Muere Celina Monterde, la trapecista que enamoró al pintor murciano Antonio Hernández Carpe

Muere Celina Monterde, la trapecista que enamoró al pintor murciano Antonio Hernández Carpe

Miércoles, 9 de julio 2025, 10:44

La vida es una sucesión de casualidades. Así fue para el pintor murciano Antonio Hernández Carpe (1921-1977), uno de los más grandes artistas de la Región de Murcia en el siglo XX, y para la trapecista toledana Celina Monterde Clavijo, presidenta de honor de la Fundación de Arte El Mural de Hernández Carpe, fallecida este martes en Toledo, a los 94 años, que unieron sus vidas de chiripa. Celina nació en Guijo de Granadilla (Cáceres) y fue granadina de adopción. Ambos se conocieron en Murcia, durante una visita que hace a la capital del Segura el circo en el que viaja la acróbata. Tuvieron tres hijos, siendo la primogénita, Celina Hernández-Carpe Monterde, presidenta de la Fundación El Mural y una figura fundamental en la recuperación de la memoria del pintor nacido en Espinardo y fallecido a los 56 años en 1977. Carpe perteneció a la llamada ‘Generación Puente’, junto a pintores como Mariano Ballester (1916-1981), Molina Sánchez (1918-2009), Sofía Morales (1917-2005) o los cartageneros Enrique Gabriel Navarro (1927-1980) y Ramón Alonso Luzzy (1921-2001), junto al escultor Antonio Campillo (1925-2009), entre otros.

Aunque Celina se retiró de la carpa pronto, lo cierto es que fue una presencia constante en la vida del artista, que dejó un legado extraordinario [en la Región de Murcia hay 25 murales cerámicos y trabajó en al menos 65 pueblos de colonización durante el franquismo, donde se ve su mano maestra no sólo en murales en Iglesias sino en vía crucis y vidrieras] e inspiró al artista murciano algunos de sus mejores retratos, en los que ella aparece tocada por el dulce encanto de la juventud. La pareja vivió en Madrid y en su círculo será habitual la presencia de escritores, arquitectos, pintores y escultores. No ayudó a Carpe a pintar con pinceles, sino a vivir con amor.

«¿Qué pintaba Carpe?», se pregunta el escritor murciano José Mariano González Vidal. «Girasoles y cabras, caballos de tiovivo; los circos como auroras de la tarde estrellada, un renovado mundo más limpio y decisivo, donde los balnearios del Mar Menor surgían del viejo lago en flor entre peces dorados… los rostros de muchachas, la lucidez del mundo». Entre esas muchachas, sin duda es Celina la que más brilla. A su esposa Celina y a sus hijos, Celina, Antonio y Mario, les rememora escribiendo sus nombres en las proas de las barcas que se mecen en su Mar Menor, o en las profundas aguas atlánticas de Cádiz, incide la Fundación en su web. La pintura de Carpe es alegre; a veces podría parecer ingenua e infantil, pero es «un infantilismo hecho de saber y de alegre despreocupación, de salud mental, temple irónico, buen humor y ausencia de énfasis» (Baquero Goyanes en 1957).


Dibujo del Circo Krone de Hernández Carpe.


Fundación de Arte El Mural de Carpe

En 2021 Celina Hernández Monterde contó a LA VERDAD los apuros que vivió para reconstruir el itinerario profesional del gran artista, pues su madre cayó enferma también a la muerte de Hernández Carpe, de modo que la memoria de la pareja queda con muchos interrogantes: «Cuando mi padre muere tengo 18 años recién cumplidos. Yo era la mayor de tres hermanos. Yo sabía de la importancia del pintor, pero no conocía entonces la obra que había repartida por España, cómo y de qué manera se ha conservado. Con el transcurso de los años yo me he decidido a realizar ese trabajo de catalogación». La Fundación El Mural ha trabajado de manera ejemplar en la actualización del legado de un pintor irrepetible en la historia, y organizó una gran exposición en el Museo de Bellas Artes de Murcia, bajo la atención y supervisión de Juan Bautista Sanz y de Juan García Sandoval.

La obra de Hernández Carpe alcanzó también curiosamente ese carácter itinerante que tuvo en sus primeras décadas la artista circense que le inspiró algunos de sus mejores retratos, pues se encuentra desperdigada por toda España. De hecho, en estos años no han dejado de aparecer murales atribuidos a Hernández Carpe en colegios, iglesias y edificios públicos y privados. A los 9 años Hernández Carpe ya tenía vocación de pintor. A sus compañeros de clase les pedía que le acompañaran a su casa, los hacía tumbarse en el suelo y con una tiza hacía los perfiles. Con 14 años entra en el estudio del escultor Planes, también de Espinardo. Después de la guerra, entra en la Academia de Bellas Artes en Madrid. Estuvo dos veces en Roma en la Academia de España, donde en 1953 expuso una colección de monotipos muy bien acogida por la crítica Su trayectoria siempre trató de vincularla a Murcia. Veraneaba en La Ribera y trabajaba ocho horas diarias de caballete. Para Castillo-Puche, era su mejor amigo. Su muerte tan joven hizo que dejara sin dejar anotaciones el camino a seguir para la catalogación de muchas obras.

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