Lo que más sorprendió al pequeño Brahim al llegar a la Región de Murcia fue el ascensor que le llevaba al piso de Maite, esa extraña máquina que lo desequilibró por un momento y a la que unos días después ya se había habituado. También la altura de los edificios. Nada parecido hay en los campos de refugiados del sur de Argelia donde reside, un mar de jaimas y casas de adobe sin acceso a agua corriente, donde la supervivencia depende por completo de la ayuda humanitaria debido al exilio que sufre su pueblo desde hace ya medio siglo.
Es la segunda vez que Brahim acude a la Región para pasar el verano en casa de Maite Moreno dentro del programa Vacaciones en Paz. Por eso baja sonriente y emocionado del autobús en el que la asociación Sonrisa Saharaui culmina este lunes el traslado de 50 menores procedentes de los campamentos de refugiados hasta el campus de Espinardo de la Universidad de Murcia, donde les esperaban sus familias de acogida temporal.
La ya tradicional iniciativa, que se repite cada año con la excepción de los dos cursos de suspensión por la pandemia de covid-19, tiene como fin alejar a estos niños de las extremas temperaturas que se alcanzan en los campamentos y brindarles una atención sanitaria a la que de otra forma no tendrían acceso. Esta vez, Brahim llega acompañado de Suad, otra niña saharaui que, pese afrontar también su segundo verano en la Región, llega por primera vez al hogar de Maite. «La familia que la acogió el año pasado no ha podido hacerse cargo de ella por diferentes circunstancias –asegura–. Así que hemos decido acogerla nosotros también».
Poco antes de las diez de la mañana, un nutrido grupo de familias se agolpa en uno de los aparcamientos de la universidad a la espera del autobús en el que viajan los niños, con cierto alivio después de que el pasado viernes un contratiempo con los pasaportes colectivos pusiera en duda la fecha de llegada. «Finalmente se resolvió y, en el caso de la Región de Murcia, no hizo falta cambiar ni siquiera los vuelos. Otras comunidades autónomas sí que se vieron afectadas», explica Laura Pérez, miembro de la organización de Sonrisa Saharaui en la Región.
Un total de 29 de estas familias acogedoras repiten experiencia tras esperar todo un año la llegada de este momento. El resto se estrenan en una experiencia que, según afirman quienes la han probado, aporta tanto a quienes acogen como a quienes llegan. «Estos niños te enseñan muchísimo», asegura Maite. «A nuestros hijos les ha dado una conciencia solidaria, saber que hay gente que vive de otra manera y que se puede ayudar», añaden María Luisa y Víctor. «Y nosotros también aprendemos»
Los niños que participan en Vacaciones en Paz tienen entre 8 y 11 años, y pueden formar parte del programa entre tres y cuatro veces en función de la edad a la que realizaron su primer viaje. En esos años, además del cariño de las familias de acogida, se benefician de revisiones pediátricas, oftalmológicas y de audición, y acceso a servicios odontológicos y vacunación. Este año permanecerán en la Región hasta el próximo 5 de septiembre.
Para Gali, si nada cambia, este será su último verano en el programa, el cuarto ya. Le esperan, igual de nerviosos que el año pasado, María Luisa Cayuela y su marido Víctor Mulero junto a su hija María. «Ya el año pasado nos dijeron que era el último y lo pasé regular –reconoce María Luisa–. Así que este año, lo voy a disfrutar y ya está». Además, la familia sabe que, como ha ocurrido con otros tantos casos, estos acogimientos temporales dan lugar a un vínculo permanente. «Se establecen muchas conexiones con la otra familia y quiero pensar que esto no es una cosa que vaya a acabar aquí».
Arriba, las familias, tras recoger a los menores. Abajo a la izquierda, Gali se reencuentra con María Luisa. A la derecha, Ana recibe a Cheima, cansada tras el largo viaje desde los campamentos de refugiados.
Ros Caval / AGM



Ana Gónzalez y su familia también repiten. «Para nosotros es el tercer año con Cheima. Piensas que esto no les va a cambiar la vida, pero sí se la cambia, porque ellos conocen otro mundo, otras posibilidades, y luego cuentan con una conexión con España que puede ayudarles a salir de la situación. Nosotros nos llamamos todas las semanas durante el invierno y tengo mucha relación con su mamá y su hermana. Se crea un vínculo muy fuerte».
Ahí destaca el proyecto Madrasa, una iniciativa que facilita a jóvenes estudiantes saharauis la posibilidad de cursar la educación secundaria en la Región acogidos por familias locales, una puerta de entrada a un futuro diferente. Para María Luisa, la actitud del pueblo saharaui, que conoce por el contacto con la familia de Gali, es clave. «La situación en los campamentos es muy dura y lleva así muchos años. Sin embargo, es un pueblo con mucha esperanza».
Límite de sesiones alcanzadas
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Este contenido es exclusivo para suscriptores
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : Medio centenar de niños saharauis llegan a la Región: «Se crea un vínculo muy fuerte»