¿Todo el comportamiento del ser humano es más heredado o es más aprendido? En esta sencilla pero a la vez compleja dicotomía –que no … es precisamente del agrado de científicos como Juan Ramón Ordoñana–, se sigue moviendo parte de la investigación –y sobre todo la discusión– en torno al ADN, el famoso y cada vez más de moda ácido desoxirribonucleico, que es la molécula que contiene la información genética de todos los seres vivos. «Plantear esta cuestión es tratar de pintar un cuadro solo con la mitad de los colores. Como si uno trata de pintar una marina solo con tonalidades rojas, o un desierto solo con el color azul», ilustra Ordoñana.
Son muchas las preguntas cuando se trata de indagar en nuestras raíces, en nuestra identidad, en nuestra más pura esencia. Pero si alguien tiene potestad para resolver dudas en relación con el ADN y las puertas que se abren con la llave del genoma humano es Juan Ramón Ordoñana, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Murcia (UMU) e investigador principal en el Instituto Murciano de Investigación Biomédica. También es autor de más de 120 artículos científicos y miembro de la Asociación de Genética de la Conducta (Behavior Genetics Association), y acaba de publicar el libro ‘Eres tu ADN. Cómo los genes contribuyen a construir nuestra identidad’ (Ariel) junto al catedrático de Psicología Diferencial de la Universidad Autónoma de Madrid Roberto Colom. Un auténtico manual para ayudar a comprender mejor nuestra propia naturaleza, que no es poco. «No surgimos de la nada. Nacemos con una estructura previa. Como la estructura de un edificio donde están las columnas, las vigas, con un tipo de ladrillos, las cañerías… Y luego eso lo vamos amueblando y decorando nosotros. Lo que llamamos hogar. El sofá, las estanterías, la televisión, los libros… Y todo eso es lo que nos hace ser como somos. Lo que es absurdo es plantearse que el ser como somos solo depende de uno de los dos factores», deja claro nada más comenzar esta entrevista.
–¿También se hace política con el ADN?
–Bueno, hay mucha gente que intenta arrimar el ascua a su sardina. Y luego hay quien dice que esto o lo otro es más genético para justificar posturas racistas o supremacistas. O al otro lado, posturas que son exclusivamente ambientalistas y que nos han llevado en ocasiones a problemas importantes. En realidad, cuando estamos hablando de la posible influencia de factores genéticos en el comportamiento, estamos hablando de dos cosas muy importantes para la base de nuestra estructura social: la libertad y la igualdad. Y tenemos un problema con estas dos cosas porque no sabemos tratarlas muy bien. No tenemos muy claro lo que son. Y entonces es muy fácil tratar de utilizar cualquier avance científico, aunque los científicos vayamos con pies de plomo, para justificar con la ciencia una idea preconcebida cuando en realidad no es cierta.

Portada de ‘Eres tu ADN’.
–Libertad. ¿Hasta qué punto somos libres si una parte de lo que somos está predeterminada genéticamente?
–Esta es una de las cuestiones que tratamos en el libro y es una cuestión muy antigua. En general, la consideración de cualquier determinismo eliminaría en un principio la responsabilidad. Eso puede pasar con los genes –determinismo genético– pero puede pasar también con la sociedad o con el ambiente –determinismo ambiental–. También se puede plantear que hay determinados genes que obligan a hacer algo. Oiga, no hay ningún gen que obligue a hacer nada. Tampoco la crianza que alguien tiene de pequeño obliga a hacer nada en concreto en edad adulta. Sabemos que hay genes que pueden estar asociados a una mayor probabilidad de desarrollar respuestas violentas ante estímulos agresivos, de igual manera que hay ambientes asociados a un mayor riesgo de desarrollar respuestas violentas ante estímulos agresivos. Pero ninguno de los dos casos es determinista. Debemos considerar que siempre hay una responsabilidad individual, y esto es lo que se plantea también desde el punto de vista judicial. Se puede plantear desde la defensa que el acusado de un delito tenga una variante genética que otra persona no tiene para considerarse atenuante o eximente. Es una de las muchas cuestiones que se plantean desde el ámbito legal. Es muy complejo. No solo en el ámbito penal, también en el civil.
–Para entendernos, no hay un gen que te ponga una pistola en la cabeza para que aprietes el gatillo. Pero, ¿en qué porcentaje te puede animar a ello?
-Claro, no hay un gen que te haga pegar un puñetazo en la mesa. O un gen que te obligue a beber gin-tónics. Los genes son los que se encargan de configurar nuestro cerebro. Nuestros cerebros son iguales a simple vista, pero tienen mínimas diferencias que son las que hacen que no seamos iguales. Todos los niños aprenden inglés, pero no todos los niños aprenden a la misma velocidad ni con la misma capacidad de aprendizaje. Esas pequeñas diferencias son las que se producen por las diferencias en nuestro ADN. Todos los seres humanos compartimos ADN al 99%, y por eso todos tenemos dos piernas, columna vertebral, dos ojos, etcétera, y ese 1% restante es el que nos hace diferentes. Vuelvo a su pregunta. ¿Qué parte de la orquesta es el violín y que parte es el violonchelo? Es una pregunta imposible, no tiene sentido. Lo que nosotros hacemos es tratar de apreciar diferencias cuando escuchamos muchos violines, o muchos violonchelos, e intentar averiguar a qué se deben esas diferencias. Cuando se escucha que la mitad de la inteligencia es genética y la otra mitad es ambiental, es una afirmación irreal.
–¿Es posible modificar o revertir determinadas expresiones genéticas con cambios en el estilo de vida?
–El resultado final siempre es una interacción, así que los cambios en el estilo de vida son muy importantes. Por ejemplo, fumar o no fumar. Puedes tener cáncer de pulmón aunque no fumes si tienes antecedentes, pero es mucho más probable que tengas cáncer de pulmón si fumas, es bastante obvio. De hecho, fíjese, la prueba final de que existía esa relación se hizo con un estudio con gemelos, y así se dejaron a un lado los factores genéticos que argumentaban las empresas tabaqueras.
¿El gen de la felicidad?
–El ‘gen de la felicidad’, el ‘gen de la infidelidad’… ¿Qué hay de cierto en estos titulares tan llamativos?
–¡Ojalá hubiera un gen de la felicidad que nos pudiéramos implantar todos! [Risas] No existen. Salvo algunos genes que están vinculados a enfermedades genéticas, monogénicas, el resto del individuo, de su comportamiento, es poligénico. Además, el efecto de los genes es indirecto, como le he dicho. No hay ningún gen concreto que te obligue a tomar copas por la noche o a ponerle los cuernos a tu señora. Lo que pasa es que cada uno de nosotros tenemos una combinación distinta de esos genes, y hay determinadas variantes de 100 o 200 genes que pueden influir a la hora de consumir más o menos alcohol. Unos tendrán diez, otros treinta. Y en función de eso podremos tener menor o mayor probabilidad. Pero siempre necesitamos el factor ambiental. Por muchos genes que tenga en este sentido, una monja de clausura no será alcohólica nunca.
–¿Qué papel juega el ADN en trastornos mentales como la depresión o la esquizofrenia?
–Es la llave que se lleva buscando desde hace mucho tiempo en psiquiatría. Encontrar el origen de algunas de las enfermedades que más sufrimiento causan a la población sería tremendamente importante. Sabemos que tienen un peso importante los genes. En el caso de la esquizofrenia, la heredabilidad está en torno al 80%. Tampoco conocemos un factor ambiental claro que nos lleve al desarrollo de una enfermedad como la esquizofrenia o el trastorno bipolar. Sabemos que hay circunstancias ambientales extremas, como maltratos graves o consumo de sustancias tóxicas que pueden facilitar la aparición de estas dolencias, pero estamos hablando de circunstancias graves. Sabemos que la participación de los genes es muy importante en enfermedades como la esquizofrenia, o el trastorno bipolar, menos en depresión, pero no sabemos exactamente la vía por la que acceden. Sabemos que hay síndromes genéticos que incrementan el riesgo de sufrir esquizofrenia, pero eso tampoco explica la mayoría de los casos de esquizofrenia que hay en la población. Ahí estamos y es un tema que, si algún día se encuentra el origen genético de cualquiera de estos trastornos, será objeto de premio Nobel. Abrirá una puerta importante a tratamientos efectivos que ahora mismo no tenemos.
–¿Qué riesgos puede haber en estas investigaciones con el tema de la ingeniería genética? ¿Qué papel puede jugar en todo esto la inteligencia artificial?
–El mismo riesgo que pueden tener muchos de los avances tecnológicos que estamos viendo a nuestro alrededor. El avance tecnológico en sí es bueno, nos lleva a saber más, a tener mayor capacidad. Ahora, lo que hagamos luego con esa capacidad es otra cosa.
–Vamos, lo que hacemos después con el cuchillo…
–Esa es la cuestión. Lo que decimos en el libro es que el principal riesgo que vemos es que no se habla de esto. Al final, siempre nos acaba pasando por encima la técnica, sobre todo por intereses comerciales. Ahora mismo, por ejemplo, hay un montón de laboratorios que hacen lo que se llaman pruebas genéticas directas para el consumidor. Y una cosa es que te digan que tienes un 10% de árabe y un 20% de georgiano. Eso es más una cuestión de curiosidad. Es más interesante que te puedan decir si puedes tener alguna variante monogénica para tener cierta precaución a la hora de tener descendencia y tener una pareja que pueda tener una variante similar. Cosas así. El problema es que antes de que se produzca la reflexión ética sobre lo que estamos haciendo, ya se ha producido lo otro. Ahora mismo, en Estados Unidos ya se está haciendo el diagnóstico genético preimplantacional. Bueno, y aquí también. Es una prueba genética a un grupo de embriones que se han gestado a través de fecundación ‘in vitro’, y en caso de que haya una enfermedad genética por parte de los padres, seleccionar los embriones que no tendrían esa enfermedad genética para implantarlo. Lo que pasa es que en Estados Unidos ya se está haciendo desde un punto de vista de eugenesia positiva. Es decir, qué embriones van a ser más inteligentes, o cual tendría más probabilidad de… Y eso ya se está haciendo. La motivación de esto es puramente económica, no nos perdamos. La motivación de esto no es producir más felicidad en este mundo ni acabar con enfermedades graves que provocan una enorme mortalidad. A nadie aquí le preocupa la malaria. Hace poco salió un editorial en ‘Nature’ avisando precisamente sobre esto. Que, dentro de 30 años, vamos a tener la posibilidad de editar el genoma en múltiples puntos. Y necesitamos, decía el editorial, reflexionar sobre ello antes de que suceda. Porque, una vez que tengamos la técnica, una vez que suceda, va a ser imparable. Va a ser imparable de todas maneras pero, si hemos reflexionado antes, tendremos una mayor probabilidad de controlar un poco el proceso. Si no, seguirá las mismas pautas que han seguido todos los avances de este estilo: primero sacar un rendimiento económico, y después beneficiar a determinadas áreas de población con más recursos. Porque nadie se preocupa de implantar este tipo de procesos en Sudán del Sur.
–Reflexión frente a interés económico… Muy buena pinta no tiene esto, ¿no?
–Habrá visto usted la película ‘Gattaca’ [dirigida por Andrew Niccol en 1997, presenta un futuro distópico donde los bebés son elegidos genéticamente para mejorar la raza]. Hoy ya estamos prácticamente en esa situación. Si nos vamos más atrás, Orwell escribió ‘1984’ y no creo que se imaginara hasta qué punto podría penetrar en la sociedad un Gran Hermano como el que tenemos ahora mismo. No es que tengamos un ojo mirando, es que nosotros mismos le damos los datos. Pero está la vertiente positiva de que puede ser muy útil para mejorar la salud de la población. En Reino Unido se van a hacer pruebas genómicas a todos los niños recién nacidos. Que es más o menos lo que ya se está haciendo aquí con la prueba del talón: un pinchazo que busca una serie de enfermedades genéticas. Todo eso ya se está planteando y poniendo en práctica.
El consenso y la ruptura
–¿Y cómo evitamos el uso incorrecto del ‘cuchillo’? ¿Cómo lograr que el interés social prime sobre otros intereses?
–Esta es la pregunta del millón. Ahora mismo, como le digo, lo único que cabe es un proceso de reflexión a nivel macro, a nivel internacional. Una reflexión que no se está produciendo en otras cuestiones más claras, como por ejemplo el cambio climático, que tiene muchas organizaciones científicas detrás y hay muchas conferencias mundiales para tratar el tema. Ahora mismo hay ciertos consensos respecto a no editar el genoma humano, que es el punto básico. No cambiar el genoma, porque sería introducir una nueva especie. Pero estos consensos ya se los saltó el chino aquel [He Jianku] que modificó el genoma de las dos niñas aquellas para protegerlas del VIH, y acabó en la cárcel. La técnica ya está disponible, pero no sabemos por dónde puede salir. La dimensión ética a la que nos lleva todo esto debería involucrar a los más altos niveles. Yo predigo, y no me gusta nada predecir, que nos arrollará el tren, y nos adelantarán los intereses que utilizarán la tecnología y la técnica para otros fines. Por un lado habrá intervenciones positivas que se llevarán a cabo desde los servicios de salud, pero paralelamente habrá otros desarrollos mucho menos positivos. Espero equivocarme.

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Enlace de origen : Juan Ramón Ordoñana: «Libertad e igualdad son muy importantes en la estructura social y no las tratamos bien»