Diez días después de que las inundaciones del 4 de julio arrasaran el sur de Texas y dejaran al menos 118 muertos y 173 desaparecidos, … el presidente Donald Trump y su esposa, Melania, visitaron ayer la zona cero de uno de los mayores desastres naturales en la historia del país. Les acompañaba en su silla de ruedas el gobernador de Texas, Gregg Abbott, y también los dirigentes de FEMA, la agencia federal de manejo de emergencias a la que durante años Trump ha despreciado y amenazado con eliminar. Ayer, rodeado de árboles caídos y casas reducidas a escombros, el mandatario prometió que «no se escatimarán recursos» para asistir a los damnificados.
Hasta hace poco, Trump defendía que los Estados deberían «valerse por sí mismos» ante catástrofes naturales y llegó a sugerir la abolición de FEMA, acusándola de ser una «agencia ineficaz y costosa». Preguntados por ‘The Washington Post’, altos cargos del Gobierno aseguraron ayer que no hay planes de cerrarla. La motosierra que popularizó Elon Musk para los recortes del gasto federal se ha encontrado a orillas del río Guadalupe con más de lo que nadie puede cortar.
Las víctimas de las inundaciones de Texas no son las mismas que sufrían los incendios de California cuando tomó el poder, ni los damnificados del huracán ‘María’ en Puerto Rico, a los que humilló en su primer mandato lanzándoles rollos de papel de cocina. En el corazón de ese Estado republicano las víctimas eran, sobre todo, niñas y profesores de campamentos cristianos y familias que celebraban con acampadas las fiestas patriotas del 4 de julio. En otras palabras, la base de su electorado. «Texas es fuerte, pero también necesita nuestra ayuda. Y la va a tener», declaró desde el condado de Kerr, zona cero de la tragedia desatada por las lluvias torrenciales.
La visita llega acompañada de críticas a la lentitud de la respuesta federal que, según las fuentes del ‘Washington Post’, se vio retrasada por las medidas de austeridad implementadas por la secretaria de Seguridad Doméstica, Kristi Noem. La más conflictiva requería que ella personalmente autorizase cualquier desembolso de más de cien mil dólares. «Honestamente, teníamos las manos atadas», dijeron altos cargos de la agencia al rotativo. «No podíamos avanzar las peticiones debido a la limitación de cien mil dólares». Según estos, en momentos de emergencia las respuestas tienen que ser aprobadas en cuestión de minutos u horas. «Cualquier retraso cuesta vidas».
La tragedia ocurrió en la madrugada del viernes 4 de julio. El sábado el gobernador de Texas solicitó la declaración del estado de emergencia, que el presidente firmó al día siguiente, pero FEMA no recibió la aprobación de la secretaria de Seguridad Doméstica hasta el mediodía del lunes. Los primeros tres equipos federales de búsqueda y rescate llegaron a la zona el martes, cuatro días después de las inundaciones. Entonces ya era tarde para muchos. Fueron los voluntarios locales con los que Trump se reunió ayer y los equipos de rescate de la Guardia Nacional del estado de Texas, que a pesar de ser uno de los mejor preparados del país suele necesitar del Gobierno federal, quienes rescataron a unas 850 personas. Solo en la primera hora se salvó a 200, lo que da una idea de la velocidad que requiere la asistencia.
«Este no es un momento para ideología, sino para humanidad», recomendaba el congresista republicano Tony Gonzales, cuya circunscripción abarca parte del área afectada. El Servicio Meteorológico Nacional, debilitado por recortes presupuestarios, no calculó la gravedad de las inundaciones en sus alertas tempranas.
Bomberos, policías y rescatistas escuchan a Trump.
AFP

«No pude ayudarles»
Las limitaciones de FEMA no afectaron solo a los que aún estaban enredados entre árboles y pantanos de barro. La limitación de cien mil dólares retrasó los contratos para la instalación de centros de llamadas en los que atender a los damnificados, inspectores de viviendas para evaluar los daños y aprobar reclamaciones, así como proporcionar soporte informático para que los gestores de casos pudieran acceder a la información de los sobrevivientes. La agencia suele incorporar a miles de personas a través de sus diferentes canales de contratación, proveedores y socios del sector privado. Hasta 10.000 personas pueden estar trabajando en un desastre al mismo tiempo, según ‘The Washington Post’.
Mientras Trump recorría un tramo del cauce del río Guadalupe, varios de los damnificados aquella noche seguían conmocionados y relataban a los periodistas la traumática tragedia. Eric Stelle, de 32 años, vio cómo la caravana de su hermana y su marido, aparcada junto a la suya al borde del río, fue engullida por las aguas. «Me rogaban desde la ventana que los salvara y no pude hacer nada». Lorena Guillén, propietaria del cámping Blue Oak, no ha conseguido olvidar los gritos aterrados desd el interior de las cabañas que se llevaba la corriente. «Me perseguirán siempre», aseguraba.
La presencia de Melania Trump dulcificó la visita presidencial, en una zona fiel donde los damnificados forman parte de su electorado más leal. «La gente aquí necesita un abrazo. Ella aporta una cara de amor y apoyo», dijo emocionada Hannah Taylor, de la Iglesia Souther Oaks. Sin embargo, hasta el cierre de esta edición, la foto de esos abrazos que conectaron a la Reina Letizia con los damnificados de la dana en Valencia no se habían producido en Texas.

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Enlace de origen : Trump visita a las víctimas de Texas mientras frena el cierre de la agencia de emergencias