Conciertos hay todo el año, pero los conciertos míticos son otra cosa: Manowar en las fiestas de Las Torres de Cotillas -y el chichón que … se llevaron de recuerdo-, Deep Purple en Murcia con orquesta y Dio como cantante invitado, el masivo concierto de Iron Maiden en el estadio Enrique Roca… Gracias al Rock Imperium, Cartagena se ha convertido en escenario de algunas de esas citas irrepetibles cuyo recuerdo nos trae una sonrisa y esa cálida satisfacción de poder decir «estuve ahí». ¿Quién nos iba a decir, hace unos años, que la Región recibiría el último concierto de KISS en España o a los elusivos Emperor?
Algo de eso tuvo el concierto de King Diamond en el arranque de la cuarta edición del festival. Para los que nos criamos trapicheando con cintas grabadas, descubrir la música del danés, tanto en solitario como con su banda Mercyful Fate, nos rompió los esquemas. Y ahí lo teníamos, tocando para nosotros al lado de casa, como aquél que dice.
Como uno de los iniciadores del ‘shock rock’ y mejor alumno de Alice Cooper, la actuación estuvo a caballo entre el espectáculo teatral y un concierto de heavy metal. Con el escenario decorado como un manicomio de principios del siglo pasado, el danés llevó al público a un retorcido viaje por los excesos de las antiguas instituciones mentales, un concepto que nació como respuesta a un duro ingreso hospitalario para someterse a una cirugía de triple bypass. Buen material le pusieron, a juzgar por la energía y el poderío vocal exhibidos en Cartagena, impropios de un tipo que acaba de soplar 69 velas.
El espectacular montaje escénico, el apoyo de una actriz que las pasó canutas y la imponente presencia de King Diamond, con su icónico maquillaje y varios cambios de vestuario, hicieron del ‘show’ una película de terror en directo. Y, sin embargo, la teatralidad no opacó el protagonismo de unas canciones que sonaron tan afiladas, poderosas e impecables que cabría preguntarse si lo que le pusieron en el pecho al cantante no sería en realidad el corazón de algún joven en la flor de la vida. Acompañado por una banda de gran nivel, brillaron las referencias a ‘Abigail’, ‘Them’ y ‘The Eye’, e incluso ofreció dos adelantos de su próximo disco que no desentonaron al lado de sus clásicos de los 80.
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Airbourne
El huracán que vino de Australia
Airbourne en la primera jornada el Rock Imperium.
Pablo Sánchez

Airbourne desató otro tipo de locura sobre Cartagena. La locura del golferío con sabor a Jack Daniel’s y olor a sobaco. Los mejores sucesores de los también australianos AC/DC no dieron un momento de respiro al público. Su enérgica puesta en escena y su hard rock vigoroso, con raíces blueseras, son una receta perfecta para las grandes audiencias, donde se retroalimentan del entusiasmo colectivo. No se esconden: sus ‘riffs’ simples pero efectivos y unos estribillos diseñados para ser coreados son carne de festivales. Y el público del Rock Imperium entró al juego, claro, sirviendo de gasolina para un motor que rugió durante alrededor de hora y media de puro rock and roll.
Su propuesta simple como un botijo pero igual de efectiva nos dejó uno de los conciertos más divertidos del año, con el cantante y guitarrista Joel O’Keeffe acompañando con simpáticas cucamonas himnos tan infalibles como ‘Too Much, Too Young, Too Fast’, ‘Runnin’ Wild’ o la reciente ‘Gutsy’. Muy aplaudidos sus numeritos de bajar a hombros para tocar entre el público y reventarse una lata de cerveza en la cabeza para salpicar al respetable. Más se agradecieron los manguerazos de agua fresca con los que la organización refrescó el ambiente durante las horas más calurosas del día.
A los amantes del hard rock más clásico se les quedó un jueves redondo, con GUN como aperitivo de Airbourne y Kissin’ Dynamite como penúltima banda antes del cierre. Mención especial merecen los primeros, una formación nunca suficientemente apreciada que nos regaló dos obras maestras, ‘Taking On the World’ y ‘Gallus’, y después se le escapó el tren durante la complicada década de los 90. Su presencia en un lugar destacado del cartel fue de justicia y quedó defendida con un gran concierto.
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Far East Groove
La fiesta ‘otaku’ que nadie vio venir
Far East Groove puso la nota pintoresca a ja jornada.
Pablo Sánchez/ AGM

La nota más pintoresca de la jornada la puso el compositor Yasuharu Takanashi con su proyecto Far East Groove, dedicado a llevar a los escenarios la música de series de anime como ‘Naruto’ o ‘Fairy Tail’ en clave metalera. La ofrecida en Cartagena fue una de las tres únicas fechas de su gira europea y bien mereció aguantar el bochorno de las 17 horas.
Después del japonés llegó el turno de otra rareza. Satan, que apenas ha pisado España en sus 50 años de trayectoria, reforzó de forma aceptable el cupo de heavy metal clásico, un género que este año no tiene tanta representación como en ediciones anteriores. En ese saco meto a los murcianos Iron Curtain, cañeros y solventes cualquier día de la semana, que resolvieron la hora de la siesta como leones.

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