flores. Perros y dueños. Y siempre, una foto que recuerda el instante. Eso es Pelayo. Y Pelayo está en la obra de Maru Quiñonero.

Los amigos de Maru en Madrid nos agolpamos en su estudio, en la primera planta de un edificio de la calle Pelayo. Es uno de esos pisos antiguos de Madrid, de techos muy altos y molduras decorativas en las paredes. De balconcitos pequeños donde asomarse a ver Madrid. Se come, se bebe, se ríe. Su espacio de trabajo convive con nosotros, su método está ahí. La disposición de los materiales, el orden de los lápices de colores, pruebas pegadas en la pared, los entelados, papeles… Percibimos la concepción de las imágenes, es la escenificación de la creación. Entra mucha luz, es abril, se siente la primavera y todos celebramos la vuelta de Maru. Maru se rompió las dos muñecas, una caída accidental que la dejó en negro durante muchos meses. Ha vuelto. Y todos la celebramos.

Entrar en el taller de un artista, es lo más parecido a desnudar su obra. El proceso creativo es un milagro, un ejercicio íntimo y participado de una generosidad inusitada cuando es mostrado. Maru Quiñonero tiene su estudio en la calle Pelayo de Madrid.

Al preguntar a Maru qué es Murcia para ella, su descripción me recuerda a la escrita en una carta que Jorge Guillen envió a su joven esposa Germaine Cahen. Ella estaba en París, y él acababa de llegar a ocupar la cátedra de literatura en la Universidad de Murcia, era febrero de 1926.

«…la dulzura del clima, la claridad en el aire y en los muros, iglesias y torres, muchas, y caserones antiguos, muchos escudos, en tonos calientes, sepias, ocres, canelas y la fama indefinida del rosa, del rosa al amarillo en esos mismos colores, según las horas. Plazas con hechizo becqueriano, apacibles, silenciosas. Hay palmeras, magnolios, grandes árboles. Hay un Malecón estupendo. Y el campo inmediato y los montes grises y abruptos muy cerca. Y en medio la torre de la Catedral ornada, graciosa, entre la ligereza y la robustez, y de un color admirable. Y cafés, casinos. Y señores en perpetua tertulia. Y la gente afable y acogedora….» [Jorge Guillén. Cartas a Germaine (1919-1935)]

Para Maru, Murcia es familia, es luz, es volver, es color y calor, es Belluga, es una catedral, es el Museo Ramón Gaya y también es una calle, San Nicolás, su casa. Calle céntrica de la Murcia histórica, con el templo barroco de San Nicolás como foco de peregrinaje para visitantes y foráneos. Conectada con plazas y callejuelas y testigo de mañanas gloriosas, como la de Viernes Santo. Es un paseo por el Malecón con sus perros. Es silencio y tertulia. Es la delicia del sol en una terraza. Es olor a huerta y azahar. Es un capricho, el capricho de muchos. Es refugio y acogida. Son mujeres.

Murcia muestra por primera vez una exposición de Maru Quiñonero, lo hace en un espacio único y especial, el Palacio Almudí, antiguo pósito de trigo de la ciudad, junto al mercado de Verónicas. Un edificio con trazas del siglo XVI y un imponente patio de columnas al interior que traslada al esplendor barroco. Un relieve de la matrona de Murcia recibe, es la representación de la mujer, una mujer que amamanta a un niño en presencia de su propio hijo, rindiendo así, homenaje a la hospitalidad de la ciudad.

‘La extranjera’, la primera exposición de Maru Quiñonero en su ciudad, gestada entre El Ampurdán, Nueva York y Madrid, se ha hecho y, como la luz de Murcia, se va a respirar. Maru Quiñonero nació en Murcia en 1979.

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