El 88% de la población en Francia se encuentran este martes en situación de alerta y bajo vigilancia sanitaria ante la ola de calor extrema … que vive el país vecino y que empezará a remitir el miércoles, según el último boletín de Meteo-France. A las seis de la mañana los termómetros en París superaban los 21 grados y tres horas más tarde Marsella rebasaba los treinta. A mediodía, Toulouse y Niza hervían a cuarenta grados. Y en la capital, el sol castiga a miles de turistas que buscan la sombra y dejan imágenes inéditas como las explanadas de la Torre Eiffel y la pirámide del Louvre casi desiertas y los paques vacíos. «No tenemos elección, vamos a salir a la calle. Solo estamos aquí unos días», cuenta un visitante a ‘Le Monde’. Eso sí, las populares terrazas parisinas se han convertido en un territorio prohibido allí donde no hay sombrillas mientras el último piso de la Torre Eiffel estará clausurado hasta que pase el calor.
La media prevista durante la jornada es de 41 grados, pero en numerosos lugares se sobrepasarán los 44. Francia sufre un episodio de bochorno sin precedentes. Salvo en Normandia y Bretaña, el resto del territorio se encuentra en situación especial. En 16 departamentos se ha aplicado la alerta roja y en 68 rige la naranja. Lo mismo sucede con los avisos por sequía. En 70 demarcaciones hay importantes restricciones en el uso del agua por la sequía. Los vecinos del este del país se asombran al ver cómo sus ríos se secan.
Entre las zonas más afectadas, la región de Île-de-France, incluidos los enclaves de Cher, Loiret, Indre, Loir-et-Cher, Indre-et-Loire, Aube, Yonne y Vienne, ya está en máxima alerta desde este mediodía. No sucedía algo así desde hace un lustro. La velocidad máxima ha sido reducida a 110 kilómetros por hora en las autopistas y casi toda la región permanecerá cerrada hasta el miércoles a los vehículos más contaminantes.
Varias personas se refrescan en uno de los surtidores de agua fría instalados en las calles de París.
EFE

Las autoridades galas han advertido que se trata de una «ola de calor extrema» , con una extensión geográfica «sin precedentes» y que puede causar «fuertes impactos no solo en la salud, sino también en la sociedad». El Gobierno ha instalado un centro de emergencia en París desde el cual el primer ministro, François Bayrou, sigue puntualmente la crisis desde esta mañana tras aplazar un viaje oficial. «El Gobierno se ha movilizado al completo», ha declarado el mandatario mientras su responsable de Salud ha informado que los hospitales han sido adecuados para atender un hipotético aumento de problemas de salud relacionados con el calor.
Solo Bretaña, situada entre el Canal de la Mancha y el Atlántico, se salva de este singular infierno térmico. Incluso una lluvia fina caía esta mañana en la región, donde dos de sus cuatro departamentos, Finisterre y Côtes-d’Armor, aparecen en los mapas climáticos como un oásis de color verde. A la península bretona le sucede un fenómeno similar al de España con la llegada al norte de miles de visitantes que huyen de los rigores del sur. Hasta ahora, cada verano, la región era objeto de todo tipo de chistes por sus jornadas frescas e incluso lluviosas, escasamente deseadas por los amantes del sol y la playa. Desde hace un tiempo, en cambio, proliferan los alquileres y la construcción de viviendas que, según muchos vecinos, amenaza la apacible cotidianeidad de Bretaña.
Al sol en los jardines de Luxemburgo en París.
AFP

Un total de 1.350 colegios han cerrado sus puertas. El primer ministro ha recomendado precaución a todos los franceses tras advertirles que «la alerta roja no solo afecta a los grupos más vulnerables, sino a todos». Desde el Centro Operativo Interministerial de Gestión de Crisis, Bayrou ha anunciado que el Ministerio de Educación inciará una ronda de conversaciones con los alcaldes galos para adaptar los edificios escolares e incluso ha sugerido que «el aire acondicionado debería implementarse prácticamente de forma gratuita en todas partes».
La mayoría de las escuelas galas son antiguas, fueron construidas entre 1945 y 1960 y carecen de barreras térmicas. «El 86 % de los edificios no son aptos para temperaturas extremas», ha lamentado el sindicato de Educación. Bayrou, por su parte, se ha mostrado partidario de iniciar también un plan de reformas para mejorar la protección de las viviendas frente al calor, convencido de que el cambio climático no dará tregua a los franceses en años sucesivos.
El país vive con especial inquietud estos episodios después de que en agosto de 2003 murieran al menos 1.500 personas debido a las sofocantes temperaturas. De hecho, el Ministerio de Transición Ecológica presentó el pasado mes de marzo el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático que, sin embargo, avanza con grandes retrasos. La titular de este departamento, Agnès Pannier-Runacher, ha reconocido que la situación actual «es algo sin precedentes», con los termómetros marcando registros al menos ocho grados por encima de los normales en esta época del año y noches ecuatorianas.
«Nos enfrentamos a un fenómeno que ya nos está obligando a modificar nuestros patrones. Y posiblemente deberemos acostumbrarnos a actuar así cada verano», señala un portavoz de la patronal. El Gobierno ha ordenado a las empresas que protegan a sus trabajadores del calor y las autoridades municipales de todo el país han abierto libros de registro donde pueden apuntarse los residentes mayores de 65 años, con el fin de que los servicios locales les llamen periódicamente para confirmar que no padecen problemas por las altas temperaturas. «La ola de calor es un asunto de todos, no solo un problema de Estado«, ha explicado el ministro de Salud, Yannick Neuder.
Un grupo de turistas en una fuente de Roma.
EFE

‘Calor record en Europa’. ‘Francia se asfixia’. ‘Temperaturas extremas’. Cuando las portadas digitales de los periódicos europeos coinciden con titulares como estos, es que realmente el Viejo Continente vive sumido en un sofoco sin precedentes. O casi, porque los veranos anteriores han sido también de crecimientos sostenidos del mercurio después de primaveras secas en muchos casos. Y no solo en territorio europeo. Japón ha dado a conocer este martes que el mes de junio ha sido el más caluroso jamás registrado en el país.
El caso de Francia no es excepcional. El continente al completo se encuentra bajo el yugo de temperaturas que oscilan entre 34 y 46 grados centígrados desde Portugal hasta los Balcanes o Noruega, país poco sospechoso hasta ahora de sudar tinta, Serbia ha superado el techo conocido desde el siglo XIX con un calor extremo propio de un desierto. En Sicilia se ha prohibido trabajar durante las horas centrales del día al aire libre y en el norte de Alemania encaran un escenario desconocido. Salvo en los Alpes bávaros, se dan ya entre 34 y 38 grados centígrados.
Calor en el Mont Blanc
La situación arroja episodios tan inquietantes como que la cima del Mont Blanc, el techo de Europa, haya superado los cero grados por primera vez en toda su historia. Los expertos han constatado que el lunes fue necesario ascender 300 metros más de la cumbre para encontrar el punto de congelación. Y es casi seguro que este martes los Alpes continúen señalando temperaturas desconocidas, lo mismo que en el Reino Unido, que se prepara para su segunda jornada consecutiva intensamente calurosa.
A los asistentes al mítico festival de Glastonbury celebrado hasta este domingo se les recomendó que el lunes comenzaran a dejar el recinto de acampada entre la medianoche y las seis de la mañana. En Wimbledon la pista se ha rodeado de hielo y hay cien puntos de agua para refrescar al público. Los recogepelotas llevan toallas húmedas al cuello y viseras ‘Beau Geste’, las mismas que usaba la legión en el desierto para proteger la nuca con una fina tela. Los trenes británicos han anunciado que este martes circularán más despacio para evitar averías.Italia mira durante estas jornadas hacia sus mayores.
Las autoridades han decidido llevar gratis a los jubilados a las piscinas y los museos para protegerlos del calor en Roma y otras ciudades. Los ciudadanos con más de 75 años pueden visitar también con guía y sin pagar un euro los museos y palacios emblemáticos de Venecia. «Se trata de sacar de la calle a las personas más vulnerables a un golpe de calor», explica un portavoz del Ministerio de Salud. El Gobierno también se ha ocupado de desplegar toda una red de ambulancias en los puntos estratégicos de Bolonia, Florencia y otros lugares turísticos para atender posibles problemas de salud. Un total de 21 ciudades está sometidas a vigilancia especial y se han habilitado apresuradamente refugios climáticos. En Nápoles se detectan un 10% de casos de insolación por encima de años anteriores.
El recuerdo de 2003
A la mente de los gobiernos europeos les viene la ola de calor de 2003. Duró varios días de agosto, se alcanzaron temperaturas de 45 grados y murieron al menos 35.000 personas, aunque hay estadísticas que elevan la cifra a 70.000 fallecidos. En países como España, la mortandad subió un 25% respecto a las tasas de veranos anteriores.
Una joven se refresca en una fuente,
EFE

Los científicos aprovechan el momento. En contra de la opinión del presidente estadounidense, Donald Trump, consideran que el cambio climático avanza rápido y que el bochorno actual no es más que una señal que se agravará año tras año. Episodios como los de esta semana «los tendremos cada vez con más frecuencia y estarán cada vez más distribuidos a lo largo del año. Esto requiere medidas de adaptación estructural», dice François Gemenne, investigador del grupo de Expertos sobre el Cambio Climático.
Los estudios de esta orgaización apuntan a que el planeta será en 2050 dos grados cenígrados más cálido, que en el caso de Francia podría llegar a 2,7 grados. ‘Le Figaro’ ha hecho en su edición de hoy un análisis para explicar cómo serán los veranos dentro de 25 años y el resultado no parece demasiado halagüeño. Las temperaturas máximas serán superiores a las actuales de manera regular y habrá al menos 20 días en que rebasen los 35 grados. Se disparará el riesgo de incendios y, como mínimo, los ciudadanos vivirán cien días de noches tropicales al año. La proyección vale para todo el sur europeo. incluida España. Si los veranos de los 80 eran de sangría y sombrilla, dentro de un cuarto de siglo los reyes serán el aire acondicionado y las noches en el sofa viendo Netflix.

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