Con motivo de una investigación sobre los rótulos comerciales de las tiendas de toda la vida del murciano barrio de Vistalegre, en 2021, la compositora … y doctora en Música Javiera Bobadilla Palacios reflexionó acerca de que el arte no solo cuelga en las paredes de los museos. El ingenio creativo también puede lucir en plena calle, en fachadas y esquinas, y es ahí donde tiene un espacio Pedro Borja Sánchez (Cabezo de Torres, 1938), aunque su obra pueda pasar desapercibida en el ajetreo diario.
En Murcia, el artista, renovador de la cerámica murciana, se encargó en los años 80 de realizar una serie de placas decorativas con los nombres de las calles, contribuyendo a una regeneración estética de la ciudad en unos tiempos de cambios. Las coloridas piezas, con diferentes diseños, todavía salpican algunos enclaves estratégicos como la plaza Circular, varias arterias principales (la avenida Rector Lostau, por ejemplo) y rincones menos transitados en el polígono de La Paz, Vistalegre y Ronda Norte. Su estado de conservación resulta desigual, y su futuro parece incierto, en parte a causa del desconocimiento.
En la comisión de calles del Consistorio de Murcia, dos de sus integrantes, consultados por LA VERDAD, dicen carecer de información acerca de estas cerámicas de pequeño formato que forman parte del patrimonio municipal. Nunca se ha tratado este asunto en las reuniones a las que han asistido. Así que resulta complicado saber a ciencia cierta cuántas placas se confeccionaron, cuántas se llegaron a colocar ni cuántas se conservan todavía en sus emplazamientos. Tampoco si disfrutan de algún tipo de blindaje cultural por su valor artístico.
Expertos consultados por este diario reivindican la producción de Borja Sánchez y lamentan cierto olvido en comparación con otros creadores de la misma generación como José María Párraga (Cartagena, 1937-Murcia, 1997), que también cuenta con obra en la vía pública, a la vista de todos. La aportación de artistas de la época en la ornamientación de nuevos equipamientos y edificios públicos (también de promociones privadas) ya se dio durante el desarrollismo de la década de los 60. El arquitecto Enrique Sancho Ruano, por ejemplo, recurrió a Carmen Escorial y Vicente Viudes para sus murales del complejo residencial de Espinardo, y a Manuel Muñoz Barberán para el diseño de las vidrieras del Club Remo de Murcia. De Antonio Hernández Carpe se conservan coloridas creaciones en zaguanes, despachos y fachadas de edificios residenciales, centros docentes y sedes administrativas.
Murales en colegios
En la década de los 70, Pedro Borja hace su contribución creativa a la arquitectura del momento. Con motivo de la renovación del parque de equipamientos docentes, realiza murales para decorar 38 colegios de la Región, con Fernando Garrido como el proyectista que diseña un prototipo de escuelas de EGB bastante extendido. En Mazarrón se mantiene la obra del ceramista murciano en el comedor del colegio Francisco Caparrós, pero en otros centros, como el Santiago Apóstol de Portmán (La Unión), el mural no ha corrido igual suerte.
Pedro Borja, en 2015, en su casa, con algunos de sus cuadros.
Guillermo Carrión / AGM

Con casa-taller en la pedanía de Cabezo de Torres (un diseño de 1973 del arquitecto Juan Antonio Molina), donde todavía reside, Borja también firma la gran pieza cerámica del altar mayor de la iglesia de San Francisco de Asís (capuchinos) de Murcia, además de otros encargos de formato más reducido para decorar locales comerciales.
Pedro Manzano, diseñador gráfico y miembro de la Real Academia de Bellas Artes Santa María de la Arrixaca de Murcia, mantiene que «ningún artista ha sido capaz de diseccionar con tanta meticulosidad cada uno de los periodos de su trayectoria». El estudioso, que desde 1993, cuando entablaron contacto, ha colaborado con Pedro Borja en varias exposiciones, destaca su «osadía y atrevimiento» en todas sus incursiones en los diferentes medios artísticos, desde la cerámica a la pintura, la escultura y el grabado. Manzano define al creador de Cabezo de Torres como el impulsor de la escultocerámica y resalta su trabajo «en largas series, que se extendían en el tiempo», como ‘La quimera de Velázquez’ o ‘El copón de Bullas’, de temática religiosa. «Por encima de todo –añade– destacó su pasión y entrega absoluta al arte».

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