
Inmaculada Rufete (Lorca, 1965) es una ‘Gamberra’ sobre el escenario. Es también la cómica republicana Carmela, de José Sanchís Sinisterra. Ha sido Yerma, de Lorca … y Nora, de Ibsen. Y muchas más. Una actriz que es una cara más que familiar para los aficionados al teatro de la Región de Murcia. Su «droga», como define la interpretación, es una pasión compartida con su pareja, el actor y director Alfredo Zamora, a quien define como «un monstruo» creativo y con quien fundó la compañía Doble K Teatro. Sin embargo, sus mañanas comienzan desde hace unos cuantos años con un trabajo que nada tiene que ver con el telón y los focos, ya que es técnico en la Consejería de Agricultura. Hija del actor y director Alejandro Fernández-Rufete, nunca llevó mal ser la sexta de diez hermanos. Todo lo contrario.
–Ahora es una de las ‘Gamberras’ en el nuevo montaje de Doble K Teatro.
–Sí. Fue una idea de mi marido, Alfredo Zamora, que quiso hacer algo solo con mujeres, que fuera fresco. Así nació ‘Despedida de casada’. Pensamos en las mujeres con las que hay más afinidad, porque somos amigas: Rocío [Bernal], Susi [Espín] y Eva [Torres]. Como el proyecto fue bien, él pensó qué más podía montar. Nos lo pasamos muy bien juntas, tenemos mucha complicidad.
–Y a su vez, es Carmela en ‘¡Ay, Carmela!’.
–Es una obra entrañable, preciosa, humana. Estoy muy contenta. Me ha sorprendido mucho el personaje al trabajar con él. Es tan tierno, tan humano, tan madre, tan explosiva, tan espontánea… que te atrapa. He hecho ‘Yerma’, que me ha encantado, he hecho Nora, de ‘Casa de muñecas’, precioso, pero el sentimiento que he tenido con Carmela ese no lo he sentido con ningún personaje.
«Lo bueno de tener muchos hermanos es que nunca estaba aburrida: o te estabas peleando o estabas jugando»
–¿Cómo son sus veranos?
–En julio estoy aquí, trabajando en la Consejería de Agricultura. Soy técnico, un trabajo que puedo compaginar con la interpretación. En agosto nos vamos a la playa, a la Torre de la Horadada, con nuestros hijos.
En tragos cortos
-
-Un sitio para tomar algo
-En el campo de mi hermano con todos mis hermanos y mi familia. -
-Una canción
-‘Te amaré’, de Silvio Rodríguez. -
-Un libro para el verano
-Cualquier novela de ficción me gusta y si es de misterio, más. -
-¿Qué consejo daría?
-Mi suegro decía, ‘Allá donde vayas, que puedas volver’, y mi padre decía que el amor siempre ¿¿??sirve. -
-Un aroma
-El azahar. -
-¿Con quién no cenaría jamás?
-Con alguien que no respetase a los demás. -
-¿Quién dejó de caerle mal?
-Es muy raro que alguien me caiga mal. -
-Le gustaría ser invisible
-Algunas veces sí. -
-¿Qué le gustaría ser de mayor?
-Un pájaro. -
-¿Tiene enemigos?
-Creo que no. -
-¿Qué es lo que más detesta?
-La hipocresía. -
-¿Un baño ideal?
-En la playa de la Isla, en Mazarrón, cuando era pequeña.
–¿Por qué estudió el ciclo de Técnico en Producción Agropecuaria?
–A mí el campo me ha gustado siempre. Antes de estudiar Arte Dramático, mi padre me dijo que tenía que estudiar una carrera. Entonces hice Magisterio, he intenté compaginarlo con Arte Dramático, pero no pude acabarlo en ese momento porque me coincidían las clases. Lo hice después. Cuando terminé Magisterio mi padre me dijo que ya podía estudiar Arte Dramático. Como yo era muy cabezona dije «Pues ahora no quiero». Y tiré por Agraria. Pero mi vida es el arte dramático. Después de todo eso, con 28 años, me vine a Murcia y ya mis padres me apoyaron a muerte con lo que quería hacer. A Alfredo lo conocía de mi primera etapa haciendo Arte Dramático y nos volvimos a ver. Él estaba allí en la cantina de Arte Dramático, con su padre, el señor Zamora. La Murga nos llamó para hacer ‘Entre bobos anda el juego’ y, al final, unimos nuestros baúles. Desde el 97 juntos.
–¿Cómo lo llevan?
–Pues unas veces bien y otras veces mal, porque los dos tenemos mucho carácter y en casi todos los montajes nos peleamos, pero la sangre nunca llega al río y aquí seguimos. Es muy gratificante trabajar juntos, porque ves cómo va creciendo la compañía y cómo nos apoyamos el uno al otro. Y luego, lo que no aporta uno, lo aporta el otro. Él aporta más porque lleva todo lo feo y lo creativo. Es muy grande.
«No hay nada que haya querido hacer y no haya hecho»
–¿Qué escenario le ha emocionado más pisar?
–Siempre el Guerra, de Lorca. Además, para mí tiene el tamaño ideal, ni muy grande ni muy pequeño. El sentimiento siempre es distinto en ese escenario. Yo me he criado allí, he hecho mis primeros pinitos allí, al igual que mi padre. Y me he casado allí.
–Es la sexta de diez hermanos. ¿Cómo fue su infancia?
–Yo he tenido una niñez fantástica [se emociona]. Lo siento, voy a presumir, pero he tenido muy buena suerte teniendo a estos padres y a estos hermanos. Lo bueno de tener muchos hermanos es que nunca estaba aburrida: o te estabas peleando o estabas jugando. No había tele, ni había Play y nos entreteníamos los unos con los otros, los mayores con los pequeños. Mi hermana mayor me ha sacado con su pandilla adolescente y lo hacía encantada de la vida.
–¿Cómo vivía entonces estos meses?
–Los veranos eran fantásticos, porque mi padre tenían una casa en Mazarrón, de estas que ya han tirado, en la playa. La nuestra nos la tiraron hace dos años. La compraron entre mi padre y mi tío, una familia iba en julio y otra en agosto. Nosotros íbamos en julio y allí he pasado los veranos más felices de mi vida. Vivíamos en la calle. En agosto íbamos a la piscina del camping. Otras veces íbamos a la piscina de mi tío. Y así pasábamos los días. Y jugando con los vecinos del barrio.
Tenerife
–¿Qué viaje especial ha descubierto a través del teatro?
–En el único sitio en el que hemos estado más tiempo fue en Tenerife, con ‘La flauta mágica’. Estuvimos una semana. La mayoría de los viajes los hacemos muy rápido. Vamos por toda la Castilla-La Mancha y Alicante y llegamos, actuamos, dormimos y nos volvemos, o sea, que no hacemos turismo. Sin embargo, en ese viaje teníamos dos funciones por la mañana y las tardes libres. Era el primer año que estábamos Alfredo y yo juntos y fue casi un viaje de novios.
«Los sitios pequeños nos gustan casi más que los escenarios grandes, porque estamos más cerca del público y vemos sus reacciones»
–En algunos de los pueblos en los que actúan, su presencia se convierte en el evento del año.
–Efectivamente. Eso lo estamos viendo mucho en Castilla-La Mancha. Aquí también ocurre cuando vamos a las pedanías. Vemos que los sitios son chiquiticos, pero la gente va al teatro y le gusta, se lo pasa bien, tanto si tiene que llorar como si tiene que reírse. Además, hemos descubierto que los sitios pequeños nos gustan casi más que los escenarios grandes, porque estamos más cerca del público y vemos sus reacciones. Es algo más íntimo e incluso entre nosotras estamos más conectadas. Lo más bonito para trabajar es que haya una afinidad, una amistad, y si en ese momento no hay amistad, sentir que se puede formar porque la gente es buena. Así da mucho gusto trabajar. Con las chicas, con solo una mirada ya sabemos lo que estamos pensando.
–¿Se arrepiente de algo?
–La verdad es que no. No hay nada que haya querido hacer y no haya hecho. No he tenido oportunidad de arrepentirme de nada, sobre todo en el terreno del trabajo. En la vida personal a lo mejor alguna cosa… [piensa] no, tampoco. He intentado siempre ir de buena fe en todo y procurar hacer feliz a los demás.
–¿Alguna vez se ha cansado de compatibilizar estas dos profesiones a las que dedica su tiempo?
–Lo más complicado fue cuando los críos eran pequeños. Yo me levantaba a las 6 de la mañana, trabajaba en la Comunidad, Alfredo me recogía con un bocadillo, dejábamos a los críos con mi cuñada o con la canguro y hasta las 12 de la noche no volvía. Ha sido duro, muy duro. Mi hija me decía: «Mamá, no trabajes tanto» y a mí me rompía el corazón. Yo le explicaba que sino no comíamos, no pagábamos la casa y no podría haber juguetes. Ellos han chupado mucho camerino. Ahora estamos más tranquilos, estamos de novios otra vez, pero los procesos de producción son duros y difíciles. Pero el teatro es como una droga y luego solo te acuerdas de lo bueno. Alfredo y yo hablamos de que se va acercando el momento de jubilarnos, pero yo no dejaría los escenarios. La compañía sí, para quitarte de problemas, pero del escenario no me bajo.
Palabras
–¿Es disciplinada a la hora de prepararse un personaje?
–Nada disciplinada. No me lo preparo. Me lo estudio y luego las palabras me llevan al personaje, al sentimiento. No uso técnicas. Los personajes me nacen de dentro hacia fuera.
–¿Tiene algún vicio?
–Ninguno. Solo hay algo que me encanta, y es tomar mi poquito de vino en la comida y en la cena. También cuando estoy con mis compis y hemos terminado la función, tomarnos un vino… eso sabe a gloria.
«Compatibilizarlo todo ha sido duro, muy duro. Mi hija me decía: ‘Mamá, no trabajes tanto’ y a mí me rompía el corazón»
–¿A quién admira?
–Al primero a mi Alfredo Zamora. Para mí es lo más grande. También me han gustado mucho Kiti Mánver y Lola Herrera. Me apasionan José Sacristán, Eduard Ferández y Javier Bardem, camaleónico. Y me gustaba mucho José María Rodero. Era buenísimo.
–¿Cuál es la gran virtud de Alfredo Zamora como director?
–Su visión, tanto artística como escénica, como estructural. Cuando va a montar algo, lo tiene en la cabeza y lo crea todo junto: música, espacio, dirección, movimiento… lo admiro tanto porque yo soy incapaz de hacer eso. Como actor, lo mismo te hace un personaje cómico como uno dramático, es un monstruo.

Soy William Abrego, me uní como ejecutivo de SEO y me abrí camino hasta el puesto de Gerente Asociado de Marketing Digital en 5 años en Prudour Pvt. Ltd. Tengo un conocimiento profundo de SEO en la página y fuera de la página, así como herramientas de marketing de contenido y diferentes estrategias de SEO para promover informes de investigación de mercado y monitorear el tráfico del sitio web, los resultados de búsqueda y el desarrollo de estrategias. Creo que soy el candidato adecuado para este perfil ya que tengo las habilidades y experiencia requeridas.
Enlace de origen : Inmaculada Rufete: «Siempre me emociona el teatro Guerra de Lorca; allí hice mis pinitos y allí me casé»