
Llegó la carta de Donald Trump, y no es precisamente de amor, aunque confunda su tono ambiguo. El mandatario había prometido enviarla esta semana a « … aquellos países sin acuerdo comercial» y entre ellos han estado los miembros de la UE, pese a los esfuerzos negociadores de Bruselas. El documento, fechado este pasado jueves y colgado ayer en su red de Truth Social, establece aranceles del 30% a sus exportaciones a EE UU y advierte que, si la UE responde con represalias, cualquier aumento arancelario «se sumará» al porcentaje ya impuesto.
A diferencia del tono utilizado con países como Brasil, Trump presenta su comunicación como «un gran honor que demuestra la solidez y el compromiso de nuestra relación comercial», así como el hecho de que EE UU «ha aceptado seguir colaborando con la UE», a pesar de tener uno de los mayores déficits comerciales. «Este déficit es una gran amenaza para nuestra economía y, de hecho, para nuestra seguridad nacional», dice la misiva. Por ello, le «invita» a participar «en la extraordinaria economía de EE UU», pero en sus propios términos, partiendo de un 30% de aranceles y con la advertencia de que todo es susceptible de empeorar, porque ese porcentaje «es mucho menos de lo que se necesitaría para eliminar la disparidad» existente.
«Llevamos años debatiendo nuestra relación comercial con la Unión Europea, y hemos llegado a la conclusión de que debemos alejarnos de estos déficits comerciales persistentes, amplios y prolongados, provocados por sus aranceles, políticas no arancelarias y barreras comerciales», ha decidido.
La carta convierte en realidad la amenaza que Bruselas llevaba semanas temiendo. El gobierno estadounidense ya había impuesto desde febrero gravámenes del 50% al acero y el aluminio europeo, del 25% a los coches y una tasa universal del 10% al resto de productos del bloque. La tarifa general anunciada ahora dinamita los intentos de construir un marco de entendimiento en las claves de negociación tradicionales. «Nuestra relación ha estado, lamentablemente, lejos de ser recíproca», acusa Trump, que califica a la Unión Europea como responsable de «años de déficits comerciales insostenibles» por culpa de sus políticas arancelarias y no arancelarias.
La Comisión Europea llevaba semanas apostando por replicar con Washington el modelo marco que EE UU había ensayado con Vietnam y el Reino Unido, basado en una reciprocidad del 10% que permitiese mostrar voluntad política mientras se resolvían aspectos técnicos de calado. Von der Leyen llegó a defender ante el Parlamento Europeo que las dos potencias estaban trabajando «estrechamente» para lograr una solución negociada. «Buscamos un marco de confianza a partir del cual podamos seguir construyendo», dijo en Estrasburgo.
Trump ha preferido elevar la presión para forzar la mano negociadora a sus propios términos. En su carta, acusa a la UE de haber mantenido los mercados cerrados durante demasiado tiempo y ofrece levantar los aranceles solo si se eliminan «todas sus barreras arancelarias y no arancelarias». Como solución, recuerda que no habrá gravámenes si las empresas europeas deciden fabricar dentro de EE UU y les promete que obtendrán «aprobaciones rápidas, profesionales y rutinarias». Con su estilo ambiguo cierra la puerta pero la deja entreabierta y combina amenazas y represalias para socios desleales con insinuaciones de apertura hacia quienes se sometan. Hace apenas unos días había declarado que la UE «había sido más dura que China» en las conversaciones, aunque luego matizó que «Ursula y los demás están siendo agradables».
Pese al optimismo que había cundido tras la llamada entre ambos líderes el domingo pasado, la Comisión ya había advertido que se preparaba «para todos los escenarios», incluyendo el fracaso. Bruselas tenía listos aranceles de entre el 10% y el 25% a más de 1.700 productos estadounidenses en caso de ruptura, y había ofrecido un paquete de 50.000 millones de euros en compras de gas y productos agroalimentarios para reducir el déficit comercial. Pero las diferencias seguían abiertas en cuestiones clave como la resolución de disputas, los subsidios verdes o la protección de los estándares laborales.
La ofensiva arancelaria de Trump no se limita a Europa. En los últimos días ha enviado cartas similares a Brasil, al que impuso un 50% por el «trato injusto» a su aliado Jair Bolsonaro, así como un 35% a Canadá, su segundo socio comercial. Con ello, el presidente busca internacionalizar su cruzada comercial y presentar los aranceles como parte de una estrategia para «restablecer el equilibrio», proteger la economía estadounidense y el nuevo orden mundial en el que prima la fuerza totalitaria sobre los valores democráticos.
Los aranceles mantendrán al mundo sometido políticamente a su influencia, bajo amenaza de que puede elevarlos en cualquier momento, o premiar con una rebaja si predomina la pleitesía. «Estos aranceles podrán modificarse, al alza o a la baja, dependiendo de nuestra relación con su país», termina la carta.

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Enlace de origen : Trump cumple su amenaza e impone un arancel del 30% a la Unión Europea a partir de agosto