Arde Bogotá enloquece el Cartagena Suena: largas colas para entrar al recinto

Arrancó la cita con los directos de Julia Cry y Luvra, propuestas que se enfrentaron sin miedo al reto de abrir el espectacular recinto, en el cual todavía parecía vibrar el latido correspondiente a la última edición del Rock Imperium celebrada sobre este mismo terreno hace poco menos de una semana. Al igual que aquellos días, la comodidad de la zona, así como las facilidades para moverse por ella y acceder a sus distintos espacios (alimentación, baños, merchandising) resultaron todo un punto a favor. En el lado negativo de la balanza, el acceso. En las primeras horas funcionó con fluidez, pero las colas kilométricas terminaron apareciendo para un considerable número de personas cuando el reloj se acercaba a las ocho de la tarde.

Por último, merece la pena resaltar la forma en la que flotó en el aire esa sensación indescriptible, y por eso mismo única, de estar ante una cita que surgió con la aspiración de ser inolvidable. Se notaba en los niños que andaban saltando con esa energía inconfundible de quien acude a su primer encuentro con la música en directo, en las personas de más de sesenta años dispuestas a gozar entre la multitud, en los grupos de adolescentes nerviosos que desafiaron al asfixiante calor para alcanzar las primeras filas, en los viajantes llegados desde distintos puntos del país como Cataluña, Galicia, Madrid o Andalucía. En las familias, parejas, amigos y llaneros solitarios unidos bajo la llama de Cartagena Suena. Mientras escribo estas líneas, y tras gozar de la actuación de Hoonine, la expectación es máxima, el rugido colectivo calienta y Arde Bogotá está a punto de entrar en escena. Y una, dos, tres, cuatro, cien, mil, miles de camisetas se preparan para dejarse hasta la última gota de sudor. Lo que suceda de aquí en adelante, y el eco que quede sostenido, lo escribiremos con la tinta de mañana.