
Explica la psicóloga Anaïs Roux en su libro ‘Neurosapiens’ (Ed. Espasa) que en la vida hay dos clases de personas: «Las que se mueven naturalmente … en el espacio, recuerdan una ruta o siguen las indicaciones del GPS con gran facilidad y las que, cuando el GPS del coche les dice ‘en quinientos metros, gira a la izquierda’, a los cinco metros ya están preguntándose si es ahora. A este segundo grupo también pertenecen los que salen de un restaurante y son incapaces de decir si se llega a su casa por la derecha o por la izquierda». ¿De qué grupo eres?
La pregunta del millón en este caso se resume básicamente en por qué hay gente que siempre se pierde y le cuesta tanto orientarse incluso en su propia ciudad. Y si el uso (y abuso) del GPS para absolutamente todo, desde llegar a una tienda a planificar una ruta por la montaña o el destino de vacaciones, nos ayuda o, en realidad, nos ‘atonta’ el cerebro y perdemos facultades para ubicarnos.
«Todos podemos tener un despiste en un momento dado o nos pasamos de calle porque vamos distraídos, pero en el caso de las personas en las que esa desorientación es más consistente, lo que probablemente les ocurre es que, por algún motivo, esa parte de su cerebro se ha desarrollado menos y por eso tienen esa dificultad para orientarse en el espacio, sobre todo en lo que se refiere a la dirección. Todos tenemos diferentes capacidades y el sentido de la orientación es una de ellas. De la misma manera que decimos que hay gente de letras y otra de números, también hay personas con un gran sentido de la orientación y otras que son un desastre», especifican en la Sociedad Española de Neurología (SEN).
¿Cómo se iba al restaurante?
La orientación es una función cognitiva muy compleja porque implica muchos sistemas neuronales «y esto es muy importante tenerlo en cuenta». «Tradicionalmente, siempre se ha dicho que estaba en el hemisferio derecho, pero ahora sabemos que también se comparte con el izquierdo. En cualquier caso, tanto la atención como el sistema visual son dos procesos clave en este sentido. Por ejemplo, es frecuente que personas sin ningún problema para encontrar una calle o interpretar un mapa sean incapaces de reproducir el recorrido que acaban de hacer cuando van de copilotos en el coche. ¿Por qué? Porque se han desentendido», argumentan los especialistas.
Al igual que ocurre con el GPS del móvil, nuestro cerebro evalúa constantemente dónde estamos: recibe información del entorno, de la posición de nuestro cuerpo y el tiempo que transcurre en un mismo lugar. Y la clave se encuentra en el hipocampo, una estructura cerebral que nos ayuda a comprender dónde nos encontramos en un determinado momento, si hemos estado antes y hacia dónde debemos dirigirnos a continuación.
«Por ejemplo, cuando vas por primera vez a un restaurante, el cerebro construye un mapa del entorno con información clave: primero giro a la izquierda al pasar la panadería, después cruzo una cancha de baloncesto, paso por delante de una tienda de ropa, tuerzo a la derecha… Y cada vez que vuelvas a ese restaurante, el hipocampo se irá fortaleciendo y será más fácil que llegues a tu destino porque tu cabeza ya habrá hecho un mapa de la zona», precisa Anaïs Roux.
Por eso una duda muy frecuente es si el uso de GPS puede mermar nuestra capacidad para orientarnos por falta de entrenamiento. «En la comunidad neurocientífica hay dos posturas al respecto», avanza la autora de ‘Neurosapiens’. La primera sostiene que el uso del GPSarruina la capacidad del cerebro para orientarse en el espacio porque apenas estimulamos el hipocampo –nuestros mapas cognitivos internos no se enriquecen y dejamos de aprender sobre el entorno–, mientras que la segunda defiende que esa deficiencia «podría compensarse al usar el hipocampo de otra manera, como ocurre con la navegación virtual por internet».
Taxistas londinenses en el ‘top’
En cualquier caso, y como ocurre con otras muchas habilidades, la orientación también se puede entrenar. Y si no que se lo pregunten a los taxistas londinenses, conocidos por su gran capacidad para memorizar miles de localizaciones. «Londres es un verdadero lío. La persona que diseñó la ciudad debió de hacer el plano siguiendo las instrucciones de su hijo de dos años», bromea Anaïs Roux. Trabajar como taxista en Londres no es nada sencillo. Antes de presentarse al examen, los aspirantes recorren la ciudad en moto durante tres o cuatro años para aprenderse de memoria cada rincón. Y aun así solo la mitad aprueba.
Esto llamó la atención de la neurocientífica Eleanor Maguire, que analizó durante cuatro años a un total de 79 aspirantes a taxista para medir el crecimiento de su hipocampo durante la formación. Paralelamente, hizo un seguimiento del aumento cerebral de 31 personas ajenas al mundo del taxi, pero con una edad, nivel educativo e inteligencia similares a los aspirantes. Al inicio del estudio, todos los participantes tenían una estructura cerebral muy similar en tamaño. Sin embargo, cuatro años más tarde, el hipocampo de los candidatos a taxista había crecido mucho más que el de los otros. En resumen, los aspirantes desarrollaron unos centros de memoria de mayor tamaño que el promedio como consecuencia de su exigente formación. ¿Vas a encender el GPS la próxima vez que quieras llegar a un restaurante o serás capaz de orientarte sin recurrir a la tecnología?

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Enlace de origen : ¿Usar el GPS hasta para ir a la tienda de la esquina nos está 'atontando'?