Algo se muere en el alma de cualquier barrio castizo cuando cierra una taberna. Algo se apaga cuando desaparece esa algarabía de gentes en los … desayunos, el runrún de la máquina del café y los golpes para recargar las manijas, cuyo sonido inunda la calle, donde se reparten unas cuantas mesas que los almuerzos cubrirán de cascos de cerveza; el ir y venir de repartidores, de amas de casa conduciendo carritos hacia el mercado y abuelos a quienes sus mil plagas no les impiden dar cuenta del carajillo o el regüerto mañanero. Conozco a alguno que a las seis de la mañana ya espera sentado en un banco a que abra el bar.
El hostelero es tantas veces también confidente, consejero, anfitrión e incluso amigo. Sabe cuándo un cliente quiere hablar y cuándo necesita silencio. Reconoce en una mirada si algo ha ido mal o si una sonrisa busca un gesto amable. Esa intuición, fruto de años de experiencia y pasión por el trato humano, convierte a la hostelería en un arte de sutiles vínculos.
Cuento estas cosas pues todas definen a Jiang en el bar que lleva su nombre y regenta en el barrio de La Fama. Está ubicado en la calle Puerta de Orihuela, pared con pared con la confitería Consuegra, que tan buenos pasteles de carne cocina. La desgracia quiso que hace unos días, a Jiang, con apenas 42 años, le diera un infarto cerebral. Atesora hijos, pero sin la edad suficiente para mantener el negocio.
El infortunio, en cambio, ha provocado una entrañable oleada de solidaridad hacia esta familia china. Cierto es que las flores más fuertes nacen en los terrenos más escabrosos. Y más curiosos, como es la persiana y fachada de una taberna. Allí han comenzado a aparecer carteles de apoyo y ánimo con mensajes, tan entrañables como castizos, de muchos clientes.
El cartel que le han dejado a Jiang los miembros de la familia Fernández.

Algunos de ellos evidencian la confianza, con no poca guasa, que disfrutan con Jiang. «Chino ‘cablon’, te echamos de menos«, bromean un par de ellos. «Al barrio sin ti le falta vida», añaden. Otro parroquiano, que se define como «tu gitano mangante», le anima a luchar «para ponerte bueno. Rezamos por ti».
Incluso en una enorme cartulina naranja figuran los nombres de todos los miembros de la familia Fernández, del Castillejo, que concluyen sus mensajes: «¡Ánimo, chinito fuerte, estamos contigo!». En el barrio no se habla de otra cosa que del bueno de Jiang. Cuentan que la mejor especialidad de la casa, que en verdad no tenía ninguna, era él mismo.
Resulta emotivo comprobar cómo algunas tabernas no solo son bares. Son un punto de encuentro, refugio de invierno y alivio en verano. Son lugares donde se comentan partidos, se critica al gobierno, se comparte lotería, se celebran las pequeñas victorias y alegrías y se consuelan las derrotas cotidianas. Es, por acabar pronto, donde uno se siente parte de algo. El chino Jiang forma parte de La Fama. Y La Fama le declara su amor a golpe de letreros en la fachada de su bar.

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Enlace de origen : «¡Ponte bueno «chino cablón!»: los mensajes en la puerta de un bar de Murcia cerrado por enfermedad