
Always Franco. Siempre Franco. Así se llamaba aquella obra que Eugenio Merino presentó en ARCO en 2012, con el dictador metido en una nevera. Merino ( … Madrid, 1975) acabó poco después en el banquillo de los acusados por las denuncias que presentaron contra él varias asociaciones de ultraderecha para sorpresa de nadie, aunque salió libre de polvo y paja y, de paso, ganando buenas dosis de popularidad. Lo del tiro por la culata. De hecho, según dice el propio Merino, la sentencia le ha cubierto las espaldas para poder desarrollar sin miedo a más demandas otras ‘performances’, como la que prepara con la cabeza de Franco –la misma cabeza de 2012–, que en este caso servirá de balón para disputar un partido de fútbol entre antifascistas y antifascistas. Victoria segura. Aquí lo importante es participar. «Es un balón muy pesado e irregular, hace falta gente con destreza», matiza.
Eugenio Merino es uno de los artistas más reconocidos del panorama nacional y también es uno de los nombres destacados del festival Transformance [dirigido por Pedro A. Cruz y Cintia G. Reyes], que se desarrollará la semana que viene en el Cuartel de Artillería y la Cárcel Vieja de Murcia, del 24 al 26, y donde Merino presentará sus ‘Chistes contra Franco’. Tampoco hay por qué escandalizarse con esta nueva idea que Merino trae a Murcia, trufada de humor y denuncia y también de memoria histórica: «Son los mismos chistes que se contaban en los años 40», defiende este reconocido militante de izquierdas que considera necesario acabar de forma urgente con la ley mordaza. Y también con los «privilegios» de unos pocos, empezando por «la monarquía», visto todo ello como una «herencia» de la dictadura. Always Merino.
–Por si alguien no está puesto en el tema, ¿quién es Eugenio Merino?
–Una persona que se dedica al arte contemporáneo. Tal cual.
–Y si tuviera que hacer una ‘performance’ de Eugenio Merino, ¿cómo sería?
–Pues no sabría decirle. Con el tiempo he cambiado bastante. Todos cambiamos, ¿no? He evolucionado mucho, y ahora mismo estoy abierto a tantas posibilidades que definirme solo en una sería complicado.
–¿Cuándo supo que se quería dedicar a esto? ¿Hubo un momento concreto de revelación?
–No. Siempre me gustó este mundo de las Bellas Artes, aunque ahora no me interese tanto el tema conceptual de las Bellas Artes. Pero yo empecé la carrera de Economía por aquello de las salidas laborales, y me daba la nota. Me gustaba el tema de la economía. Aunque hubo un momento en el que decidí no perder mi vida dedicándome a una cosa tan aburrida. También es verdad que todo está relacionado con la economía, y está muy ligada a la creación. Desde la economía también vi que me interesaba el arte, y desde el arte también vi que me interesaba la economía. Y esa mezcla es lo que soy yo ahora. Aunque después es verdad que lo que más he leído, y de lo que más he hablado en mi trabajo es sobre economía. Siempre me interesó el arte, pero siempre tuve miedo a las pocas salidas que tenían las bellas artes. Y efectivamente, no tiene salidas. Luego hay que conseguir sobrevivir, y eso ha sido muy complicado.
–¿Qué idea nueva le ronda ahora en la cabeza, factible o no?
–Siempre estoy en la búsqueda permamente del siguiente proyecto. Ahora, en la semana después del Transformance de Murcia, nos vamos a Barcelona, al Festival ExAbrupto. Allí tenemos otra acción, en colaboración con el colectivo Indecline, en la que se jugará un partido de fútbol con la cabeza de Franco en una antigua trinchera de la Guerra Civil.
–Menudo balón.
–Sí, para esto contamos con la colaboración de personas que más o menos saben jugar al fútbol, porque manejar esa pelota es complicado, y además hay que tener un posicionamiento antifascista, claro. Pero es que la pelota es una cabeza, la de Franco, que tiene un peso considerable, unos dos kilos o dos kilos y medio, y además es irregular [con sus orejas, su nariz y esas cosas]. Ya lo hicimos con la cabeza de Trump en la frontera de México y con la de Bolsonaro en Brasil. Las cabezas necesitan alguien que sepa jugar a un cierto nivel, lo más profesional o semiprofesional posible porque, si no, no hay partido. En Barcelona, por ejemplo, hemos hecho una convocatoria para que cualquier persona que quiera jugar, y que tenga ideología antifascista, se pueda unir. Buscamos 22 personas. Se está encargando el festival. En México jugamos con jugadores profesionales de la zona, y en Brasil, en Sao Paulo, lo hicimos con el colectivo LGTBI y antifascista y con un equipo de fútbol que se llama Rosa Negra.
«Terry Eagleton dijo: ‘cultura es morder la mano que te da de comer’. El arte está ahí. Esa es nuestra pequeña revolución»
–¿Espera alguna denuncia después del partido de fútbol en Barcelona?
–No me puede caer ninguna.
–Qué tranquilidad. ¿Y eso?
–Porque yo ya tuve ese juicio en 2012 después de ARCO con esa misma cabeza. La cabeza que vamos a utilizar es la misma que estaba en la nevera en ARCO, es el mismo molde. Y yo puedo utilizarla porque ya gané ese juicio, y sería volver a abrir un caso que ya tengo juzgado y ganado. Otra cosa es que luego se vuelva loco algún facha. Pero no creo, son gente moderada. Es broma (risas).
«Una chorrada»
–En aquel juicio, la acusación particular le preguntó que por qué no se ‘metía’ con Mahoma. Y el juez le afeó su respuesta.
–Sí, porque yo no manejo el lenguaje judicial y contesté que esa pregunta era una chorrada. Y el juez me dijo que me comportara. Aunque luego me dieron la razón en la sentencia.
–Vamos a explicar por qué esa pregunta es una chorrada.
–Porque hay que manejar los símbolos y los valores del país y el entorno en el que uno se mueve. Yo he sufrido en mis propias carnes la religión católica. Hemos sufrido las consecuencias de la dictadura en el ámbito judicial, también institucional y a través de algunos medios de comunicación. Y eso viene por cómo se pactó el final de la dictadura. Y eso es de lo que yo tengo que hablar. Esa fue mi respuesta. Mahoma es otro tema del que se podría hablar una vez solucionemos nuestros temas.
–¿Provocar es el alfa y el omega de su trabajo o la gente se lleva las manos a la cabeza sin esfuerzo alguno por su parte?
–Bueno… Ahora, por ejemplo, con la ‘performance’ de los chistes contra Franco, veo a mucha gente en redes que se siente muy ofendida. Que siente que eso es una provocación. Y todo el proyecto con Darío Adanti surge de la necesidad de recuperar todos los chistes que ya se contaban hace décadas, en los años 40 y 50. No hemos tocado nada, son los chistes originales de las fuentes originales. No sé si es muy provocador contar ahora, en Murcia, un chiste sobre Franco que ya se contaba en 1940. A mí no me lo parece, la verdad.
–¿En la época del capitalismo salvaje también impera el ‘ofendidismo’ salvaje?
–Yo creo que los ofendidos siempre han sido los de la religión. Los que le han dado la vuelta a la tortilla, y que hoy manejan el discurso de que los ofendidos están en colectivos de izquierdas, en las minorías, en las víctimas, lo que están intentando es que no se siga criticando a la religión como se ha hecho toda la vida, porque es un sistema opresivo. Y ahora vienen con el discurso de los ofendiditos. La izquierda lo que hace ahora es dar voz a los que no han tenido voz.
«No sé si es muy provocador contar ahora un chiste sobre Franco que ya se contaba en 1940. A mí no me lo parece, la verdad»
–La corrupción tiene ahora otra buena ‘performance’.
–Siempre es buen momento para hacer una ‘performance’ sobre la corrupción. La corrupción nunca ha desaparecido. Hay un libro muy bueno de Paul Preston que se llama ‘Un pueblo traicionado’, donde se va enlazando la historia de la corrupción en España. Desde la Restauración a la dictadura de Primo de Rivera y la República. Y llega el momento en el que se institucionaliza completamente la corrupción, que es en la dictadura de Franco. El sistema franquista persiste y pervive, porque da una serie de privilegios a un grupo de gente para saquear España. Cuando en la Transición pasamos de la dictadura a la democracia, ahí permanecen una serie de empresas, una serie de políticos y una serie de privilegios y de mecanismos. El libro de Preston empieza hablando de ‘El Lazarillo de Tormes’, fíjese. Estamos hablando de toda una filosofía de vida en España. La corrupción es un tema esencial en el arte. Hace falta un gran monumento en la calle que explique y que represente bien esto: que la corrupción es algo muy español. Y estaría bien que lo vieran los turistas. Al final, a los turistas les vendemos el flamenco, pero no veo a la gente bailar flamenco en la calle. Son tradiciones que se intentan convertir en el símbolo absoluto y olvidamos todo lo demás. Pero España es algo más que flamenco, caza y religión, digo yo.
–Ahora mismo, ¿qué o quién le parece un provocador nato?
–[Piensa] El conjunto de Vox. La Fundación Francisco Franco. Los abogados cristianos. Hazte Oír. Estas son provocaciones a la democracia, a la justicia, a las libertades sociales. Las provocaciones no están en la izquierda. Están todas en la extrema derecha.
–¿Cómo lleva usted eso de estar dentro del sistema que critica? ¿Es como vivir en casa del enemigo o le da igual?
–Yo siempre cito a Terry Eagleton, que dijo que ‘cultura es morder la mano que te da de comer’. El arte está ahí. Nosotros producimos arte contemporáneo dentro de instituciones a las que, generalmente, criticamos. Esa es nuestra pequeña revolución.
–¿Pero no hay cierta contradicción en vender una crítica al capitalismo por varios miles euros? ¿Surgen remordimientos?
–Yo tengo remordimientos porque vivimos en un sistema muy complicado. Consumimos lo que criticamos. No tenemos dinero para ropa y nos compramos ropa que está producida desde la explotación laboral. Todos intentamos escapar de esto intentando entender mejor estas cosas. Yo intento comer menos carne, intento comprar productos que estén fabricados de la manera más sostenible posible. Y trato de no comprar marcas que vulneran los derechos humanos. Y digo ‘no’ muchas veces a propuestas que nos llegan. Pero estas cosas no tienen tanto bombo como cuando vendemos algo. El arte es un negocio ruinoso. No se compensa el tiempo que se dedica ni el proceso que conlleva, donde el artista apenas se lleva algo. Hay ventas muy llamativas, pero están muy relacionadas con la especulación propia del sistema capitalista. El arte es un campo muy precario, no sé si tan precario como el periodismo. Hay gente que no cobra nada. Y lo de ‘por amor al arte’ se utiliza muchas veces para manipular a la gente. Yo he tenido mucha suerte de poder dedicarme a lo que me gusta, pero comer hay que comer.
La censura
–¿Siente ahora más censura?
–Pues no lo sé. Yo fui censurado en 2012, y fui censurado antes. El poder sigue siendo el mismo. Hablo del poder económico. A lo mejor hay más control. Intentar no meterse en problemas, que es una lógica muy española. Mantener el puesto de trabajo, porque es todo muy precario. Y la gente va con mucho cuidado.
–¿Qué le parece muy necesario?
–Uf. Es una pregunta complicada. Eliminar la ley mordaza, por ejemplo. Eliminar los privilegios, la monarquía. Acabar con todo eso hasta que tengamos una sociedad más libre y más justa. También estamos viendo que las políticas de izquierdas no llegan hasta donde los votantes de izquierdas querrían que llegaran. Lo hemos visto con el tema de Israel, con el tema de las armas. Son muchos elementos que están dentro de la lógica de izquierdas y que hay que solucionar. Y creo que el punto número uno es la monarquía. Empecemos por ahí. Hagamos una sociedad más ajustada a los valores que se han votado.

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : Eugenio Merino: «La corrupción es algo muy español; estaría bien que lo vieran los turistas»